Par¨ªs dedica un museo a la historia jud¨ªa
El Estado franc¨¦s participa por primera vez en un centro cultural de car¨¢cter confesional
Hoy se abre al publico en Par¨ªs el Museo de Arte e Historia del Juda¨ªsmo, el primero de car¨¢cter confesional que cuenta con la ayuda del Estado franc¨¦s. Los casi 200 millones de francos (unos 5.000 millones de pesetas) que ha costado la restauraci¨®n del edificio se los han repartido, a partes iguales, el Ayuntamiento de la ciudad y el Ministerio de Cultura, que asimismo se hacen cargo del mantenimiento. La gesti¨®n del centro es, en cambio, tripartita e incluye a las organizaciones de la comunidad jud¨ªa, que ha nombrado el presidente y el vicepresidente del museo.
Instalado en el Marais, en el coraz¨®n del barrio jud¨ªo de la capital, en un antiguo hotel, el de Saint-Aignan, levantado en 1650 por un colaborador del cardenal Mazarino, el museo ha sido restaurado por el arquitecto Bernard Fonquernie de manera que sus 3.600 metros cuadrados de superficie puedan acoger una exposici¨®n permanente, otras de tipo temporal, un centro de documentaci¨®n y biblioteca, al tiempo que un auditorio para 185 personas.El proyecto del museo ha tardado 18 a?os en concretarse. El punto de partida son las grandes colecciones donadas por la baronesa Nathaniel de Rotschild en 1980. Durante largo tiempo se estuvo discutiendo la cuesti¨®n de c¨®mo tratar la creaci¨®n art¨ªstica separadamente de su contexto religioso, temeroso, un Estado que tiene entre sus principios definitorios el laicismo, de que un primer paso de cooperaci¨®n confesional comportase otras obligaciones respecto a otras creencias.
La inauguraci¨®n de este nuevo museo, que ha sido presidida por Jacques Chirac, ha resultado extraordinariamente oportuna. Al mismo tiempo que en Washington se discut¨ªa sobre los bienes robados a los jud¨ªos durante el nazismo y la ocupaci¨®n que los alemanes protagonizaron en distintos pa¨ªses, Par¨ªs pod¨ªa responderles con ese gesto a quienes le reprochan al Estado franc¨¦s la poca prisa demostrada para devolver lo suyo a los expoliados o sus herederos.
El Ayuntamiento de la capital francesa, que en los ¨²ltimos a?os ha estado en el ojo del hurac¨¢n por c¨®mo se apropi¨®, entre 1941 y 1944, de una serie de edificios cuyos propietarios hab¨ªan sido deportados por los nazis gracias tambi¨¦n a la importante colaboraci¨®n prestada por las autoridades de Vichy, encuentra en este museo una v¨ªa a trav¨¦s de la cual congraciarse con la comunidad jud¨ªa.
En el hotel de Saint-Aignan, el visitante puede comprender la historia de los jud¨ªos en Francia, en toda Europa y en ?frica del Norte. Despu¨¦s de recorrer una sala de introducci¨®n, pensada para profanos que necesitan familiarizarse con los t¨¦rminos y objetos b¨¢sicos de la cultura jud¨ªa, se encuentran elementos que remiten a la historia de la comunidad en la Edad Media, en Francia e Italia, a su momento de gran auge y a la crisis provocada por la persecuci¨®n. La expulsi¨®n decretada por los Reyes Cat¨®licos es presentada como un hecho s¨ªsmico para el conjunto de la comunidad, que tardar¨¢ mucho en volver a sedentarizarse y perder¨¢ en el traslado una buena parte de su fuerza. El gueto, como organizaci¨®n social ideada para la autoprotecci¨®n, aparece ampliamente analizado.
Amsterdam, con sus grandes banqueros, comerciantes, especialistas en piedras preciosas, pero tambi¨¦n con figuras como Spinoza, supone un modelo de integraci¨®n social. El museo muestra otros tipos de organizaci¨®n social a partir de las ciudades de Londres y Burdeos. Las dos grandes familias, la askenaz¨ª y la sefard¨ª, son descritas con detalle y sim¨¦tricamente.
Francia, despu¨¦s de la Revoluci¨®n, no tarda en conceder la plena ciudadan¨ªa a los jud¨ªos. A partir de aqu¨ª, la propuesta muse¨ªstica es menos tem¨¢tica y m¨¢s hist¨®rica, para dar cabida al affaire Dreyfus, a la eclosi¨®n del intelectual moderno y al universalismo de los valores republicanos. La Shoa (Holocausto) es tratada como un memorial, precedida del momento ¨¢lgido de las vanguardias y seguida de referencias a la actualidad a trav¨¦s de obras contempor¨¢neas.
Obras de Henry Hayden, El Lissitzky, Bor¨ªs Schatz y otros artistas conocidos se entremezclan, para dar coherencia al discurso, con sillas de circuncisi¨®n, candelabros, ornamentos de la Torah (Libro Sagrado), viejos manuscritos en hebreo, estelas funerarias, pintura hist¨®rica de escaso valor art¨ªstico pero gran inter¨¦s informativo, en un todo coherente y del que no falta quien sospecha que un d¨ªa pudiera acoger buena parte de las obras, de propietario desconocido, que siguen depositadas en las colecciones de los museos nacionales desde 1946.
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