S¨ªsifo va
Se hab¨ªan escenificado las libertades democr¨¢ticas con esmero y se proced¨ªa a su ensayo general. Los actores principales conoc¨ªan sus papeles, pero el resto del elenco apenas si ten¨ªa conocimiento del contenido de su intervenci¨®n. Eso s¨ª, todos sab¨ªan de qu¨¦ iba el tema y les seduc¨ªa la posibilidad de aportar sugerencias y documentar hechos de la dictadura, para, cuando menos, delimitar responsabilidades morales y exigir ciertas reparaciones para quienes hab¨ªan sufrido en sus carnes y en su dignidad el celo abrumador de la polic¨ªa pol¨ªtica y de la legislaci¨®n represiva. La cosa quedaba en un ejercicio de la memoria y de pr¨¢ctica de los derechos fundamentales, entre ellos el de reuni¨®n pac¨ªfica. Pero en el montaje de aquel tinglado hubo precipitaci¨®n. Al hotel de Madrid donde se hab¨ªa de exponer y debatir la obra, llegaron gentes de Catalu?a, de Extremadura, del Pa¨ªs Valenciano, de Andaluc¨ªa. Hab¨ªa historiadores, abogados, escritores, pol¨ªticos, ex presos que la amnist¨ªa hab¨ªa librado del pared¨®n, y hasta un senador. Y se esperaba a algunos miembros de asociaciones de jueces y fiscales. Pero repentina y sorprendentemente aparecieron los "grises" y los de la brigada politicosocial: salvo los representantes de los medios de comunicaci¨®n y el referido senador, unas dieciocho personas fueron esposadas y trasladadas a los s¨®tanos de la Direcci¨®n General de Seguridad, donde permanecieron tres d¨ªas, luego pasaron a las Salesas y se les anunci¨® la probabilidad de ir a parar a Carabanchel. No solamente fueron in¨²tiles las apelaciones a determinados art¨ªculos de la Constituci¨®n, sino que algunos de los agentes, con un cinismo que los degradaba, preguntaron: ?pero, de verdad, se creen esas tonter¨ªas? El 31 de octubre de 1978, el Congreso y el Senado hab¨ªan aprobado el texto de la Carta Magna. La detenci¨®n se produjo a finales de noviembre, cuando parad¨®jicamente el rey Juan Carlos y el ministro Mart¨ªn Villa recomendaban, en Argentina, la observancia de los Derechos Humanos. Todos los implicados en aquel episodio de nuestra incipiente democracia pudieron regresar a sus lugares de origen, apenas con tiempo para refrendar la Constituci¨®n, tal d¨ªa como hoy. Si lo hicieron o no es cosa suya. Son ya 20 a?os.
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