Gloria y los santos inocentes
?Es posible que un gay o una lesbiana se acerque a los ni?os sin tocarles ni mancharles? Mucha gente -y entre ellos muchos padres de familia- piensan que no. Dicen, dir¨ªan algunos, preguntados en las encuestas, que s¨ª, pero profundamente piensan que no. La tentaci¨®n de meter al homosexual en el saco de los pederastas psic¨®patas y agresivos es muy fuerte para la sociedad.?Hay que explicarles en la escuela a los ni?os, al margen de las ense?anzas de vida sexual, que numerosos artistas que est¨¢n leyendo o viendo en sus libros de texto eran homosexuales, y que ese particular deseo er¨®tico cobra a menudo relevancia en su obra? Tambi¨¦n sospecho la respuesta mayoritaria a esta pregunta, aunque tengo delante un peque?o libro ejemplar, Luis Cernuda para ni?os (introducci¨®n y antolog¨ªa preparadas por Antonio Jos¨¦ Dom¨ªnguez), parte de una colecci¨®n extensa que las Ediciones de la Torre llevan a?os publicando sobre poetas espa?oles y americanos. Despu¨¦s de sacar limpiamente el asunto a prop¨®sito de la auto-reconciliaci¨®n que Cernuda sinti¨® en un momento de su formaci¨®n, debida en parte a la lectura de Gide, A. J. Dom¨ªnguez escribe: "Para Cernuda, su homosexualidad no es s¨®lo sin¨®nimo de libertad, en contra de lo que afirma Octavio Paz, sino expresi¨®n de su reciedumbre y su valent¨ªa moral. Confesarse homosexual en un mundo regido por prohibiciones, normas y preceptos, desborda, en este caso, cualquier atisbo de provocaci¨®n. Es una afirmaci¨®n, un reto a la moral social". Del perfil biogr¨¢fico no se omite la importancia que en la escritura de los impresionantes Poemas para un cuerpo tuvo el amor por un muchacho mexicano, ni faltan en la antolog¨ªa algunos de los poemas m¨¢s contundentes y conflictivos del poeta sevillano. Cuando entrevist¨¦ a Gloria Fuertes para La edad de oro, la serie de retratos dialogados aparecidos semanalmente en el dominical de EL PA?S y luego en forma de libro, la conversaci¨®n fue sin tapujos. En su mejor poes¨ªa y en la intimidad, Gloria no los usaba. Puesto que hab¨ªa entre nosotros confianza hablamos de las cosas del coraz¨®n. "S¨®lo s¨¦ de poes¨ªa y de amor". La poeta ten¨ªa entonces 77 a?os. "A mi edad sigo amando, pero me freno. Ahora mismo hay alguien en mi vida". No conozco mejor obra de arte total que la ilusi¨®n amorosa de una persona vieja. Pero Gloria, como en sus grandes poemas, ten¨ªa el don de transformar la emoci¨®n en disparate, y el amor, sentimiento dislocado donde los haya, no escapaba a sus tratamientos de choque. Y as¨ª me cont¨®, mientras yo tomaba notas a diestra y siniestra, que en cierta ocasi¨®n, al sufrir un desenga?o, pens¨® seriamente en el suicidio. "Fui al metro decidida a matarme. Pero al ir a sacar el billete ligu¨¦, y en vez de tirarme al tren me tir¨¦ a la taquillera". Cuando me hart¨¦ de re¨ªr, le pregunt¨¦: "?Puedo contar esto, Gloria?". "No. Ahora no. Yo vivo de mis libros infantiles, y estas cosas podr¨ªan asustar a los padres, que son los que los compran". Naturalmente, respet¨¦ su deseo.
Ahora que Gloria ha muerto y sus libros (esperemos que no s¨®lo los infantiles pervivan, pues hay mucha maravilla en su obra adulta) seguir¨¢n poniendo rima a los sue?os de sus peque?os lectores, podr¨ªa ser un buen momento para plantear una hip¨®tesis. A la ni?a que lee en su cuarto El dinosaurio y do?a Flora, al ni?o a quien su padre le endilga La pulga Federica con la cucharada de los fideos, les importa un bledo con qui¨¦n se va a la cama la autora de aquellos versos juguetones. El lector est¨¢ en su derecho a disfrutar de la imaginaci¨®n de un escritor sin tener que tragarse ni la cocina donde cuece ¨¦l los productos ni sus costumbres de alcoba; del mismo modo que el artista no por el hecho de publicar ha de vender en p¨²blica subasta todo su esp¨ªritu, como tem¨ªa Emily Dickinson. Pero qu¨¦ dulce y reconfortante, qu¨¦ prometedor de una vida ¨®ptima ser¨ªa que la privacidad, que en s¨ª misma ni mejora ni trasciende las obras de arte, tampoco fuese el territorio del forzado encubrimiento y los disimulos. En esa vida de sue?o la encorbatada "mujer de verso en pecho", como gustaba de llamarse Gloria, quiz¨¢ podr¨ªa haber completado con naturalidad, sin recelo a los padres de los ni?os -y tambi¨¦n sin por ello hacer una provocativa reivindicaci¨®n sexual-, las iniciales de las "siete grandes personas amadas de mi vida" que en mi entrevista y en un poema suyo evoc¨®. ?Demasiado pedir o demasiado pronto? Me acuerdo de otros versos de Gloria Fuertes: "S¨®lo una vida es poco / para esto / de querer sin recompensa".
Babelia
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