La en¨¦sima v¨ªctima del 'doctor Muerte'
Un nuevo cad¨¢ver engrosa la lista de supuestos asesinatos de un m¨¦dico de Manchester
Harold Shipman, un m¨¦dico brit¨¢nico de cabecera de 52 a?os, tiene asegurado un destacado y macabro puesto en la historia delictiva del Reino Unido. Acusado formalmente del asesinato de ocho de sus pacientes, todos ellos mujeres, la polic¨ªa de Hyde, localidad cercana a Manchester, exhum¨® ayer un d¨¦cimo cad¨¢ver. La investigaci¨®n, que es llevada a cabo con gran sigilo para no herir los sentimientos del vecindario, incluye sospechas de hasta 60 asesinatos m¨¢s. ?l niega los hechos y su esposa Primrose, un a?o menor, suspira anonadada cada vez que los jueces acusan al doctor de un nuevo crimen.Los tribunales le han citado ya para finales del mes en curso y para enero pr¨®ximo. Winifred Mellor y Joan Melia, ambas fallecidas a los 73 a?os y Bianka Pomfret, desaparecida a los 49, son las tres primeras v¨ªctimas de cuya suerte deber¨¢ responder ahora Shipman. Otras cinco antiguas pacientes, cuyos nombres a¨²n no han trascendido, figuran en la siguiente lista a examinar por los jueces. Muertas entre 1997 y 1998, el m¨¦dico fue casualmente la ¨²ltima persona que las vio con vida. Los certificados de defunci¨®n llevaban adem¨¢s su firma, algo natural puesto que se trataba de su m¨¦dico de cabecera.
Cuando el caso empezaba a cobrar fuerza, Shipman accedi¨® a posar unos minutos para las televisiones nacionales. De estatura media, pelo cano y gafas de montura met¨¢lica, mostr¨® cierta impaciencia pero contuvo el gesto. En los dibujos realizados en la sala de vistas cada vez que comparece para ser inculpado de otro asesinato, aparece ahora alica¨ªdo y cabizbajo. Sus vecinos, que le conocen de siempre, no salen de su asombro.
En cambio, a la hija de Kathleen Grundy, que dio la voz de alarma, la actitud del m¨¦dico no le sorprende ya.
Cuando su madre, una viuda de 81 a?os, falleci¨® repentinamente a pesar de su legendaria buena salud tuvo sus dudas. Al descubrir que la anciana hab¨ªa modificado su testamento a favor del m¨¦dico dos semanas antes de desaparecer tom¨® una resoluci¨®n. Si su madre, que adoraba a sus nietos, era capaz de dejarle 75 millones de pesetas a Shipman, hab¨ªa que investigar las causas reales de la muerte.
Desde que fue alertada, la polic¨ªa se enfrenta a una de las tareas m¨¢s angustiosas de su servicio. Tiene que exhumar los cad¨¢veres de mujeres que llevan bien poco tiempo bajo tierra y eran conocidas en todo Hyde.
Denis Maher, sacerdote de la parroquia local de San Pablo, acompa?¨® a los detectives hasta el cementerio cuando sacaron a Marie Quinn, de 67 a?os. Como en otras ocasiones, forenses y agentes actuaron de noche para no atraer curiosos. Con ayuda de una gr¨²a e iluminados por focos especiales, los restos de la mujer fueron depositados en un lienzo y llevados al instituto anat¨®mico para su examen. "Cuando alguien muere y le dices adi¨®s en un funeral pasa una p¨¢gina solemne. Ahora tenemos que regresar y es horrible", ha reconocido el padre Maher.
Bernard Postles, el detective al frente del caso, no quiere fomentar la imaginaci¨®n popular y repite que no dar¨¢ cifras de posibles muertes. "Un hombre ha sido acusado de asesinato y el caso est¨¢ a¨²n pendiente de resoluci¨®n", dice cuando es preguntado por Harold Shipman. Terapeutas y psic¨®logos tienen tambi¨¦n asignada una delicada labor. A medida que avanza la investigaci¨®n, los familiares de las v¨ªctimas se hunden cada vez m¨¢s en la rabia y la desesperaci¨®n. Confortarles y reunirles para que compartan su dolor y se apoyen mutuamente ha sido una de las primeras medidas adoptadas. En cuanto a Primrose Shipman, nadie en Hyde osa hablar de ella. Libre por ahora de toda sospecha no puede evitar sobresaltarse cuando su hasta hace poco respetado marido accede al banquillo de los acusados.
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