El museo de los errores
Chile y Palestina. La violencia del pasado reciente encarnada por Pinochet -revulsiva de nuestros ¨¢nimos, invasora de tantas conciencias, viva por el procesamiento del dictador- se superpone a la violencia -continuada, inconmensurable, conculcadora de derechos, vidas y haciendas- que desde hace medio siglo asuela Palestina/Israel. Arrojada decisi¨®n de un ministro laborista brit¨¢nico, decidida apuesta de un presidente americano que opta por irritar a un importante sector de opini¨®n y plantarse en Gaza, otorgando as¨ª un mayor reconocimiento al pueblo palestino y sus derechos. Contrapunto ins¨®lito: banderas brit¨¢nicas y espa?olas quemadas (?honoris causa, no est¨¢bamos acostumbrados!), estandartes de las barras y estrellas por primera vez flameados por futuros ciudadanos del, en ciernes, Estado palestino.Palestina y Chile podr¨ªan vincularse a¨²n de otra manera. La secretaria de Estado Albright ha declarado que Estados Unidos cometi¨® "errores terribles" en Am¨¦rica Latina y, en concreto, en Chile, al apoyar activa y premeditadamente el golpe contra el Gobierno constitucional de Allende. Por su parte, la pasada primavera, Clinton pidi¨® perd¨®n en ?frica por el sost¨¦n prestado al apartheid y la esclavitud. Loable, pero ?por qu¨¦ un Gobierno democr¨¢tico ha de pedir siempre perd¨®n tarde en lugar de abstenerse a tiempo de conductas ignominiosas que acabar¨¢n forzando a solicitar excusas?
?Se dirige paulatinamente la actual Administraci¨®n norteamericana hacia un mea culpa por los errores terribles cometidos con los palestinos? Cuanto antes, mejor, porque son hist¨®ricos y, aunque no se habla mucho de ellos, est¨¢n bien documentados. Se remontan al 29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas aprob¨® la Resoluci¨®n 181, que divid¨ªa Palestina en dos Estados. Treinta y tres votos contra 13 obtenidos gracias a la intens¨ªsima presi¨®n sionista en Estados Unidos. Dos personajes clave de la ¨¦poca lo destacan en sus memorias. El presidente Truman escribi¨®: "Creo que nunca soport¨¦ mayor presi¨®n y propaganda dirigida a la Casa Blanca. Algunos de los l¨ªderes sionistas incluso sugirieron que presion¨¢ramos a naciones soberanas para obtener votos favorables". Y James Forestall, entonces secretario de Defensa, se lamentaba: "Nos hall¨¢bamos ante el hecho tremendo y penoso de que la pol¨ªtica exterior de este pa¨ªs estaba determinada por la contribuci¨®n que un particular bloque de intereses pudiera hacer a las arcas del partido. Los m¨¦todos usados fuera del Ejecutivo para coaccionar a otras naciones en la Asamblea General bordearon el esc¨¢ndalo. Nuestra pol¨ªtica para Palestina fue elaborada con prop¨®sitos miserables". No cabe duda de que -tal como acreditan historiadores, acad¨¦micos y pol¨ªticos de la ¨¦poca- fue esa enorme presi¨®n lo que llev¨® en 1947 a la partici¨®n de Palestina.
El diario chileno El Mercurio informa que el dictador Pinochet anda muy atribulado estos d¨ªas y prepara su testamento. En ¨¦l atribuir¨ªa las violaciones masivas de los derechos humanos a "los horrores no deseados de la guerra". Vivimos en un mundo sometido a actos genocidas, errores terribles y "horrores no deseados". Estados Unidos goza de un poder inmenso que puede poner al servicio de su pol¨ªtica exterior (lo que por ahora no es el caso de la Uni¨®n Europea). Si el presidente Clinton est¨¢ verdaderamente comprometido con el derecho de autodeterminaci¨®n del pueblo palestino (que resulta ser el caso de la UE) deber¨ªa aprovechar los tiempos que corren no tanto para rememorar el pasado como para afianzar el presente y estimular el futuro. Ello implica presionar para lograr una paz duradera y estable, que ¨²nicamente ser¨¢ posible si se tiene en cuenta la dignidad personal y colectiva de todos los afectados. Una paz basada en la violaci¨®n de los derechos humanos es fr¨¢gil desde su inicio. No ya es preciso no confundir paz con pacificaci¨®n (ni siquiera ¨¦sta se ha logrado), sino que adem¨¢s, cuando llegue esta ¨²ltima, habr¨¢ que esforzarse en acelerar el entendimiento mutuo, lo que ser¨¢ imposible sin atenuar el odio, producto de tanta iniquidad. Conseguida la paz y aspirando a su mantenimiento, la ¨²nica invocaci¨®n l¨®gica del pasado ser¨¢ la de John Elliott: hay que estudiar historia, porque la ignorancia conduce al recelo y al odio.
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