Cultura cient¨ªfica y acci¨®n de gobierno
En la edici¨®n de oto?o del bolet¨ªn de noticias de la Academia de Ciencias de Nueva York se rese?a el reciente nombramiento de Eleanor Baum como presidenta de la academia. Se citan algunas de sus ideas sobre la misi¨®n de la academia. Baum insiste en el inter¨¦s de una instituci¨®n en la que es posible un di¨¢logo interdisciplinar constante y hace particular referencia a las responsabilidades pol¨ªticas de cient¨ªficos e ingenieros en los ¨¢mbitos de gobierno en que los conocimientos cient¨ªficos y tecnol¨®gicos son imprescindibles. A prop¨®sito de este tema dice: "Cualquiera que haya tenido alguna experiencia en Washington, encuentra francamente terrible que gente joven, que est¨¢n en la plantilla del senado y el congreso, con licenciaturas en humanidades y que quiz¨¢ hayan hecho alg¨²n curso en ciencias, sean los que redactan los documentos que hacen referencia a temas cient¨ªficos y tecnol¨®gicos que afectan realmente la totalidad de nuestras vidas de una manera dram¨¢tica".Esta dura afirmaci¨®n, seguramente discutible en algunos aspectos, se refiere a un hecho desgraciadamente real y no s¨®lo en Estados Unidos. Seguramente algo parecido podr¨ªamos constatar en los pa¨ªses de Europa occidental y, muy particularmente, en Espa?a. La denuncia no es nueva, pero en este caso viene avalada por una personalidad eminente en el campo de la ingenier¨ªa. Un intento de soluci¨®n, repetidamente propuesto es que, a falta de una cultura cient¨ªfica generalizada, sean los expertos en ciencia y tecnolog¨ªa quienes emitan los dict¨¢menes necesarios previos a las decisiones de gobierno. El problema, sin embargo, es bastante m¨¢s complejo.
Por un lado la ciencia es seria, pero no es segura y, por otra parte, los cient¨ªficos son hombres y no ¨¢ngeles. Estos hechos explican la realidad frecuente de la emisi¨®n de dict¨¢menes contrarios por parte de cient¨ªficos de la misma categor¨ªa respecto a problemas concretos, con lo cual el gobierno y los gobernados hacen uso y arma argumental del dictamen que les parece convenir m¨¢s. Por otro lado, casi siempre se reclama un dictamen por expertos para una acci¨®n concreta que se plantea en una circunstancia, m¨¢s o menos, dram¨¢tica y urgente. Como ejemplo, pueden servirnos los casos muy frecuentes, que se han producido en nuestro pa¨ªs y fuera de ¨¦l, y que se refieren al emplazamiento de los dep¨®sitos de residuos. Esta forma perentoria no es la m¨¢s adecuada para decidir acciones de gobierno, ya que no existe una conciencia previa, suficientemente generalizada, del por qu¨¦ se producen los problemas que se intentan solucionar.
Posiblemente, en una etapa previa, se podr¨ªa intentar, a trav¨¦s de una informaci¨®n clara y desapasionada por parte de los expertos y de discusiones entre los grupos de la poblaci¨®n m¨¢s sensibilizados por la mejora de la calidad de vida, en las que dispusieran de la m¨¢xima y m¨¢s seria documentaci¨®n, que toda la poblaci¨®n se hiciera cargo de la magnitud del problema. Si se diera esta circunstancia se podr¨ªa juzgar, cuando llegara el caso, si las acciones que un gobierno propone son las m¨¢s adecuadas y mejores para resolver un problema. Parece evidente que, en este supuesto, no se dar¨ªa la paradoja de que haya oposici¨®n a resolver un determinado problema, lleg¨¢ndose simplemente a no hacer nada y, en esta etapa se tenga la sensaci¨®n de haber alcanzado una victoria, cuando, en realidad, el problema contin¨²a sin resolver y contin¨²a perjudicando a todos los ciudadanos de un determinado pa¨ªs o regi¨®n. Posiblemente otras sugerencias podr¨ªan hacerse sobre este problema. En cualquier caso, quiz¨¢ ya es hora que, de alg¨²n modo, se establezcan formas de actuaci¨®n para no encontrarnos inermes y sin capacidad de discernimiento frente a tantas circunstancias, potencialmente perniciosas, y tambien potencialmente beneficiosas, para la humanidad, derivadas de la aplicaci¨®n de la ciencia y la tecnolog¨ªa.
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