Sonidos inimaginables
A rebosar. Un espect¨¢culo para personas de siete a 70 a?os, edades entre las que se hallaba el p¨²blico que ayer abarrot¨® la sala de audiciones del Conservatorio de m¨²sica de Castell¨®n para escuchar y ver a Carles Santos. Sobre las butacas asomaban por igual abrigos de pieles y pelos puntiagudos. Quiz¨¢ la afici¨®n a la m¨²sica contempor¨¢nea sea algo minoritario, pero, en cualquier caso, es mayoritariamente diversa. En mitad del habit¨¢luco, un piano, un Steinway & Sons, de 700 kilos de peso y 24.000 kilos de tensi¨®n en las cuerdas. Un monstruo de cuyas tripas salen desde sonidos tenues a ronquidos indecifrables. El procedimiento compositivo del m¨²sico, tocar, memorizar y destruir la partitura qued¨® patente en la ausencia de papeles sobre el atril. De riguroso negro, el fen¨®meno Carles Santos y su persona aparecieron en la sala, unos minutos antes de empezar el concierto. Resoplando en el hueco de sus entralazadas manos y calentando falanges sobre su est¨®mago, ocup¨® los instantes previos al inicio de su interpretaci¨®n, no sin dejar de saludar a aquellos que, dubitativos, se acercaban a ¨¦l. Un saludo, un cambio de luz y unos segundos despu¨¦s ya se hallaba frente al piano, recoloc¨¢ndose las gafas, dispuesto a reiventar el arte de la m¨²sica. Toda una prueba de resistencia f¨ªsica y ps¨ªquica fue la que mostr¨® el m¨²sico; al castellonense Santos nadie le puede decir que no suda la camiseta, fue compositor y actor durante la interpretaci¨®n de su obra Codi o estigma? Una hora seguida, sin descansos, sin respiros ni treguas, fue el tiempo que el pianista se mantuvo en la banqueta con sus manos sobre las teclas. Las mismas sobre las que, el r¨¢pido movimiento de sus dedos, parec¨ªa multiplicarlos por tres. Fue como una novela, un largometraje en una sala de cine moderno, sin cambios de cinta pero con planos muy diferentes. Desde paisajes des¨¦rticos y reflexiones esenciales hasta largas y enfurecidas batallas que acaban en duelo, si no en desvanecimiento. El minimalismo caracter¨ªstico de Santos tambi¨¦n est¨¢ presente en esta obra. De hecho, el propio compositor ha reconocido que Codi o estigma? refleja su militancia, participaci¨®n y creencia en la renovaci¨®n musical, siempre sin olvidar la tradici¨®n. As¨ª, melod¨ªas minimalistas cohabitan junto a otros fragmentos que recuerdan sus obras anteriores, enlazados con acordes que posibilitan cambios, no bruscos pero s¨ª tajantes, hasta ensalzar el contraste m¨¢s impetuoso. Todo ello con grandes dosis del tratamiento m¨¢s libre, flexible, amoldable, inimaginable y espectacular que otorgan las notas de un piano. Carles Santos es distinto. Puede gustar o no. Pero nunca resulta indiferente. Vitalidad, imaginaci¨®n, t¨¦cnica, resistencia, sentimiento y habilidad son unas pocas de las palabras posibles de extraer del concierto con el que han culminado las II Jornadas de Teatro, dedicadas a las nuevas tendencias, organizadas por la Asociaci¨®n de Espectadores Platea. La tensi¨®n produjo agotamiento, tanto en el p¨²blico, desacostumbrado a la ruptura de rituales, como al artista. Al contrario de como se anunciaba, no era un espect¨¢culo, sino un concierto. Pero un concierto espectacular.
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