Gordos que no pesan
Jos¨¦ Manuel del Molino rememora el "vuelco que le dio el coraz¨®n" cuando hace 31 a?os cant¨® el primer premio
Jos¨¦ Manuel del Molino, de 42 a?os, cant¨® el primer premio la loter¨ªa de Navidad en 1967. Ahora, cuando cada 22 diciembre escucha en la radio cantinela de los ni?os de San Ildefonso, su memoria se recrea en la imagen humeante huevo frito reci¨¦n hecho. Y es que, en el inmenso comedor colegio de San Ildefonso, aulas desiertas por las vacaciones, ¨¦l y sus compa?eros cantores disfrutaron la ma?ana de diciembre de 1967 de ese desayuno extraordinario momentos antes de salir para el sorteo. Esa ma?ana ¨¦l desconoc¨ªa que la suerte iba a salir de su garganta, si no el huevo se le hubiera atragantado. Fue a las doce y media de la ma?ana: Jos¨¦ Manuel cant¨® el 43758 y su compa?ero le secund¨® con los 75 millones de pesetas. "El coraz¨®n me dio un vuelco y tuve ganas de saltar...", describi¨®. "Luego vi las cuatro c¨¢maras de televisi¨®n enfocarme, sab¨ªa que millones de espectadores me estaban viendo y me dio un escalofr¨ªo que me recorri¨® todo el cuerpo", se?ala.
Jos¨¦ Manuel del Molino hab¨ªa pasado a engrosar la relaci¨®n de ni?os de la suerte que iniciara, en 1771, otro alumno del colegio, Diego L¨®pez, el primero en cantar el gordo de un juego que se hab¨ªa creado en 1763. Desde entonces, cantar la loter¨ªa ha sido un premio para los alumnos de este colegio madrile?o. "Daba un cierto status. No era una cosa desorbitada, pero s¨ª te daba cierto nivel entre el resto de los chavales". Para ingresar en este club "nos hac¨ªan pruebas de voz, de entonaci¨®n, pero era muy importante que no fueras especialmente malo, que no hicieras muchas barrabasadas". Sin embargo ¨¦l, que reconoce no haber sido "especialmente bueno" cuando le eligieron en el 66, ya no dej¨® de cantar hasta el 71, a?o en el que se march¨® del colegio con el bachiller elemental.
Hoy, empleado de banca, su vida parece estar condenada a manejar fortunas ajenas, sin rozarlas. El f¨²tbol no es una de sus pasiones, pero no hace quinielas. A los ciegos confiesa jugar espor¨¢dicamente, lo mismo que a la loter¨ªa. "S¨®lo echo en Navidad y porque se ha convertido en un juego en el que participas por intercambiar n¨²meros con los amigos".
La suerte ha demostrado a lo largo de los siglos ser caprichosa. El gordo navide?o jam¨¢s ha reca¨ªdo en millares como el 27, 37, 39 o 41 y, sin embargo, n¨²meros como el 15640 se lo han llevado en dos ocasiones. En cuanto a terminaciones, el gordo tiene tambi¨¦n sus fijaciones. Nunca ha acabado, por ejemplo, en 10, 13, 21, 25, 31, 43, 51, 59 o 67 y, por el contrario, seis veces lo ha hecho en 85 y otras tantas en 57. Los reintegros m¨¢s premiados han sido el 5 (29 veces) y luego el 4 (26 ocasiones).
A la vista de los resultados de los sorteos desde 1812 hasta ahora, se podr¨ªa decir que Madrid es una ciudad con suerte. En 70 ocasiones el gordo de Navidad decidi¨® quedarse aqu¨ª. A Barcelona viaj¨® 36 veces; 14, a Sevilla, y en 10 ocasiones decidi¨® hacer ricos a lo gaditanos y zaragozanos.
En sus 235 a?os de vida, la historia tambi¨¦n encierra m¨¢s de un pleito por la fortuna. Seg¨²n contaba la Hoja del Lunes, en 1957, una sucursal bancaria de Ponferrada envi¨® por correo, a la central de Madrid, varios billetes de loter¨ªa de Navidad. Un incendio arras¨® el vag¨®n postal en el que viajaban y los billetes se volatilizaron. "La diosa Fortuna, a la que t¨®picamente se califica siempre de veleidosa", relataba el diario, "hizo que aquellos billetes tuvieran premio". Un premio que la administraci¨®n de loter¨ªas se neg¨® a pagar al no haber constancia de tales billetes. El Tribunal Supremo zanj¨® el asunto siete a?os m¨¢s tarde alegando que, en el momento de meterlos en el vag¨®n postal, los billetes eran responsabilidad de la administraci¨®n, en este caso de Correos, y, por tanto, hab¨ªa que pagar.
El terror que, seg¨²n Jos¨¦ Manuel, atenaza a cada ni?o cantor cuando sale a la palestra, equivocarse en un premio, se materializ¨® ese a?o. Uno de los ni?os introdujo por error una bola de premio en el alambre de las bolas de n¨²meros y qued¨® un premio sin adjudicar. Para solucionar el en tuerto hubo que cantar de nuevo las tres ¨²ltimas tablas. Los poseedores de los n¨²meros 19672 y 44398 —segundo y tercer premios, respectivamente— vieron en cuesti¨®n de segundos esfumarse sus ganancias. Su premio qued¨® anulado en favor del 44824 y del 8706. Si alguno de ellos blasfem¨® en chino no constaba en los peri¨®dicos.
Pero la loter¨ªa tiene otra misi¨®n, adem¨¢s de convertir en millonarios a pobretones de solemnidad. A ella han recurrido m¨¢s de una vez los gobernantes para financiar obras cuando escaseaban los recursos.
El Ayuntamiento de la capital, sin ir m¨¢s lejos, organiz¨® en 1888 tres sorteos para cubrir los gastos de la exposici¨®n hispano-colonial. S¨®lo lleg¨® a realizar uno porque los beneficios estuvieron muy por debajo de las expectativas. De los 2.700.000 pesetas que pensaba recaudar apenas reuni¨® 1.750.000, que le dieron para comprar los altos del Hip¨®dromo, unos terrenos frente al Hip¨®dromo existente entonces en la Castellana, donde hoy est¨¢n los Nuevos Ministerios.
A Jos¨¦ Manuel del Molino nunca le cay¨® el gordo de Navidad, pero no se queja. La generosidad de aquellos a quien convirti¨® en millonarios le compens¨® con creces. En 1966, un compa?ero suyo mand¨® el primer premio a Alzira. Luis Su?er, el mecenas local y propietario de la firma de helados Avidesa, entreg¨® 100.000 pesetas a cada ni?o "una fortuna entonces", y les invit¨® a visitar la ciudad. "Fuimos en avi¨®n a Manises y desde all¨ª nos escolt¨® la polic¨ªa municipal hasta Alzira. Nos recibieron como h¨¦roes. Para m¨ª fue vivir una aut¨¦ntica pel¨ªcula. Ese fue mi gordo".
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