?La "tercera v¨ªa" a la desigualdad?
En el ¨²ltimo n¨²mero de Politique cuenta Philippe Masli¨¨re que en la cumbre franco-brit¨¢nica de Londres en noviembre de 1997, el primer ministro brit¨¢nico Tony Blair elogiaba ante el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, los m¨¦ritos de una econom¨ªa "desregulada" y "flexible". Chirac, perplejo, pas¨® a describir una econom¨ªa de corte intervencionista. Ante la insistencia de su invitado, Jacques Chirac comentaba lo divertido de la situaci¨®n: que un conservador tuviera que defender un modelo socialdem¨®crata moderado frente a un primer ministro laborista. Los t¨¦rminos del debate abierto en la UE por Blair pueden encontrarse en esa an¨¦cdota. ?Se trata de un conservadurismo con rostro humano, simple suced¨¢neo del thatcherismo? O, ?podemos encontrar en la pol¨ªtica laborista el germen de un proyecto radicalmente innovador entre lo que Blair denomina la vieja izquierda estatalista y el libre juego del mercado de liberalismo conservador? Deudor del t¨¦rmino y la idea de Bill Clinton, Blair define los contornos de su tercera v¨ªa entre la vieja izquierda socialdem¨®crata y la nueva derecha liberal conservadora. Seducidos por la idea pol¨ªtica del centro radical de Giddens, los think-tanks laboristas buscan el punto geom¨¦trico de un movimiento modernizador de centro que pueda sentar las bases de una nueva econom¨ªa mixta en la cual un nuevo Estado democr¨¢tico completar¨¢ sus funciones de poder p¨²blico. La tercera v¨ªa de Blair tiene, sin embargo, dificultad en aparecer como un proyecto original. Cr¨ªticas como las de Roy Hattersley en The Guardian apuntan que se trata de un proyecto vago, que imagina una variante de liberalismo social de la Fabian Society. Seg¨²n otras, como las de David Marquand en Prospect, se trata de una tentativa audaz de construir una corriente democristiana. Esta hip¨®tesis no carece de fundamento. Blair ha subrayado que su compromiso pol¨ªtico en el Labour est¨¢ determinado por su fe cristiana. Cotidianamente el primer ministro pone en pr¨¢ctica los principios de lo que podemos denominar un comunitarismo cristiano insistiendo sobre el aspecto fundamental para la integraci¨®n social de las comunidades de base entre las que destaca la familia. En el plano social y econ¨®mico, las desigualdades crecientes de renta a las que conducen las nuevas formas de acumulaci¨®n capitalista, la globalizaci¨®n, no parecen conmocionar demasiado a los dirigentes del New Labour. En tiempos del thatcherismo, el New Labour apost¨® por el discurso y el ideal del capitalismo emprendedor y cosmopolita, que conoci¨® su apogeo en Gran Breta?a a principios del XIX. Como los conservadores, el gobierno de Blair estimula a los self-made meritocrats que se enriquecen sin tener que solidarizarse f¨ªscalmente con los menos favorecidos, dado el compromiso electoral de que las tasas impositivas no ser¨ªan revisadas al alza. Visto el nivel de deterioro avanzado de los servicios p¨²blicos en Gran Breta?a, tras dos decenios de retirada masiva del Estado, la posici¨®n de los neolaboristas parece surrealista. Paddy Ashdown, el l¨ªder del partido liberaldem¨®crata, acusa al Labour Party de haber dado la espalda a sus objetivos hist¨®ricos de redistribuci¨®n de la renta. Los liberaldem¨®cratas proponen, por el contrario, un esfuerzo fiscal de los contribuyentes con el fin de restablecer el nivel de los servicios p¨²blicos de sanidad, ense?anza y transporte en plena decadencia. Esta propuesta ha permitido al tercer partido brit¨¢nico mejorar su situaci¨®n electoral y ser considerado por los mass media como m¨¢s de izquierda que el laborista. En Espa?a, una reclasificaci¨®n similar ver¨ªa a CiU a la izquierda del PSOE. El laborismo brit¨¢nico fue el partido de los trabajadores hasta hace poco. Se trataba de una formaci¨®n unida org¨¢nicamente a los sindicatos, que defend¨ªan una concepci¨®n de la justicia social desde pol¨ªticas de imposici¨®n progresiva y de redistribuci¨®n de la renta; con los socialdem¨®cratas suecos, austr¨ªacos y alemanes, el Labour ha sido una de las variantes m¨¢s logradas del modelo socialdem¨®crata europeo de posguerra. Tras la llegada de Blair a Downing Street, las relaciones entre el gobierno y los sindicatos han sido distantes por no decir inexistentes. Dos importantes decisiones gubernamentales, se encuentran en fase de elaboraci¨®n: la introducci¨®n del salario m¨ªnimo y la reposici¨®n de derechos de representaci¨®n sindical en las empresas. Para su estudio, el gobierno se reuni¨® con representantes de la patronal y de los sindicatos, pero la fecha para la puesta en pr¨¢ctica del primero, el M¨ªnimum Wage, ha sido pospuesta sin d¨ªa fijo. Presionado por la patronal, Tony Blair abriga dudas a la hora de comprometerse, pues el contenido radical de la medida podr¨ªa asustarla. Mientras tanto sigue siendo legal en Gran Breta?a pagar unas dos libras (unas 500 pesetas) por hora a un trabajador no cualificado y despedirlo sin preaviso ni compensaci¨®n econ¨®mica, si el contrato dura menos de dos a?os. ?Qu¨¦ pueden hacer los sindicatos? La pr¨¢ctica desaparici¨®n de derechos de representaci¨®n sindical causada por la pol¨ªtica de Thatcher no parece figurar en la agencia de Blair, pues no se apresura a tomar las medidas de reposici¨®n de derechos. El efecto desmovilizador sobre los trabajadores no se ha hecho esperar. En las elecciones municipales celebradas el pasado mayo, la tasa de participaci¨®n en Gran Breta?a alcanz¨® a duras penas el 30%. Al norte del pa¨ªs, zona tradicionalmente fuerte en voto laborista es donde la apat¨ªa electoral ha sido m¨¢s elevada. Los spin doctors del New Labour dicen que la abstenci¨®n indica un alto nivel de satisfacci¨®n entre los trabajadores respecto al gobierno, porque si no, los votantes hubieran sancionado al neoliberalismo. Esta sociolog¨ªa electoral c¨ªnica no toma en cuenta el hecho de que al estar la oferta pol¨ªtica brit¨¢nica reducida a tres formaciones, una de derechas y dos de centro, millones de electores de izquierdas se han refugiado en la abstenci¨®n. Las clases medias y medias-altas tienen el sentimiento de que el gobierno neolaborista se desinteresa de su suerte, si bien la falta de una alternativa pol¨ªtica a la izquierda del Labour los anclar¨¢ a ¨¦l en el caso de movilizarlos de nuevo. El neolaborismo de Blair ha supuesto una transformaci¨®n tal de la estrategia del Labour Party, que ocupa un sitio aparte en la socialdemocracia. Menospreciando a los socialistas franceses, estimando que no tiene nada que aprender de los suecos, austr¨ªacos y alemanes, se encuentra en perfecta sinton¨ªa con Clinton. En una entrevista con motivo de su visita a Washington, Blair lanz¨® un duro golpe a la socialdemocracia europea al ignorar la II Internacional y proponer una nueva de centro-radical. Las intenciones de esta internacional-bis se parecen a su programa electoral de inspiraci¨®n liberal de 1997, y el eje de dicha estrategia pasa por unas relaciones privilegiadas con Clinton y Cardoso, presidente del Brasil. Podemos as¨ª comprender el mosqueo de sus colegas europeos. Era del todo esperable esta reacci¨®n, pues desde una perspectiva europea lo l¨®gico es preguntar si la actual singladura del New Labour no le aparta de lo que cabe esperar de todo proyecto progresista: una apuesta permanente por m¨¢s igualdad social.
Josep Mar¨ªa Felip es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia.
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