Caos en el psiqui¨¢trico
Un informe revela el descontrol de un centro de seguridad en el Reino Unido para delincuentes peligrosos
Ni el m¨¢s exagerado de los guiones cinematogr¨¢ficos habr¨ªa podido superar los siniestros hechos acaecidos en el hospital psiqui¨¢trico brit¨¢nico de Ashworth, al oeste de Inglaterra, y que incluye a varios de los enfermos mentales m¨¢s peligrosos del pa¨ªs. Dirigido por un equipo m¨¦dico incompetente y vigilado por unos guardianes m¨¢s pr¨®ximos a la delincuencia que al cuidado de los pacientes, el lugar era un nido de violencia no ajeno al tr¨¢fico de drogas o el trasiego de material pornogr¨¢fico.El apelativo de m¨¢xima seguridad aplicado al centro no impidi¨® que le fuera franqueada la entrada a una ni?a de ocho a?os. La suya no era una visita corriente. Con la connivencia de los enfermeros, la peque?a fue llevada junto a pederastas convictos, que jugaron con ella a escondidas en el jard¨ªn. El informe oficial que acaba de confirmar su presencia y el resto de las irregularidades sugiere que estaba siendo "preparada para los abusos de que ser¨ªa luego objeto". Para bochorno del ministro de Sanidad, Frank Dobson, y estremecimiento general, la menor llevaba puesta s¨®lo una braguita cuando era subida a la espalda de los adultos como si montara a caballo.
Este episodio tal vez sea el m¨¢s escalofriante, pero la identidad del delator constituye una sorpresa adicional. Se llama Stephen Dagget y huy¨® del centro en 1996. Durante 13 d¨ªas consigui¨® burlar a la polic¨ªa y su fuga se convirti¨® en algo m¨¢s que una protesta. Mientras permanec¨ªa en paradero desconocido, denunci¨® el trato recibido por los internos en la denominada unidad de des¨®rdenes de la personalidad. Cuando uno se portaba mal era metido en una celda de aislamiento sin apelaci¨®n posible. Dagget, que es tambi¨¦n un pederasta, fue el primero en advertir de los peligros que corr¨ªa la ni?a. Para no ser tachado de mentiroso o fabulador compil¨® todos sus recuerdos en una especie de informe titulado Mis dudas. Ya que no pod¨ªa interpretar el papel de h¨¦roe valeroso, escogi¨® el de denunciante en apariencia espurio, pero que ha sido ahora vindicado.
Poco despu¨¦s de su fuga dimiti¨® la directora ejecutiva del hospital, Janice Miles. Las pesquisas oficiales dieron entonces comienzo y la presentaci¨®n de sus conclusiones, efectuada ayer, ha provocado un tormentoso debate en la C¨¢mara de los Comunes. Stephen Dagget era t¨¦cnicamente un enfermo mental peligroso. Poco antes de su desaparici¨®n, sin embargo, un asistente sanitario de Ashworth fue suspendido por tener antecedentes penales. Hab¨ªa sido condenado en su d¨ªa por posesi¨®n de pornograf¨ªa infantil. El relato del pederasta enfurecido empezaba as¨ª a cobrar cuerpo y ahora ha estallado en las manos de un ministro que acaba de admitir el colapso mismo de la sanidad p¨²blica. Faltan camas hospitalarias y apenas si hay enfermeras en los centros p¨²blicos del Reino Unido.
Atacado por todos los flancos, Dobson ha propuesto una soluci¨®n intermedia. "El problema de Ashworth no radica en el centro, sino en la gerencia. Con nuevos expertos podremos limpiar y redimir el lugar", afirm¨® en los Comunes, entre los abucheos de la oposici¨®n conservadora. El juez Peter Fallon, a cargo de la descorazonadora investigaci¨®n, ha recomendado el cierre del lugar y el traslado de todos sus pacientes. "El centro no tiene arreglo. Hay que clausurarlo", ha dicho. Aunque el ministro mantiene a¨²n la esperanza, ha reconocido que los pacientes con problemas psiqui¨¢tricos o des¨®rdenes de la personalidad, muy dif¨ªciles estos ¨²ltimos de diagnosticar y tratar, deben permanecer en lugares dotados de una mayor seguridad. Tal vez un ala especialmente abierta para ello en las prisiones tradicionales sea la soluci¨®n adoptada en el futuro.
El actual equipo de Ashworth, por su parte, est¨¢ desolado. No todos los que ahora trabajan all¨ª son culpables de los abusos, pero la casa arrastra una penosa historia. En 1991, un documental televisivo afirm¨® que el paciente Sean Walton hab¨ªa fallecido dentro, despu¨¦s de una paliza propinada por los propios enfermeros. La primera investigaci¨®n a fondo fue efectuada bajo los auspicios del Gobierno tory, que ya observ¨® violencia y abusos de poder. Tras una depuraci¨®n, el lugar pareci¨® entrar en una nueva era.
Entre los internos de hace una d¨¦cada figuraba ya Ian Brady, un notorio asesino de ni?os al que el Ministerio del Interior no piensa poner en libertad. Hace muy poco lleg¨® Horret Campbell, que casi mat¨® a machetazos a una maestra y a sus alumnos en una guarder¨ªa.
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