Brown propone arrogancia y Tergat la costumbre
Durante unas zancadas pareci¨® que esta vez no, que los europeos no dimitir¨ªan en una reuni¨®n internacional de cross. Pero bastaron unas pocas de esas otras zancadas, las que dibujan abismos, para que la ilusi¨®n se desvaneciera en Elgoibar. Ganaron el keniano Tergat y la et¨ªope Gebregeorgis, los se?alados. No existen f¨®rmulas para competir contra el pelot¨®n africano. A veces, ni siquiera queda margen para competir. No ayer. No con el gal¨¦s John Brown y su arrogante flema. Brown opt¨® de salida por lo que pudo parecer un suicidio deportivo y result¨® una demostraci¨®n de autoestima y seguridad. Corri¨® como se corre en los patios de las escuelas o como corren los que intuyen su superioridad. O quiz¨¢s quiso asegurarse el segundo puesto, algo que su velocidad acostumbra a negarle. Por eso destroz¨® la carrera. Ayer, los europeos y el mexicano Cu?ado, animados por el dudoso pedigr¨ª de los africanos[s¨®lo Tergat y Gachara contaban] se regalaron el beneficio de la duda. Atacaron a relevos desde el pistoletazo entre at¨®nitos y esperanzados por la supuesta indiferencia de Tergat, mucho tiempo atento al paisaje guipuzcoano.
Su llegada templ¨® los ¨ªmpetus generales, Fiz incluido (8? al final). Pero soliviant¨® a John Brown. Este ¨²ltimo se reserva los derechos de r¨¦plica al dominio africano. Brown, tercero esta temporada en el cross de Durham, culibajo y de estructura estrecha, ense?¨® a Tergat su correr meticuloso. El keniano, cuatro veces camp¨¦on del mundo de la especialidad, cedi¨® dos metros, luego dos m¨¢s y se plant¨® a seis pasos del gal¨¦s. As¨ª permaneci¨® durante tres kil¨®metros, tiempo suficiente para animar las apuestas. De hecho, Brown ya no ten¨ªa m¨¢s con que apostar. Se instal¨® en su agon¨ªa esperando que fuera tambi¨¦n la de Tergat. En vano. En uno de los ¨²ltimos giros de 90 grados del circuito, Brown redujo el paso; Tergat increment¨® el ritmo de su zancada sedosa. Cien metros m¨¢s all¨¢ les separaban tres segundos; seis, otros cien metros m¨¢s lejos. Brown manten¨ªa su cadencia sin hundirse y Tergat flotaba. Como acostumbra. Casi la misma historia que conoce la et¨ªope Gebregeorgis.
La prueba femenina adelant¨® el gui¨®n de la masculina. Aqu¨ª, la aragonesa Larraga convirti¨® en cuesti¨®n de honor el manejo de la carrera. El ritmo ser¨ªa el suyo, tambi¨¦n los ataques y la impotencia cuando la suave Gebregeorgis decidi¨® cambiar. Igual que Brown, tuvo un kil¨®metro para pensar, la vista puesta en una figura menguante, en estrategias inveros¨ªmiles.
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