La palmera de Russafa MART? DOMINGUEZ
En frente del mercado de Russafa acaban de derribar unas casas, y entre los escombros ha aparecido, para sorpresa de todos los transe¨²ntes del barrio, una palmera. Es una palmera canaria, de esas de tronco rechoncho y de palmas anchas y pomposas, de esas de tendencias proletarias que germinan de un d¨¢til medio ro¨ªdo en el resquicio m¨¢s inveros¨ªmil de un jard¨ªn. Mientras que la mayor parte de las palmeras de Valencia son datileras (entre ellas las tres o cuatro de San Valero) y provienen de viveros -y con frecuencia del robo encubierto de los huertos de Elx y Oriola-, de ¨¦sta podemos asegurar que ha crecido en Russafa desde el m¨¢s tierno embri¨®n. Es -por fijar los t¨¦rminos- russafina. Germin¨® en aquella calle por accidente (como las higueras del diablo crecen retorcidas en los campanarios) y all¨ª hab¨ªa vivido escondida en alg¨²n patio de interior hasta ahora, hasta que los bull-dozers han destruido para siempre su tranquilidad y anonimato. Ya nadie se acuerda de aquellas casas que estaban en la esquina y que miraban al mercado. Ahora las inmobiliarias proyectan realizar un edificio, que por los bocetos que he podido ver competir¨¢ en horror y fealdad con la arquitectura del mercado de Russafa, o con la nueva casa que acaban de construir impunemente en la calle del Clero. Los arquitectos siempre consiguen sorprenderme, y en lugar de intentar reproducir el aspecto de las casas derribadas, o de las sencillas y discretas casas de Cura Femen¨ªa o de Doctor Serrano, han proyectado un edificio acristalado, con hierros pintados de rojo, de un mal gusto que, a estas alturas, parece inveros¨ªmil. Un edificio que, adem¨¢s, ?oh! infamia, llamar¨¢n El Jard¨ªn de Ruzafa. Y me pregunto ?la palmera de Russafa estar¨¢ contemplada en ese proyecto de jard¨ªn? Porque, lo que son las cosas, en esa Russafa, que en ¨¢rabe significa "jard¨ªn", en esa zona de Valencia tan valenciana, no existe ni un solo jard¨ªn, y si me apuran, ni un solo ¨¢rbol. Los top¨®nimos cada vez m¨¢s son el palimpsesto de un tiempo pasado, y quiz¨¢ en el futuro, cuando la ciudad crezca y se lo coma todo, existir¨¢ un barrio de Valencia que se llamar¨¢ Albufera, que en ¨¢rabe significa "el lago". Y muy probablemente tampoco habr¨¢ ni un solo estanque, ni una sola fuente, ni un solo ¨¢rbol. Pero a mi ahora me preocupa el futuro de esta pobre palmera. Podr¨ªan hacer como en la avenida de Arag¨®n con aquella carrasca que apareci¨® de repente en uno de los patios de las casas que desalojaron. Ahora sin duda es una de las m¨¢s bellas encinas del Pa¨ªs Valenciano, con sus ramas abiertas en cruz, y su porte elegante, ceniciento, que recuerda a Antonio Machado. En toda la avenida han plantado carrascas, para que la acompa?en en su singular soledad, y poco a poco ¨¦stas han crecido hasta alcanzar un muy buen aspecto. Podr¨ªan hacer algo parecido en la triste calle de Russafa y plantar algunas palmeras. Palmeras canarias, claro. No esas palmeras cursis de Mediterr¨¤nia, que apestan a bronceador de Benidorm. O a¨²n mejor: en lugar de ese edificio que piensan construir para gloria de todos los valencianos, podr¨ªan hacer un jard¨ªn. Un jard¨ªn de verdad. No un edificio con ese nombre, sino una zona verde -la primera de Russafa- donde la palmera russafina tuviese un futuro digno. Y as¨ª dar sentido a muchas cosas, entre ellas al nombre de un barrio que -se reir¨¢n- a¨²n es de todos los valencianos.
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