El olvido de la cotidianidad
Estamos hoy viendo en Espa?a un gran debate sobre la naturaleza del Estado espa?ol, discuti¨¦ndose con gran intensidad grandes temas de Estado que tienen que ver predominantemente con problemas de identidad o identidades nacionales y su configuraci¨®n y articulaci¨®n dentro del espacio pol¨ªtico del pa¨ªs. Argumentos a favor y en contra del derecho a la autodeterminaci¨®n, por ejemplo, y su permisividad dentro de la Constituci¨®n espa?ola est¨¢n ocupando un gran espacio en los medios de comunicaci¨®n del pa¨ªs. Es importante constatar, sin embargo, que la intensidad de este debate est¨¢ ahogando los temas de la cotidianidad que preocupan a las clases populares y a la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa espa?ola. Los enormes problemas de la vida cotidiana del pueblo espa?ol, tales como la falta de trabajo para grandes sectores de la poblaci¨®n (un total de 3.823.252 parados, seg¨²n el ¨²ltimo informe de la EPA); la inestabilidad e inseguridad laboral (el 64% de la poblaci¨®n trabajadora, incluyendo aquellos que tienen trabajo fijo, tienen miedo a perder su trabajo, siendo ¨¦ste el porcentaje m¨¢s alto entre los pa¨ªses de la OCDE, despu¨¦s de EE UU. OCDE, 1997); la preocupaci¨®n de los padres por la calidad de las escuelas de sus hijos, que condicionar¨¢n en gran manera su futuro (las escuelas primarias y secundarias espa?olas, tanto privadas como p¨²blicas, contin¨²an siendo de las que tienen peores indicadores de calidad en la UE, en ¨¢reas fundamentales tales como el conocimiento de matem¨¢ticas y ciencias y la comprensi¨®n de lecturas. OCDE, 1998); la sobrecarga de responsabilidades de las familias, y muy en particular de las mujeres, en la atenci¨®n de ni?os, adolescentes y ancianos con escasa ayuda estatal (la mujer espa?ola es la que pasa m¨¢s horas trabajando en la familia, siendo 48 horas, m¨¢s del doble que la mujer danesa, 22. Eurostat, 1998); la escasez de trabajo y vivienda para los j¨®venes de nuestro pa¨ªs, responsable de que Espa?a sea uno de los pa¨ªses en la UE en que los j¨®venes vivan con sus padres hasta edades m¨¢s tard¨ªas, retrasando el proceso de formaci¨®n familiar, causa de la baja fertilidad (la m¨¢s baja del mundo. UND, 1998); las bajas pensiones (de las m¨¢s bajas en la UE. OCDE, 1997), y otros mucho temas que, con raz¨®n, angustian y preocupan a nuestra poblaci¨®n quedan postergados, cuando no olvidados, en este gran discurso sobre los temas existenciales del Estado espa?ol. Hemos visto recientemente, por ejemplo, c¨®mo el tema de si es necesario o aconsejable tener el derecho a 1a autodeterminaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco acapar¨® pr¨¢cticamente todo el espacio medi¨¢tico de la ¨²ltima campa?a electoral en aquel pa¨ªs, mientras que las encuestas populares mostraban que el tema que preocupaba m¨¢s a la juventud vasca era el paro, tema al que apenas se dedic¨® espacio medi¨¢tico en aquella campa?a. Y dentro de poco habr¨¢ elecciones en Catalu?a, en las que hay una probabilidad muy alta de que el espacio medi¨¢tico se centre, una vez m¨¢s, en temas de identidad y esencia nacional, sin que temas de la cotidianidad de la poblaci¨®n catalana tengan prioridad en aquel espacio, lo cual podr¨¢ causar que gran parte de la poblaci¨®n catalana -y muy en particular las clases populares- se abstuvieran una vez m¨¢s de participar en aquellas elecciones auton¨®micas por considerar que los temas que estos sectores de la poblaci¨®n consideran prioritarios no se toquen en aquel debate pol¨ªtico mediatizado por unos medios de comunicaci¨®n que condicionan y determinan en gran manera lo que es importante y visible en aquel debate. Estamos ya viendo, a varios meses de las elecciones auton¨®micas, c¨®mo los grandes temas medi¨¢ticos en Catalu?a son temas de identidad (como el tener o no selecciones deportivas catalanas), ignorando que para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n catalana ¨¦ste no es un tema prioritario. Los son, en cambio, temas de su cotidianidad que no aparecen en aquel debate medi¨¢tico, tales como la baja calidad de las escuelas p¨²blicas en Catalu?a (de las que tienen peores indicadores de calidad en Espa?a), debido en parte a que son de las escuelas p¨²blicas que tienen un gasto por estudiante menor en Espa?a; el escaso desarrollo de la atenci¨®n primaria sanitaria, una de las m¨¢s retrasadas en Espa?a, con un porcentaje mayor de la poblaci¨®n (en Barcelona, m¨¢s de la mitad de la ciudadan¨ªa), atendida por los centros no reformados, donde el tiempo promedio de visita es mucho menor que en los centros reformados; las tasas altas de accidentalidad y fatalidad laboral, de las m¨¢s altas en Espa?a (y en la UE); las mayores tasas de infecci¨®n por sida en Espa?a (y en la UE), y un largo etc¨¦tera que queda ahogado en este gran debate sobre la identidad nacional que pone el color de las camisetas de los deportistas catalanes en el centro de debate medi¨¢tico. El debate sobre la identidad (los grandes debates existenciales sobre la forma de Estado) no tendr¨ªa por qu¨¦ ahogar el debate sobre la cotidianidad si se explicara a la ciudadan¨ªa c¨®mo la soluci¨®n de los problemas de la identidad resolver¨ªan los problemas de la cotidianidad, lo cual no se est¨¢ haciendo, en detrimento de la calidad democr¨¢tica de nuestro pa¨ªs, con un creciente distanciamiento entre lo que las clases populares -la mayor¨ªa de la poblaci¨®n- consideran importante -la resoluci¨®n de sus problema cotidianos- y lo que el establishment medi¨¢tico considera importante. Este distanciamiento se basa, en parte, en una experiencia y percepci¨®n de nuestra realidad, que es muy distinta para las ¨¦lites medi¨¢ticas que para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Ello contribuye a que se est¨¦ reproduciendo un mensaje complaciente de satisfacci¨®n con la situaci¨®n real del pa¨ªs. Estamos viendo c¨®mo, excepto contad¨ªsimas excepciones, se est¨¢ transmitiendo el mensaje de que estamos resolviendo el problema del paro, el problema que est¨¢ preocupando m¨¢s a la poblaci¨®n espa?ola. Se olvida en este mensaje que la tasa de paro es tan elevada en Espa?a que, incluso en el caso improbable de que la tasa de paro continuara descendiendo por varios a?os en la misma tasa en que lo ha estado haciendo desde 1994, nos llevar¨¢ todav¨ªa much¨ªsimo tiempo para poder alcanzar el pleno empleo. La concienciaci¨®n de esta realidad explica que la mayor¨ªa de medios de informaci¨®n econ¨®mica hayan abandonado ya el intento de alcanzar tal pleno empleo, defini¨¦ndolo como un objetivo inalcanzable. Es importante informar a la poblaci¨®n, sin embargo, de que el pleno empleo es posible en Espa?a si hay voluntad pol¨ªtica para ello, lo cual no ha sido el caso ni en los gobiernos anteriores (tal como lo han reconocido algunos de los dise?adores de sus pol¨ªticas econ¨®micas) ni en el Gobierno actual.
No pueden considerarse pol¨ªticas p¨²blicas del pleno empleo aquellas que se limitan a crear las condiciones para que el sector privado cree empleo. Y el caso espa?ol es un ejemplo claro de esta insuficiencia. Hoy en Espa?a, en un momento expansivo de la econom¨ªa, tenemos una elevada tasa de creaci¨®n de empleo (mayor que la de EE UU), que es insuficiente para absorber la gran demanda de puestos de trabajo creada por la gran destrucci¨®n de puestos de trabajo en la agricultura y por el creciente deseo de la mujer -sobre todo joven- de integrarse en la fuerza del trabajo, demanda que continuar¨¢ creciendo por muchos a?os debido al elevado porcentaje de la fuerza laboral que todav¨ªa trabaja en la agricultura (el 9% de la poblaci¨®n ocupada) y al bajo porcentaje de la mujer en el mercado laboral (el 38% de las mujeres adultas, de los m¨¢s bajos de la UE), lo cual explica, a su vez, la baja tasa de ocupaci¨®n de la poblaci¨®n espa?ola. En realidad, uno de los mayores problemas del mercado laboral espa?ol -y de los menos visibles en los medios de comunicaci¨®n- es el porcentaje muy bajo de la poblaci¨®n adulta que trabaja, lo cual se debe a que no se est¨¢n creando suficientes puestos de trabajo, y ello es debido primordialmente al escaso desarrollo de los servicios en Espa?a, bien sean de tipo personal como de tipo social. Si Espa?a tuviera, por ejemplo, la misma tasa de la poblaci¨®n adulta trabajando en los servicios del Estado del bienestar tales como sanidad, educaci¨®n y servicios de apoyo a las familias que tienen los pa¨ªses n¨®rdicos de Europa (13% de la poblaci¨®n adulta), nuestro alto desempleo desaparecer¨ªa, a la vez que nuestra tasa de ocupaci¨®n aumentar¨ªa a niveles europeos. Es m¨¢s, el desarrollo de tales servicios de ayuda a la familia, incluyendo servicios de guarder¨ªas y de atenci¨®n domiciliaria a los ancianos e incapacitados, adem¨¢s de mejorar en gran manera la calidad de vida de las familias (y muy en particular de las mujeres), facilitar¨ªa la integraci¨®n de la mujer a la fuerza del trabajo, creando, a su vez, una demanda de los servicios que ella realizaba antes en su domicilio, creando trabajo. Tales servicios de ayuda a la familia est¨¢n muy poco desarrollados en Espa?a, a pesar de un discurso oficial profamiliar (que los hechos denuncian como carentes de credibilidad). Para ayudar a las familias espa?olas (entre las m¨¢s sobrecargadas de la UE) se requerir¨ªa que el acceso a tales servicios, como servicios de guarder¨ªas y educaci¨®n infantil, servicios de ayuda domiciliaria a los ancianos incapacitados y casas de ancianidad, se declararan derechos de todos los espa?oles, como lo son hoy la educaci¨®n y la sanidad. Esta universalizaci¨®n de los servicios de ayuda a las familias, adem¨¢s de mejorar la calidad de vida de la ciudadan¨ªa, contribuir¨ªa en gran manera a resolver el problema del paro en Espa?a.
Esta expansi¨®n de los servicios no puede ocurrir, sin embargo, sin un apoyo muy notable del sector p¨²blico espa?ol, un sector poco desarrollado en su dimensi¨®n social. Ahora bien, a esta expansi¨®n (as¨ª como los cambios necesarios en el gasto p¨²blico) se opondr¨ªan sectores y grupos muy poderosos en el pa¨ªs. Perm¨ªtanme que les cite un ejemplo. Espa?a se gasta entre un 18% y un 22% del gasto p¨²blico sanitario en farmacia, uno de los m¨¢s altos en la UE, lo cual no se debe a un supuesto abuso por parte de la ciudadan¨ªa o de los pensionistas en el uso de medicamentos. En realidad, el n¨²mero de prescripciones por pensionista o ciudadano es ligeramente inferior en Espa?a que en el resto de la UE (OCDE, 1997). Las causas del alto gasto p¨²blico farmac¨¦utico son otras. Veamos. El Gobierno federal de EE UU se gasta en farmacia s¨®lo un 9% del gasto sanitario p¨²blico, y ello se debe en parte a que el 68% de los productos farmac¨¦uticos que el Gobierno federal utiliza (compra o financia) son productos gen¨¦ricos (productos de id¨¦ntica potencia biol¨®gica que los productos comerciales, pero que, al haber expirado la patente, son producidos por empresas que fabrican gen¨¦ricos, producci¨®n que ha sido estimulada y facilitada por el Gobierno federal). El producto gen¨¦rico cuesta como promedio en EE UU un 48% del producto comercial. En Espa?a, el Estado espa?ol se gasta s¨®lo un 3% del gasto p¨²blico farmac¨¦utico en productos gen¨¦ricos (y el precio del producto gen¨¦rico es como promedio un 70% del precio del producto comercial), y ello debido a la enorme oposici¨®n por parte de la industria farmac¨¦utica a su utilizaci¨®n y producci¨®n masiva, puesto que sus beneficios son menores en productos gen¨¦ricos que en productos comerciales. La tasa de beneficios de la industria farmac¨¦utica, por cierto, es una de las m¨¢s altas de la econom¨ªa espa?ola. Si en Espa?a nos gast¨¢ramos en farmacia el 9% de nuestro gasto sanitario p¨²blico en lugar del 22%, se liberar¨ªan millones y millones de pesetas para financiar, por ejemplo, servicios de atenci¨®n a los ancianos, lo cual contribuir¨ªa (adem¨¢s de mejorar la calidad de vida de las familias) a crear empleo. No es sostenible -por mucho que se repita- el argumento de que la limitada extensi¨®n de nuestro Estado del bienestar sea resultado de que no tengamos los recursos econ¨®micos para expandirlo. Los tenemos. Pero intereses bien definidos son responsables de este retraso, que se acentuar¨¢ a¨²n m¨¢s como resultado de la disminuci¨®n del gasto social per capita como porcentaje del PIB que est¨¢ ocurriendo en Espa?a, con una disminuci¨®n de los fondos del Estado dedicados a gastos sociales como pensiones, datos olvidados en una cultura medi¨¢tica que enfatiza los problemas de identidad a costa de olvidar los problemas acuciantes de la cotidianidad de la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa espa?ola.
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