Tres faenas y tres parodias

Tres toros y tres corderos indefensos. Tres faenas y tres parodias, porque los bichos se ca¨ªan y se quedaban all¨ª, inm¨®viles, desamparados. Hab¨ªa que ver la escena: un pe¨®n le echaba mano al rabo y los otros dos a los cuernos. ?igame bien: a los cuernos, y ante la mirada de abatimiento del espada y una mezcla de risa y desconsuelo del p¨²blico, forcejeaban hasta lograr que el paciente se incorporara, lenta, dolorosamente. La imagen era pat¨¦tica. El sexto se tendi¨® en la arena con s¨®lo dos pinchazos y all¨ª qued¨® petrificado, de manera que el cachetero sepult¨® la puntilla sin tomar ninguna precauci¨®n. ?Para qu¨¦? ?sta es la cruz de la moneda, porque la cara tiene luz en la geometr¨ªa de C¨¦sar Rinc¨®n ante su segundo toro, al que salud¨® con ocho lances de capa, lentos, templados, andando de las tablas a los medios donde lo dej¨® clavado con una media bajando tanto el capote como se lo permit¨ªan sus brazos.

Con la muleta le dio la distancia que requer¨ªa en el terreno que requer¨ªa y all¨ª fue someti¨¦ndolo con maestr¨ªa, d¨¢ndole los pases justos, con la muleta planchada, con una longitud inmensa. Cuando el animal rod¨® ante la estocada fulminante, alguien dijo entre barreras: "Esto es lo que tiene que volver a hacer en San Isidro".

El Cordob¨¦s reaparec¨ªa en Bogot¨¢. Lo hizo de rodillas, lo hizo en remolinos, en cabezazos sobre la testuz de su oponente, en muletazos en redondo ante un toro que repet¨ªa con son pero pasaba lejano, lo hizo abrazando los costillares, pinchando y recibiendo una ovaci¨®n alegre como su figura.

Y el Juli. ?Qu¨¦ expectaci¨®n! Qu¨¦ ovaci¨®n durante el pase¨ªllo. Su primero fue el que camin¨® con alientos y lo tore¨® con aliento, en suertes vistosas con el capote y un poco menos con la franela. Un torero simp¨¢tico, un torero tierno y alegre. Angelical, dec¨ªan las se?oras de barrera. Pinch¨®, cobr¨® luego una buena estocada y se llev¨® las orejas.