Tambores de guerra contra Sacchi
El Atl¨¦tico fracasa frente al Espanyol, y la gente la emprende contra el entrenador rojiblanco
Suenan los tambores de guerra en el Manzanares, donde Sacchi es persona non grata. La hinchada se lo dijo alto y claro en un partido que remiti¨® a todos los partidos anteriores del Atl¨¦tico: un pe?azo infumable. Con lo justo, el Espanyol se llev¨® la victoria ante la irritaci¨®n de la gente. Al grito de "Radomir te quiero", y entre ovaciones al Espanyol, dijo cuanto quer¨ªa. Dijo que no quiere a Sacchi ni en pintura. Fue algo m¨¢s que una condena a Sacchi. En la hinchada se advirtieron los signos de la desintegraci¨®n, de un hast¨ªo que se hace dif¨ªcil de explicar en una afici¨®n que se caracteriza por una fidelidad extrema al club, cualquiera que sea su entrenador. Aunque la noche era glacial, el Manzanares presentaba un aspecto desolado. Apenas 15.000 personas se reunieron en el estadio. Pod¨ªa pensarse en los fidel¨ªsimos, en la guardia pretoriana del equipo. De ninguna manera: desde el comienzo la gente expres¨® sin reservas su descontento. Con el discurrir del partido, la fractura entre el equipo y los aficionados se hizo m¨¢s sangrante. Los abucheos se sucedieron de todas las formas posibles. Desde los reproches m¨¢s duros hasta la iron¨ªa m¨¢s hiriente, con ovaciones y ol¨¦s al juego del Espanyol, que se sinti¨® como en su casa.
ATL?TICO DE MADRID 1
ESPANYOL 2Atl¨¦tico de Madrid: Molina; Aguilera (Torrisi, m.46), Santi, Ram¨®n Serena; Jugovic (Juninho, m.72), Baraja (Ventur¨ªn, m.46), Valer¨®n, Solari; Correa y Jos¨¦ Mari. Espanyol: Toni; Cristobal, Helguera, Nando, Capdevilla; Ribera (Galca, m.65), Brnovic (Pacheta, m.72), Sergio, Arteaga; Ben¨ªtez y Pose (Dar¨ªo Silva, m.80). Goles: 1-0. M. 21. Jos¨¦ Mar¨ª se aprovecha de un rechace tras un regate y cruza el bal¨®n, que entra junto a un palo. 1-1. M.39. Arteaga cabecea un saque de falta. El bal¨®n entra por la escuadra. 1-2. M.84. Dar¨ªo Silva cabecea un bal¨®n deviado por un defensa del Atl¨¦tico. ?rbitro: Losantos Omar. Amonest¨® a Ben¨ªtez, Santi, Pacheta y Dar¨ªo Silva. Unos 15.000 espectadores en el Calder¨®n. Los dirigentes del Atl¨¦tico, antes del partido, retiraron las banderas con s¨ªmbolos nazis que encontraron en los grader¨ªos.
La irritaci¨®n estaba dirigida principalmente a Sacchi, detestado como ninguno en el Manzanares. En pocos casos se ha visto una relaci¨®n tan deteriorada como ¨¦sta de la hinchada del Atl¨¦tico con el entrenador italiano. A la gente no le gusta nada de lo que le ofrece Sacchi: ni su idea mecanicista del f¨²tbol (absolutamente alejada del tradicional universo rojiblanco), ni sus peregrinas decisiones con los jugadores (la alineaci¨®n es una rueda imparable de nombres), y las coartadas que se busca para justificar la situaci¨®n del Atl¨¦tico. Es cierto que el Atl¨¦tico ha estado castigado por varias ausencias, pero la polic¨ªa no es tonta. Los aficionados consideran que el modelo de f¨²tbol que pretende Sacchi no privilegia a los jugadores. M¨¢s bien lo contrario. En la manera de Sacchi todo resulta tan homog¨¦neo, tan p¨¦treo, tan predecible, que la excelencia se vuelve inc¨®moda para el entrenador y su sistema. Para qu¨¦ quejarse de la ausencia de tal o cual, si su presencia acabar¨ªa por ser in¨²til. La gente no quiere m¨¢s excusas, ni desea un estilo que va contra la naturaleza del equipo. Decididamente la hinchada desaprueba a Sacchi con toda su alma.
Todo qued¨® muy claro en un partido que tuvo un aspecto destemplado, conforme al estado de la noche y del Atl¨¦tico, que funciona de manera intempestiva, con un juego feo por frontal y previsible. Sacchi no parece un entrenador seguro de su equipo, sometido a cambios constantes, algunos inexplicables, otros con pinta de caprichosos. Frente al Espanyol coloc¨® una l¨ªnea interesante de centrocampistas: Jugovic, Valer¨®n y Solari, con el j¨®ven Baraja por detr¨¢s. No sirvi¨® de nada porque el f¨²tbol del Atl¨¦tico s¨®lo se sirve de los centrocampistas como bestias de carga.
El Espanyol funcion¨® sin alardes, pero dej¨® algunos detalles por aqu¨ª y por all¨¢. Sus centrocampistas pretendieron jugar con criterio y sus peque?os delanteros (Posse y Ben¨ªtez) se movieron con agilidad a la b¨²squeda del gol. La victoria lleg¨® a ¨²ltima hora, en medio del clamor del p¨²blico, harto del juego de su equipo. Al grito de "Radomir, te quiero" y "que se vaya, que se vaya" expres¨® su rechazo a Sacchi, perdido para la causa del Atl¨¦tico.
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