Historia de una rebeli¨®n contra la c¨¢rcel
En "Huye, hombre, huye", un preso cuenta 20 a?os de fugas y el fracaso de seguir entre rejas
La primera fuga la realiz¨® Xos¨¦ Tarr¨ªo Gonz¨¢lez (A Coru?a, 1968) en 1977, cuando se escap¨® del internado porque no pudo resistir el v¨¦rtigo de una ventana abierta. Del reformatorio se fug¨® 12 veces. En su libro Huye, hombre, huye (de Virus Editorial), en el que relata su rebeli¨®n contra la c¨¢rcel -sobre la que pide a los lectores "una profunda reflexi¨®n"- y sus decenas de intentos de huida durante 20 a?os, Tarr¨ªo cuenta c¨®mo a sus nueve a?os corri¨® "sin pausa hasta que dej¨¦", dice, "de ver el internado". Hoy, a sus 30 a?os, todav¨ªa recluso, desde la prisi¨®n de Villabona (Asturias), escribe con amargura: "No sospechaba que en alg¨²n lugar de la tierra siempre habr¨ªa alguien dispuesto a perseguirme y a encerrarme".Su primera condena como adulto, a los 19 a?os, fue de dos a?os, cuatro meses y un d¨ªa de c¨¢rcel por un delito de robo. Sus constantes fugas o intentos de fuga, su participaci¨®n en motines, sus agresiones a los carceleros que maltrataban a los presos, sus desacatos a los jueces que, seg¨²n Tarr¨ªo, no hac¨ªan justicia, han convertido su condena en 71 a?os de c¨¢rcel, que todav¨ªa se pueden duplicar, porque le quedan casos pendientes.
La obsesi¨®n de Tarr¨ªo es fugarse, por alto que sea el coste. En 1989, en la c¨¢rcel de Daroca (Zaragoza), se enter¨® de que en el hospital preparaban una fuga. "Habl¨¦ con un compa?ero de confianza y le ped¨ª que me diese una cuchillada en el est¨®mago". Dicho y hecho. Pero trasladado al hospital el m¨¦dico le dio el alta antes de que pudiera fugarse.
Un a?o despu¨¦s, tras una rocambolesca andadura por los tejados de la prisi¨®n de A Coru?a, cuando casi tocaba con las manos la libertad, "la cuerda cedi¨® en uno de los nudos de empalme y se rompi¨®", cuenta Tarr¨ªo. Desde las garitas de la Guardia Civil le enca?onaron y oy¨® que le gritaban: "?Eh, t¨², hijo de puta, ni se te ocurra moverte...!".
"Una cucaracha"
Tarr¨ªo relata la visita de los carceleros a su celda, d¨ªas despu¨¦s de participar en un mot¨ªn, y el chaparr¨®n de golpes que cay¨® sobre ¨¦l. Y analiza: "En la c¨¢rcel el preso es menos que una cucaracha; es s¨®lo un n¨²mero, un bulto. Pod¨ªan hacer con uno lo que les viniese en gana. ?Qui¨¦n pod¨ªa verlo?, ?qui¨¦n grabar¨ªa aquello?, ?c¨®mo demostrar¨ªa un preso que hab¨ªa sido maltratado?, y de poder hacerlo, ?qui¨¦n le har¨ªa caso?". Cuenta c¨®mo la mayor¨ªa de los jueces de vigilancia daban la raz¨®n a la Administraci¨®n y denuncia la "connivencia entre la docta justicia y el sistema reeducador, que se adivinaba claramente en los cientos de expedientes fallados o archivados en contra de los presos, cuando ¨¦stos presentaban alguna queja". Portador del virus del sida, Tarr¨ªo estaba inquieto por su salud, en especial por los ataques de taquicardia y s¨ªntomas de asfixia. Pero era un acicate m¨¢s para intentar fugarse, ya que no pod¨ªa soportar "la posibilidad de que la muerte me sorprendiese en la c¨¢rcel", revela. A los m¨¦dicos "los odiaba profundamente por todo lo que hac¨ªan y consent¨ªan que se hiciera con los presos". Sin embargo, Tarr¨ªo resalta que en la prisi¨®n Tenerife 2 un facultativo se ocup¨® de su enfermedad: "Hasta ahora en ninguna prisi¨®n se hab¨ªan preocupado de proporcionarme un suplemento alimenticio, y ¨¦ste lo hab¨ªa hecho sin ni siquiera ped¨ªrselo".
La consecuencia siempre era la misma. Ahora, gracias al suplemento alimenticio, Tarr¨ªo hizo m¨¢s ejercicio "para mantener la forma f¨ªsica, tan imprescindible al fuguista como el aire al ave".
En Tenerife, Tarr¨ªo y otro preso, Juan Redondo Fern¨¢ndez, planearon fugarse. Forzaron el traslado a la Pen¨ªnsula mediante el secuestro de unos funcionarios y, ya embarcados en el trasatl¨¢ntico JJ Sister, se las ingeniaron para dejar encerrados en el calabozo del barco a los dos guardias civiles encargados de su escolta.
En la pasarela de desembarco se cruzaron con los guardias civiles que iban a recogerles. Minutos despu¨¦s alcanzaron la libertad. "La sensaci¨®n fue brutal", revela emocionado Tarr¨ªo. Unos d¨ªas despu¨¦s, en un control policial, por la entonces inminente Expo 92, fue capturado cuando llegaba en autob¨²s a Sevilla. "Tuve ganas de llorar, pero me las aguant¨¦. Ya no pod¨ªa hacer nada, salvo esperar una nueva ocasi¨®n y fugarme de nuevo".
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