Febrero ANTONIO GIL OLCINA
No hay en el refranero alicantino mes m¨¢s denostado que febrero, objeto de innumerables dicterios, en forma de adjetivaciones, im¨¢genes y comparaciones de superioridad negativas. Merece la pena recordar algunos de estos dichos, que reflejan el parecer popular, fruto de una experiencia antiqu¨ªsima, transmitida por v¨ªa oral, de generaci¨®n en generaci¨®n; es el caudal, hoy evanescente, de un conocimiento emp¨ªrico nacido del contacto estrecho y cotidiano con la naturaleza, consustancial con una sociedad de amplia base y dedicaci¨®n agr¨ªcolas, que perdur¨® hasta mediados del siglo actual. Juicio tajante en pocas palabras: "Febrer el curt, el pitjor de tots". Y pr¨®ximo a ¨¦l otra expresi¨®n de gran resonancia hist¨®rica y fuerte intencionalidad: "Febrer el curt, pitjor que el turc"; la referencia a la pirater¨ªa berberisca, que durante siglos sembr¨® el terror en las costas alicantinas, es inequ¨ªvoca, pero no se agota ah¨ª la alusi¨®n, m¨¢s rica en matices, ya que, surgida entre labradores, equipara con la rapidez fulminante de las incursiones y rapi?as norteafricanas la ruina de la cosecha, en un santiam¨¦n, por el intenso fr¨ªo. Esta preocupaci¨®n, como no pod¨ªa ser de otro modo, se repite una y otra vez, en frases tales como "La flor de febrer no se"n va al fruiter" o "Eres tan blanca i tan pura com la flor de l"ametller, la fa? divina et guarde no et geles a febrer". Y es que, efectivamente, febrero es mes de flores blancas y heladas negras, que acaban con las primeras; a diferencia de otras ¨¦pocas del a?o con mayor tensi¨®n de vapor de agua, en que el roc¨ªo se hace escarcha o helada blanca, ahora los vientos del primero o cuarto cuadrantes, de componente septentrional, que conducen aire polar continental o, incluso, ¨¢rtico, a muy baja temperatura y con humedad espec¨ªfica ¨ªnfima, no proporcionan, a veces, la cobertura de nieve o escarcha, relativamente protectora, sino que someten en directo a los ¨¢rboles y restantes cultivos a registros t¨¦rmicos negativos, en ocasiones, muy inferiores al que indica la fusi¨®n del hielo. No puede, por ello, extra?ar que la desolaci¨®n campesina por la p¨¦rdida de frutos y animales, con la hambruna en puertas, haya tildado al mes de repunyeter, ro¨ª y con una retah¨ªla de calificativos de parecido tenor. Una acusaci¨®n popular a febrero, reiterada de manera machacona, con indudable significaci¨®n clim¨¢tica, es la de su doblez, relativa a unas apariencias primaverales que no se corresponden con la realidad. Esta idea se halla en el origen de refranes como "Febrer, mes mentider", "Febrer, mes fuller", "Febrer nou cares t¨¦", "Febrer l"orat, cada dia un disbarat", "Febrero, cara de beato y u?as de gato", y muchos m¨¢s. De ellas, y en particular, de las que hablan de fuertes contrastes t¨¦rmicos en cortos intervalos de tiempo ("Pel febrer un dia al sol i altre al brasser"), me acordaba cuando, pocos d¨ªas atr¨¢s, un colega, entusiasmado por la temperatura de 20? C a la hora de un almuerzo al aire libre, me hac¨ªa notar que disfrut¨¢bamos de un tiempo inmejorable, y as¨ª era, pero dejaba de serlo cuando, en el intervalo de unas horas, los term¨®metros ca¨ªan de golpe una docena de grados. Y bueno es recordarlo, porque anomal¨ªa no es, y para explicarlo tampoco es necesario recurrir a la hip¨®tesis del cambio clim¨¢tico: bajo su circunstancial apariencia primaveral en nuestras latitudes, febrero es un mes plenamente invernal, responsable de las peores olas de fr¨ªo que han padecido las tierras valencianas en el transcurso del siglo; y ejemplo protot¨ªpico constituye el desastre meteorol¨®gico de febrero de 1956, con las m¨ªnimas absolutas de las series de observaciones t¨¦rmicas para el periodo indicado (Castell¨®n -7?C; Valencia, -7?C; Alicante, -4?C), que no s¨®lo hel¨® los frutos sino que oblig¨® a replantaciones masivas de c¨ªtricos. Nace la falsa ilusi¨®n meteorol¨®gica de que, en febrero, ha quedado lejos el solsticio de invierno, sube la altura del sol y crece la duraci¨®n del d¨ªa; y, por a?adidura, el predominio de altas presiones proporciona abundancia de d¨ªas despejados, con elevadas temperaturas a mediod¨ªa. Pero no siempre los procesos de instalaci¨®n de situaciones anticicl¨®nicas traen ambiente primaveral, la cuenca ¨¢rtica desborda de aire g¨¦lido y los hogares del polar continental est¨¢n prestos a abrirse hacia regiones de invierno habitualmente benigno. El anhelo por la llegada de la primavera pretende, sin demasiado fundamento, que el tiempo por Candelaria, apenas comenzado febrero, indique si el invierno ha quedado atr¨¢s: "Quan la Candel¨¤ria plora, l"hivern ja est¨¤ fora; i si no plora, ni dins ni fora". Ciertamente, si llueve, no hiela, la temperie no es anticicl¨®nica ni le conviene la aseveraci¨®n "Candelera clara, fa bon fred encara"; pero tampoco se puede ir m¨¢s lejos sin caer en el augurio. A la vista de todo ello, cabr¨ªa preguntarse si febrero merece tanto improperio ("Febrerillo el loco, un d¨ªa peor que otro") o el desprop¨®sito es nuestro, al exigir al mes lo que su naturaleza clim¨¢tica no puede dar.
Antonio Gil Olcina es profesor del Instituto Universitario de Geograf¨ªa de la Universidad de Alicante.
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