El buf¨®n
Entro en casa de un amigo y me pongo a observar abiertamente lo que es su vida diaria: las pel¨ªculas que le gustan, las fotos y los libros que andan por encima de la mesa. Ver sus cosas personales, colocadas por el uso aqu¨ª y all¨¢ me hacen conocerlo un poco m¨¢s, saber c¨®mo es cuando est¨¢ solo. Prefiero curiosidad sin disimulo a hacerlo de soslayo, como hac¨ªan aquellas vecinas que se colaban en las casas y pasaban el dedo por encima del aparador a ver en qu¨¦ estado de limpieza se encontraban los muebles. A m¨ª me gusta haber salido de ese mundo de las vecindonas y poder sencillamente tener amigos aunque los a?os vayan cayendo implacablemente sobre nosotros. Nuestras madres no ten¨ªan amigos varones, era algo inconcebible. Yo quiero ser consciente de lo que ha cambiado la vida de la mujer para disfrutar m¨¢s la m¨ªa. Estoy en casa de mi amigo. Encima de la mesa hay una gu¨ªa, la Gu¨ªa Spartacus, y no es ninguna sorpresa para m¨ª, porque conozco de qu¨¦ va ese libro y s¨¦ de qu¨¦ va mi amigo: es homosexual.La Gu¨ªa Spartacus informa de todos los lugares del mundo en los que los gay pueden pasar un buen rato y encontrar compa?¨ªa, y lo hace con un rigor germ¨¢nico, no se le escapa nada, desde Etiop¨ªa a Sabadell, desde Estambul a Madrid. Abro por las p¨¢ginas de Madrid y se nota que los que se encargaron de bucear por nuestra ciudad lo pasaron aqu¨ª de vicio. No s¨¦ si vieron una pintada primorosa que hay por Barquillo que dice: "Est¨¢ usted abandonando la zona heterosexual. Bienvenido", pero por lo dem¨¢s se lo patearon todo, restaurantes, saunas, caf¨¦s y otros garitos de ligue. Seguramente muchos extranjeros que vienen a Madrid guiados por la infalible Spartacus no entender¨ªan la nostalgia de esos cuarentones que no hacen m¨¢s que a?orar aquel Madrid vertiginoso que abrig¨® a la movida madrile?a, porque en esta ciudad los visitantes lo pasan superspartacus. Le digo a mi amigo que ya quisieran muchas mujeres tener las claves y el entendimiento que han creado los gay para divertirse. Hablamos con toda la normalidad del mundo, ¨¦l me deja ser curiosa y preguntar y contesta sin pelos en la lengua. Dice que un d¨ªa de ¨¦stos me va a llevar a dos o tres sitios que conoce de corte geront¨®filo, para que vea que a algunos gay les pasa como a algunas mujeres, que les gustan los se?ores de edad. Le cuento un recorrido que me hizo hace algunos a?os otro amigo por bares de ambiente y le confieso que me gustar¨ªa ser invisible para poder ver sin ser vista qu¨¦ es lo que se hace detr¨¢s de muchas puertas cerradas. Hablamos con una libertad casi reci¨¦n estrenada en Espa?a, s¨®lo hay que volver treinta a?os para atr¨¢s para que esta conversaci¨®n no se hubiera dado. Comentamos que, curiosamente, a pesar de lo que ha cambiado la vida para las mujeres y para los gay, los medios de comunicaci¨®n han puesto de moda un tipo humano que parece m¨¢s propio de aquellas pel¨ªculas horteras de los setenta que de estos d¨ªas: la figura del mariquita malicioso, que tiene mala lengua, ese mariquita un poco hist¨¦rico que lo sabe todo sobre las vidas ajenas y que aparece como la parodia de la mujer, que t¨®picamente era la mala, al contrario del hombre que gen¨¦ticamente era m¨¢s bruto pero m¨¢s noble.
Parec¨ªa ya olvidada esa figura, atrapada en aquellos vodeviles de Fernando Esteso y compa?¨ªa, en los que el mariquita siempre era decorador y cosas as¨ª, andaba moviendo el culo exageradamente y diciendo aquello que nadie se atrev¨ªa a decir. Los veo a todas horas y en todos los programas, los presentadores hacen como que se asustan ante las cosas que cuentan, pero qu¨¦ va, los presentadores est¨¢n encantados de la maldad que destilan. A m¨ª me irrita, igual que me han irritado algunos estereotipos femeninos, me irrita que haya gente que pueda pensar que los homosexuales son gen¨¦ticamente as¨ª: perversos, malintencionados y mis¨®ginos (uno de sus temas recurrentes es el deterioro f¨ªsico de las mujeres). Me irrita porque no me gustan las caricaturas, y porque creo que la televisi¨®n ha creado sus nuevos bufones, bufones que se r¨ªen de la gente pero que tambi¨¦n provocan risa. Si el espect¨¢culo del buf¨®n es pat¨¦tico, las risas del respetable p¨²blico producen miedo. Afortunadamente puedo hablar con amigos homosexuales sin que mi opini¨®n les parezca homof¨®bica, al contrario, huir de ese clich¨¦ les ha costado mucho tiempo, volver a ¨¦l es francamente reaccionario.
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