Terapia Hierro-Seedorf
Era un d¨ªa especial. Kasp¨¢rov, Anand y sus s¨¦quitos cuidaron todos los detalles, incluido el men¨². Clara Kasp¨¢rova baj¨® con antelaci¨®n al restaurante para pedir la comida de su hijo: una ensalada de tomate, pimientos, cebolla y queso, seguida de pescado a la plancha. El campe¨®n ha cambiado sus costumbres alimenticias. Antes engull¨ªa salm¨®n y solomillo media hora antes de las partidas; ahora s¨®lo come carne por la noche. Anand tambi¨¦n opt¨® por algo ligero: endivias y setas con gulas (suced¨¢neo de las angulas). Los camareros cuidaron de la intimidad de ambos para que no ocurriese lo de hace tres d¨ªas, cuando un camar¨®grafo de televisi¨®n se apost¨® tras la puerta de la cocina para enfocar al ruso, que se dio cuenta y mont¨® en c¨®lera.La preparaci¨®n psicol¨®gica de ambos fue muy diferente. Anand y sus dos analistas -el georgiano Elizbar Ubilava y el espa?ol Pablo San Segundo- pasearon relajadamente por un parque cercano al escenario. ?Repasando mentalmente las variantes preparadas? Nada de eso: "Estuvimos comentando el incidente de Seedorf y Hierro. En ese momento hay que alejar la mente del ajedrez", explic¨® Ubilava. Kasp¨¢rov y su fiel analista, Yuri Dojoi¨¢n, salieron del hotel con paso militar a las 14.59; tras un gesto displicente con la mano a los ni?os que esperaban el aut¨®grafo, ambos pasaron de largo por la puerta de la sala de juego para ir hasta la esquina de la calle y volver; hablaban del planteamiento de la partida. Antes de que Kasp¨¢rov se metiese entre bastidores, Dojoi¨¢n le agarr¨® primero del brazo y despu¨¦s de la mano, pegada al muslo; se la apret¨® y se fue a sufrir.
En ese momento son¨® el gong del ¨¢rbitro. Eran las 15.00. Kasp¨¢rov volvi¨® al paso marcial para entrar en el escenario como si saliera de los toriles, lleg¨® raudo a la mesa donde le esperaba el indio, y mir¨® con una mezcla de respeto y fiereza a los ojos de su rival.
Alguien dijo que el ajedrez es el deporte m¨¢s violento, en referencia a la enorme tensi¨®n que rodea a partidas como la de ayer. Hierro y Seedorf pueden desahogar la suya en el campo: corriendo, gritando, chutando. Los ajedrecistas tienen recursos muy limitados: pasear entre jugada y jugada, y poco m¨¢s. Es una guerra mental, y las derrotas duelen mucho, sobre todo cuando son infrecuentes, como en el caso de Anand.
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