"Glam rock"
D?AS EXTRA?OSCreo recordar que fue en 1973 cuando vi al primer representante barcelon¨¦s del glam rock brit¨¢nico. El hombre estaba a¨²n a media mutaci¨®n, pues no se hab¨ªa desprendido de los vaqueros ni de las botas camperas, pero se hab¨ªa decorado convenientemente la cara con purpurina en los ojos, colorete en las mejillas y carm¨ªn en los labios. De esa guisa se hab¨ªa presentado el muchacho en un concierto de... ?Ovidi Montllor! S¨ª, amigos, puede que sus equivalentes londinenses pudiesen elegir entre David Bowie, Roxy Music y Steve Harley, pero nuestro h¨¦roe se ten¨ªa que apa?ar con el bueno de Ovidi porque aqu¨ª no ten¨ªamos glam rock e incluso quienes compr¨¢bamos los discos de los personajes reci¨¦n citados no pod¨ªamos dejar de considerarlos (?Espa?a y los espa?oles somos as¨ª, se?ora!) una pandilla de maricones. Me acord¨¦ de este pionero (que, sin duda, acab¨® la velada apaleado por un grupo de cazurros) la otra tarde, en el Verdi, viendo Velvet goldmine, la pel¨ªcula que el irregular cineasta norteamericano Todd Haynes ha dedicado, gracias al dinero de su amigo Michael Stipe, l¨ªder de REM, a ese ef¨ªmero movimiento est¨¦tico-musical que se adue?¨® de la escena rockera brit¨¢nica durante la primera mitad de la d¨¦cada de los setenta. ?Qu¨¦ habr¨¢ sido del muchacho del colorete y la purpurina? ?Ser¨ªa uno de los escasos espectadores que compartieron sesi¨®n conmigo hace unos d¨ªas en el Verdi? ?O estar¨¢ demasiado ocupado ganando dinero para pagar la segunda residencia y los colegios de los ni?os como para recordar los lejanos tiempos en que se sent¨ªa dispuesto a comerse el mundo a golpe de l¨¢piz labial? La verdad es que las ¨²nicas personas que vi esa tarde en la sala eran una chica que ol¨ªa a pachuli (?te equivocaste de d¨¦cada, guapa!) y un se?or mayor que empez¨® a dormitar a los 10 minutos de proyecci¨®n porque, evidentemente, lo que se le explicaba en la pantalla ni le iba ni le ven¨ªa. No puedo culparle. La duda que yo ten¨ªa mientras me internaba por las callejuelas del siempre confuso barrio de Gr¨¤cia era cu¨¢l de los dos Todd Haynes me iba a dirigir la palabra esa tarde. Uno de ellos, el que dirigi¨® Sate, desgarradora f¨¢bula moral sobre una mujer al¨¦rgica al siglo XX que acaba recluida en una grotesca granja new age, es un tipo estupendo. El otro, el que perpetr¨® aquel rid¨ªculo homenaje a Jean Genet que fue Poison, me da m¨¢s miedo que un nublado. Lamentablemente, este Todd Haynes (?la cabra tira al monte!) es el que ha fabricado Velvet goldmine, una pel¨ªcula que podr¨ªa haber sido un interesante documento sobre una ¨¦poca y un lugar y que, por culpa de la militancia homosexual de su autor, se convierte en un espect¨¢culo (perd¨®neseme la incorrecci¨®n pol¨ªtica) s¨®lo para mo?as. Se?or Haynes, su tesis de que los a?os setenta eran fant¨¢sticos porque todo el mundo perd¨ªa aceite no cuela. A pesar del desastre conceptual; no pude evitar esa tarde en el Verdi, mientras escuchaba todas esas canciones que alegraron mi adolescencia (el volumen atenuaba los cadenciosos ronquidos del se?or mayor antes citado), sentir cierta nostalgia por esos a?os en los que no paraban de publicarse discos que eran buen¨ªsimos o a m¨ª me lo parec¨ªan. De repente, me ve¨ªa de nuevo, a mis 17 a?os, saliendo de Castell¨® con el Ziggy Stardust de Bowie, el Transformer de Lou Reed o el For your pleasure de Roxy Music. Fue tal el arrebato de nostalgia que, una vez en casa, acab¨¦ desempolvando viejos discos de vinilo, comprobando lo rayados que estaban y, sin poder evitarlo, reflexionando una vez m¨¢s sobre lo ef¨ªmero del mundo pop: Bowie ya no sabe qu¨¦ hacer para seguir en el candelero, a Bryan Ferry se le ha secado el cerebro hace tiempo, nadie sabe d¨®nde paran Steve Harley o Ian Hunter, Marc Bolan lleva a?os muerto... Jurar¨ªa que de casi toda esa gente ya s¨®lo nos acordamos yo y el muchacho que iba a ver a Ovidi Montllor pintado como un loro. Y me temo que los dos estamos como el protagonista de una vieja canci¨®n de Jethro Tull: demasiado viejos para el rock and roll y demasiado j¨®venes para morir.
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