Chirigota machista
PACO MARISCAL El dibujo del cartel es el remate triangular de una fachada, un front¨®n sostenido por piernas femeninas, vestidas de medias malladas y calzadas con botitas de can-can. El front¨®n recuerda el p¨®rtico del edificio de las Cortes madrile?as, y el cartelito es un chiste grosero y f¨¢cil con el que alg¨²n cr¨¢neo privilegiado pretende conmemorar el d¨ªa de la mujer. Con la misma finalidad, no se sabe qu¨¦ clase de servicios sociales de un ayuntamiento de L"Horta, de cuyo nombre mejor olvidarse, imprime la imagen de una rubia semidesnuda, generosa de pechos y con gesto insinuante. Se excusan las l¨²cidas mentes, promotoras de tales iniciativas, diciendo que las im¨¢genes se acompa?an de unas palabras o eslogan que aluden a la igualdad entre los sexos o a la emancipaci¨®n de la mujer: in¨²til disculpa y coartada necia cuando predomina la imagen, que siempre tuvo m¨¢s valor que decenas de palabras. Esas im¨¢genes banales conducen a la crispaci¨®n; una crispaci¨®n que, desde luego, nata tiene que ver con el puritanismo de los calvinistas que mira hacia la entrepierna, ni con la hip¨®crita moral cat¨®lica de las apariencias y las subidas de escote. La causa de la crispaci¨®n es la misma banalidad de la im¨¢genes, caricaturas que agitan las cenizas de aquellas mujeres trabajadoras norteamericanas que murieron defendiendo sus derechos y su dignidad hace m¨¢s de un siglo, y cuya muerte dio origen a la celebraci¨®n mundial del d¨ªa de la mujer. Derechos, dignidad, emancipaci¨®n, libertad de la mujer, avasallados desde los albores de la llamada civilizaci¨®n por una realidad machista y por toneladas de literatura mis¨®gina, incluida en esa literatura la nuestra y valenciana, por ejemplo, la de Rois de Corella; emancipaci¨®n y dignidad, sometidos adem¨¢s, antes y ahora, a la chanza, a lo banal y a lo trivial. Porque la banalizaci¨®n est¨¢ en el chascarrillo callejero y la frase hecha con tinte sexual, degradante y referida a las mujeres; la banalizaci¨®n se encuentra y de forma perversa en el gracejo de los personajes teatrales que pueblan el sainete conservador de nuestro Bernat i Baldov¨ª. Lo trivial en torno al sexo de nuestras conciudadanas, aparece tanto en los chistes de Ar¨¦valo como en esa est¨¦ril pol¨¦mica, tan al uso, en que se confuden la categor¨ªa de los g¨¦neros gramaticales con los inalienables derechos de la mujer, es decir, aquello en lo que se enzarza el vecindario sobre el vecino/la vecina, el alba?il/ la alba?il (a), y dem¨¢s zarandajas por el estilo. La chanza acompa?a, sin lugar a dudas, las piernas con medias malladas y el biquini de la rubia insinuante con que se pretende conmemorar el d¨ªa de la mujer; y la chanza acompa?a tambi¨¦n ese tipo de iniciativas folcl¨®ricas que propician el que se cubran el 8 de marzo las aulas de nuestros escolares valencianos con pa?os y lienzos de color lila. La digna y larga marcha de la mujer, de nuestras conciudadanas, hacia la igualdad educativa, social, econ¨®mica y dom¨¦stica, tiene d¨¦cadas de historia, de sufrimiento, de seriedad. Esa marcha todav¨ªa no ha llegado a la meta. La cuchufleta o la imagen machista pueden digerirse en una falla de vida ef¨ªmera y que acaba en ceniza. En la marcha de nuestras conciudadanas sobran chirigotas y piernas con medias malladas.
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