Metamorfosis sin fin
El problema de la educaci¨®n est¨¢ escalando el primer rango de la agenda finisecular, asociado a otras cuestiones emergentes como la disoluci¨®n del Estado, la comercializaci¨®n de la cultura, la internacionalizaci¨®n del derecho o el desorden de los mercados. Por doquier se denuncian los efectos perversos de la p¨¦rdida de autoridad moral que sufren las instituciones educativas, con especial referencia al descr¨¦dito de padres, maestros y profesores, que provocar¨ªa fracaso escolar, desempleo, violencia, toxicoman¨ªa y autodestrucci¨®n juvenil. La ca¨ªda de la lectura, con su rampante iletrismo (o analfabetismo funcional), estar¨ªa generalizando el dictado de una nueva oralidad audiovisual, ajena por completo al imperio de la raz¨®n escrita. Y la masificaci¨®n de la universidad habr¨ªa terminado por abolir el cultivo de la excelencia acad¨¦mica, convirtiendo sus aulas en estancos que expenden t¨ªtulos acreditativos del derecho a comerciar con profesiones que se deval¨²an.El malestar educativo es tan notorio que muchos gobernantes han cre¨ªdo descubrir un fil¨®n electoral prometiendo reformar la ense?anza. Y al igual que sucedi¨® en los a?os sesenta con la pol¨ªtica educativa de lucha contra la pobreza, tambi¨¦n ahora las reformas que se dise?an amenazan con fracasar. Pues como el problema educativo se aborda con la ¨®ptica de m¨¢s de lo mismo, cuanto mayores esfuerzos se hacen para resolverlo a¨²n empeora y se complica todav¨ªa m¨¢s. As¨ª se produce el dilema maltusiano de que los muchos llamados a educarse crecen exponencialmente mientras los pocos escogidos que se educan con ¨¦xito s¨®lo aumentan en progresi¨®n aritm¨¦tica. Y ante el colapso de la ense?anza p¨²blica, las autoridades prefieren desviar fondos hacia centros privados de ense?anza elitista. Desaparece as¨ª la necesaria igualdad de oportunidades para emanciparse, condenando a los j¨®venes a un desesperado s¨¢lvese quien pueda del que resulta f¨¢cil pronosticar qui¨¦nes obtienen el t¨ªtulo de perdedores. Por eso fil¨®sofos tan conocidos como Savater o Marina han definido la cuesti¨®n educativa como el terreno c¨ªvico donde nos jugamos nuestra prioritaria raz¨®n de ser.
En suma, el problema es tan complejo y contradictorio que carece de posible soluci¨®n aparente, por lo que cabe entenderlo como un absurdo kafkiano: un laberinto enmara?ado sin ninguna salida practicable. Pues bien, tomemos en serio esta met¨¢fora del absurdo sin sentido y averig¨¹emos por qu¨¦ parece que no hay salida, confiando as¨ª no en encontrarla pero s¨ª al menos en adaptarnos a su falta. ?sta ser¨ªa la hip¨®tesis a considerar: actualmente, la educaci¨®n no tiene salida. Pero sin embargo, sentimos nostalgia de ella, como si a?or¨¢semos un pret¨¦rito para¨ªso perdido en que la educaci¨®n s¨ª la ten¨ªa. ?Qu¨¦ salida?: la de colocar a nuestros hijos en posiciones privilegiadas que les duraban de por vida, constituidos en leg¨ªtimos titulares del derecho de propiedad patrimonial sobre el puesto vitalicio al que su titulaci¨®n les destinaba. Y si en aquella ¨¦poca la educaci¨®n parec¨ªa tener sentido, era porque proporcionaba a los j¨®venes educandos que la superaban con ¨¦xito un destino final: es decir, un desenlace vital, hallando una salida un¨ªvoca, viable, duradera y bien definida al laberinto de sus vidas.
Dicho de otro modo, anta?o la educaci¨®n ten¨ªa forma de relato: el planteamiento estaba representado por el origen familiar, el nudo por la competici¨®n escolar o universitaria y el desenlace por el t¨ªtulo acad¨¦mico que predestinaba a ocupar un oficio laboral o una profesi¨®n de por vida. Y por eso la educaci¨®n sentimental tambi¨¦n ten¨ªa forma de ritual: de proceso de transici¨®n juvenil desde la infancia o minor¨ªa de edad hasta la madurez adulta. En efecto, el rito de paso o de passage es una carrera de obst¨¢culos que tiene tres fases bien definidas: la preliminar o l¨ªnea de salida, que implica la ruptura moral con la familia de origen; la liminar de la carrera educativa propiamente dicha, que se identifica con los trabajos que hay que desarrollar para aprender a dominarse, adquirir autocontrol y hacerse due?o de s¨ª; y la postliminar o meta de llegada a la mayor¨ªa de edad, que instituye la toma de posesi¨®n como sujeto aut¨®nomo y la ascensi¨®n hasta la madurez adulta.
Pero tanto si se entend¨ªa como una carrera o como un relato, educarse implicaba seguir un sendero unilineal, guiado por el hilo de Ariadna que permit¨ªa orientarse en el laberinto educativo para poder llegar hasta el fondo, matar al Padre simb¨®licamente representado por el Minotauro, y regresar con ¨¦xito hallando la salida predestinada por la vocaci¨®n personal (beruf). ?sta era la metamorfosis que obsesionaba a Kafka, como demuestra su Carta a mi padre: la de despertarse un d¨ªa convertido en esa especie de Minotauro o cole¨®ptero monstruoso que es el propio padre. En efecto, cuando la juventud era un rito de paso unilineal, la figura paterna representaba la autoridad que reconoc¨ªa los m¨¦ritos del hijo como posible sucesor. De ah¨ª que el padre inspirase temor o respeto, prefigurando el propio adulto maduro que cada joven estaba predestinado a ser. Por eso la educaci¨®n parec¨ªa una metamorfosis con sentido finalista y tensi¨®n por el desenlace, que dibujaba un solo final posible aunque no fuera necesariamente feliz: el de hacerse digno sucesor del padre, en tanto que capaz de superarle o suplantarle.
Pues bien, esto ya no es as¨ª. Los destinos sociales y los puestos laborales y profesionales para los que prepara el proceso educativo ya no son cerrados, unitarios, acabados ni estables. Por el contrario, la flexibilidad laboral, la permanente reconversi¨®n tecnol¨®gica y el acelerado cambio ocupativo determinan que hoy las trayectorias vitales sean discontinuas, fragmentarias y vers¨¢tiles. De ah¨ª que el sistema educativo ya no pueda proporcionarle una salida cerrada a cada joven, y en su lugar deba ofrecerle una salida abierta, predisponi¨¦ndole para ensayar diversas salidas m¨²ltiples, contradictorias, ef¨ªmeras, sucesivas y cambiantes. Como hace poco dec¨ªa en estas p¨¢ginas el rector de la Universitat de Barcelona, "el futuro de los estudiantes pasa por el cambio profesional continuo". O como tambi¨¦n se?ala Ron Dearing, responsable del Libro Blanco brit¨¢nico sobre la Ense?anza Superior, "la naturaleza de los trabajos va a cambiar de tal manera que hay que tener una amplia base educativa para poder adaptarse. Empezando desde la infancia y continuando a trav¨¦s de la universidad, la gente debe aprender a gestionar su propio aprendizaje, de modo que cuando acabe sus estudios asuma la responsabilidad de decidir y planear su propia trayectoria educativa, siendo los gestores de sus propias vidas".
Un futuro abierto exige una metamorfosis inacabada, indefinida e interminable. El proceso de educaci¨®n no se completa nunca, como una cinta sin fin que se reprograma a s¨ª misma abriendo sendas inexploradas enteramente nuevas, aunque a veces se cierren o se abran, se enlacen o se entrecrucen, dibujando borgianos jardines de senderos que se bifurcan. Y el concepto mismo de juventud debe cambiar, pues ya no es un proceso que se acabe y termine de un solo golpe, como en La metamorfosis de Kafka, al asumir la responsabilidad adulta. Si ya no hay trabajos, oficios ni profesiones que duren de por vida, tampoco las vidas adultas est¨¢n cerradas ni definidas de una vez por todas. Por el contrario, deben ser experimentalmente exploradas una y otra vez, volviendo a empezar de nuevo cada vez que parecen acabar provisionalmente con cada nuevo trabajo y cada nueva pareja, tan precarios y contingentes como aquellos anteriores a los que vienen a suceder.
Como el trabajo ya no representa un hilo conductor capaz de proporcionar sentido unitario a la vida, tampoco la carrera educativa prefigura ni anticipa la meta de llegada ni el destino final. Y si la carrera escolar o acad¨¦mica no tiene meta de llegada, tampoco sirve de referencia la l¨ªnea de salida desde el origen familiar. De ah¨ª que la figura del padre, como la de cualquier otra autoridad adulta, ya no act¨²e de gu¨ªa orientadora ni modelo al que respetar. As¨ª es como la juventud se anticipa a la vez que se prolonga indefinidamente, mientras la etapa adulta se fragmenta y descompone, pareci¨¦ndose cada vez m¨¢s a la desordenada experimentaci¨®n juvenil. En suma, el futuro est¨¢ abierto porque la metamorfosis de las personas evoluciona sin soluci¨®n de continuidad. Y su educaci¨®n no cesa, pues no tiene desenlace final.
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