El ¨²nico amor
Sostiene Francesco Alberoni, el autor de Enamoramiento y amor, Te amo, El erotismo, El primer amor y, ahora, Ten coraje, que los hombres son como las mujeres s¨®lo hasta los nueve a?os. A partir de aqu¨ª, se desencadena una quebradura relacional que s¨®lo viene a acarrear desagrados latentes. Molestias y desdichas m¨¢s o menos encubiertas pero que en definitiva bordan todas las colchas en las relaciones hombre-mujer. Este diagn¨®stico lo lanz¨® Francesco Alberoni, Rector de la Libera Universit¨¤ Lingue Comunicazioni de Mil¨¢n, el pasado martes en la sede del Istituto Italiano de Madrid. ?Era s¨®lo una boutade? En parte, Alberoni reconoci¨®, en el desayuno de ayer, que se trataba de una boutade pero en otra parte, algo mayor, correspond¨ªa a sus observaciones y exploraciones en las que se ha empe?ado.Su exposici¨®n completa es m¨¢s o menos ¨¦sta: hasta los nueve a?os, ni?os y ni?as siguen un desarrollo paralelo y son cada uno, en su diferencia, personas intercambiables. Se aman, se amistan, se gustan o disgustan y cada uno ocupa un lugar sim¨¦trico respecto al eje de su vinculaci¨®n. Lo que sucede m¨¢s tarde es , no obstante, de otra clase.
A partir de los nueve a?os las ni?as aceleran su desarrollo y a los trece, aproximadamente, ninguna de ellas se siente una igual a su compa?ero. Mientras los ni?os se fijan obsesivamente en sus codisc¨ªpulas, las ni?as empiezan a situar sus ilusiones en los ¨ªdolos del pop, en jugadores de f¨²tbol o en actores de cine que son de 10 a 30 a?os mayores que ellas. Naturalmente ninguna alcanza a hacerse novia de unos tipos as¨ª. Pero llegan a los 21 a?os, por ejemplo, y ?qu¨¦ pasa entonces con la figura de mayor atracci¨®n? Ocurre, dice Alberoni, que el modelo supremo contin¨²a siendo un individuo maduro, curtido o m¨¢s abastecido por la biograf¨ªa que el chico en la oficina o en el esca?o de la Universidad.
La chica se casa, a los 24 o a los 28 pero, seg¨²n el soci¨®logo italiano, pr¨¢cticamente nunca con el verdadero hombre de su vida sino con aqu¨¦l que dentro de su entorno y a su alcance le parece mejor que los dem¨¢s. Mientras la pasi¨®n del novio se colma con la novia de a?os parecidos, ella sigue anhelando a alguien mayor. ?Resultado? Una nueva insatisfacci¨®n que ahora se arrastra atravesando hijos, trastos, hipotecas, la d¨¦cada de los treinta.
Para ese tiempo es posible que el hombre haya demostrado m¨¢s que objetivamente sus diversas deficiencias y ella se considere de sobra legitimada para afrontar abiertamente su frustraci¨®n. No todas lo hacen, claro, pero en buen n¨²mero sienten que ha llegado al fin la edad de ser libres. El problema en ese momento es ?c¨®mo hacer para poderlo hacer? Ni sus atractivos f¨ªsicos son tan radiantes como hace a?os, ni la potencialidad de sus movimientos tan amplia. ?Conclusi¨®n? Un bisel de amargura crece referido a su condici¨®n y la desajustada condici¨®n del var¨®n.
En general los hombres se sienten muy alegres cuando tratan de mujeres pero en las mujeres es posible hallar a menudo variados elementos de rencor respecto al otro sexo. ?No hay pues ocasi¨®n de llevarse gloriosamente bien? Siempre cuando se tienen menos de nueve a?os. O, tambi¨¦n, especialidad de Alberoni, cuando se est¨¢ enamorado. El enamoramiento, dice, es una enfermedad de los nervios, una clase particular de neurosis, pero ofrece, entre otras ventajas relacionadas con la alucinaci¨®n o la hipnosis, el provecho de igualar las posiciones del hombre y de la mujer, de igualar los corazones y la edad interna o cardiovascular. Con el enamoramiento la equivalencia no es s¨®lo perfecta sino rec¨ªproca y, gracias a ella, se adivina el bien que nos reservar¨ªa alguna estructura intersexual del porvenir que actuara a juego. Por el momento lo vigente prima el arte de sobrellevar, interpretar, condonar, dejar pasar dentro del interludio insalvable entre el granel de los hombres y las mujeres. Las amigas siempre cerca para compartir las confidencias sobre la fechor¨ªa o la estulticia de aqu¨¦l y los amigos a mano para, habitualmente, callar juntos.
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