Se precisan empresarios
En varias declaraciones y conferencias he o¨ªdo al candidato Pasqual Maragall hablar del empresariado, de buscarles salidas a los j¨®venes como empresarios individuales, del tejido empresarial de Catalu?a. Maragall acierta en la elecci¨®n de este tema, porque est¨¢ incidiendo en un asunto de una enorme importancia para el futuro de nuestro pa¨ªs. Para decirlo de una vez, una sociedad que fomenta que sus gentes con m¨¢s talento se hagan empresarios es una sociedad que tiene todos los n¨²meros para prosperar, mientras que una sociedad cuyos talentos se encaminan hacia carreras que no crean riqueza, que simplemente la redistribuyen, es un pa¨ªs que apuesta por estancarse. Dejen que me explique. Primero ac¨¦ptenme, para simplificar, que la gente se orienta hacia aquellas ocupaciones que pueden serles econ¨®micamente m¨¢s rentables. Segundo, y ahora sin necesidad de simplificar, ustedes y yo estaremos de acuerdo en que el progreso de un pa¨ªs viene condicionado por cu¨¢les sean las actividades profesionales que escoge su gente con m¨¢s talento. Seg¨²n los pa¨ªses y las ¨¦pocas, la gente con talento ha buscado ocupaciones muy distintas. Cuando ha sido f¨¢cil crear empresas y quedarse con sus beneficios, mucho talento ha optado por hacerse empresario. Ejemplos los tenemos en la Gran Breta?a de la revoluci¨®n industrial o en Estados Unidos desde hace m¨¢s de un siglo. Cambiemos de tiempo y lugar y comprobaremos que a la gente sagaz ni por asomo se le ocurre ser empresario. Aspira en cambio a ser funcionario, a hacer carrera en el ej¨¦rcito, en la jerarqu¨ªa religiosa o en otras actividades similares que ofrecen mejores perspectivas econ¨®micas y personales. No hay m¨¢s que pensar en la Europa medieval, en la China imperial o en muchos pa¨ªses africanos en este siglo. Y si nos vamos a Am¨¦rica Latina hace bien poco, a algunas zonas de ?frica todav¨ªa hoy o a muchos otros pa¨ªses a lo largo de la historia, hombres de talento se hac¨ªan militares como forma de adquirir poder y recursos. Cuando la gente con m¨¢s capacidad se orienta hacia la empresa, su actividad permite crear riqueza. Por el contrario, cuando la carrera profesional de los mejor dotados transcurre en oficios de privilegio, en sinecuras, su esfuerzo de cada d¨ªa desemboca en una mera redistribuci¨®n de riqueza y no en su creaci¨®n. El resultado es que el pa¨ªs se estanca. Como es bien sabido, durante un buen pu?ado de siglos Espa?a se las apa?aba para que sus ciudadanos con mayor talento buscaran oficios de privilegio. No ser¨¦ yo quien atribuya a una casualidad que estos siglos coincidieran con siglos de estancamiento econ¨®mico. Como tampoco achacar¨¦ a una casualidad que ¨¦stos fueran tambi¨¦n los siglos de mayor intolerancia y oscurantismo. El hervor creativo, cuando ocurre, no se circunscribe a la creaci¨®n de riqueza. ?Qu¨¦ hacer para que el talento se dirija a las actividades que mayor beneficio social reportan? La respuesta es bien simple, al menos en principio: hay que poner los medios para que estas actividades resulten m¨¢s atractivas. En Espa?a, el atractivo de ser militar o de pertenecer a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica se ha ido desvaneciendo a lo largo del siglo, a medida que se desplomaba la capacidad de estos empleos para generar ping¨¹es beneficios. De manera similar, cabe confiar en que la democratizaci¨®n de la pol¨ªtica, la progresiva transparencia de la gesti¨®n p¨²blica y, en general, la lucha eficaz contra la corrupci¨®n vayan convirtiendo la carrera funcionarial en una profesi¨®n cada vez menos atractiva. Pero no todas las actividades profesionales poco creativas son actividades de privilegio. El espectacular estancamiento de la productividad observado en EE UU durante la ¨²ltima d¨¦cada ha sido atribuido por algunos a que tanta gente de talento se haya dedicado, en ese pa¨ªs, a la abogac¨ªa. Hace 10 a?os se public¨® un trabajo en que se comparaban, utilizando datos de 35 pa¨ªses, cifras de crecimiento econ¨®mico con n¨²mero de abogados. Ten¨ªa yo por aquel entonces demasiados amigos ejerciendo de letrados como para poderme permitir tomarme en serio
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