El vicio es el sistema
Al despacho de la Facultad me ha llegado una de las hojas informativas que suelen remitir al personal docente los sindicatos implantados en el sector. El papel comentaba los proyectos de reforma de la LRU en punto a profesorado y cargaba contra la propuesta de cambiar la composici¨®n de los tribunales que juzgan los concursos de acceso a plazas de profesor funcionario, que consiste en el trascendental cambio de reducir de dos a uno los miembros del Tribunal que designa el Departamento. A juicio del sindicato en cuesti¨®n la reforma consistente en pasar de un m¨¦todo de 3+2 a otro de 4+1 significaba pasar de un correcto sistema de promoci¨®n del profesorado dirigido por las propias Universidades a otro entregado en manos de las mafias de ¨¢rea y especialidad y, por ello, supon¨ªa una propuesta cavern¨ªcola y regresiva digna de todo menosprecio. La cr¨ªtica en cuesti¨®n apenas alcanza la categor¨ªa de sandez, pero revela muy bien dos cosas en verdad poco agradables: el papel que realmente desempe?an los sindicatos en la Universidad y el tab¨² existente en la Universidad en torno a la cuesti¨®n de los profesores funcionarios. Que una organizaci¨®n sindical que, para mayor inri, se pretende progresista, defienda un sistema de provisi¨®n que desapodera a las Universidades y les impide tener una pol¨ªtica de personal, con lo que reduce a la nada la autonom¨ªa de la instituci¨®n en tan delicada materia, un sistema que todo el mundo sabe que est¨¢ lo m¨¢s alejado posible de la provisi¨®n de puestos por m¨¦rito y capacidad, y lo m¨¢s cercano posible al grupito que tiene vara alta en el Departamento y/o la "escuela" de turno, un sistema, en fin, que ha producido y produce abusos a escala industrial y generado el s¨ªntoma revelador de la endogamia, revela muy bien que la mentada y sus hom¨®logas tienen por primera prioridad la defensa del inter¨¦s corporativo, respecto del cual toda otra preocupaci¨®n es secundaria. Con organizaciones sindicales as¨ª nada tiene de extra?o que los claustros universitarios y sus comisiones tengan una estructura que recuerda fuertemente la representaci¨®n corporativa de las Cortes de Franco, pongamos por caso. Ni que sea tan dif¨ªcil que los ¨®rganos de representaci¨®n resulten poseer alguna capacidad significativa de decisi¨®n pol¨ªtica, de generar proyectos de futuro, de actuar de efectivos ¨®rganos de gobierno. La defensa de los intereses creados es su credo. Lo dem¨¢s, decoraci¨®n. Si una Universidad vale lo que su profesorado resulta obvio que la cuesti¨®n de su provisi¨®n es una de las cuestiones nucleares de toda pol¨ªtica de la instituci¨®n. Si la Universidad es aut¨®noma, resulta asimismo obvio que esa afirmaci¨®n requiere que la instituci¨®n tenga un dominio amplio y pleno sobre aquella provisi¨®n. Y eso exactamente es lo que no sucede: el profesorado permanente lo reclutan los grupos de inter¨¦s, las clientelas que dominan las ¨¢reas de conocimiento, y no la Universidad. Las razones de esa situaci¨®n tienen poco que ver con el n¨²mero de puestos que la Universidad de la plaza, en realidad el ¨¢rea de la plaza, controla en la comisi¨®n, las claves se hallan en otra parte. El sistema LRU contin¨²a la estructura b¨¢sica del anterior r¨¦gimen en la materia, por ello no es de extra?ar que el cambio que ha supuesto no vaya mucho m¨¢s all¨¢ de la descentralizaci¨®n del cacicato. El sistema realmente existente se basa en cuatro elementos: en primer lugar los profesores de un ¨¢rea o asignaura reclutan a los nuevos profesores de la misma en r¨¦gimen de monopolio (s¨®lo hay profesores en el tribunal, y s¨®lo hay profesores del ¨¢rea o disciplina), lo que hace inevitable que el sistema real no sea el concurso, sino la cooptaci¨®n; en segundo lugar lo que se provee no es profesor, es una plaza singular, es mediante el acceso a plaza concreta como se accede al cuerpo, exactamente al contrario que en el resto de la funci¨®n p¨²blica, uno no es profesor de bioqu¨ªmica y luego es contratado u obtiene plaza en el departamento X de la universidad Y, uno gana plaza en el departamento X de la universidad Y y con ello accede al cuerpo, resulta claro que un sistema as¨ª genera "candidatos de casa" y "extranjeros" y que si la "casa" est¨¢ dividida es una invitaci¨®n al conflicto fratricida; en tercer lugar el personal es escaso e interconectado: los profesores que juzgan son muy pocos, los candidatos al puesto tambi¨¦n lo son, los primeros y los segundos se conocen personalmente antes y fuera de las pruebas, y, adem¨¢s, existen entre ellos relaciones de intercambio desigual antes y fuera del concurso, en consecuencia aparecen patrones y clientes y los comportamientos deferentes que son de rigor; cuarto, en cada ¨¢rea los profesores-patrones establecen complejas e inestables redes de alianzas para intercambiar favores en forma de vetos, votos, becas y plazas, es la din¨¢mica de esas clientelas la que determina la efectiva decisi¨®n del tribunal. En una palabra, el sistema materialmente existente se define como cooptaci¨®n mediante redes de clientela. El que no est¨¢ en una red, no es cliente de patrono alguno, no es en el mundo acad¨¦mico. Nada de extra?o que el resultado no sea precisamente la provisi¨®n mediante m¨¦rito y capacidad, Kant no ganar¨ªa plaza de profesor de filosof¨ªa en nuestra Universidad, d¨ªgalo D. Emilio Lled¨®. Todo lo dicho es cosa sabida, pero ni las autoridades acad¨¦micas lo dicen, pues dependen del voto de patronos y clientes, ni los sindicatos lo afirman, pues ello puede espantar clientela y alterar el confortable desorden establecido. No es que el sistema tenga vicios. Es que el vicio es el sistema.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia.
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