C¨®mo viajar sin salir de casa IMMA MONS?
Aclaro de entrada que el t¨ªtulo no alude a ning¨²n tipo de viaje virtual, sino a un viaje de verdad, de los que cuestan una pasta y un rosario de dolores musculares tras los esfuerzos por acomodarse durante largas horas en los insufribles asientos del t¨ªpico Jumbo transoce¨¢nico en clase turista. Dicho esto, se trata de que: 1) una vez llegado al hotel te sientas en casa, lo que no es f¨¢cil, pues la abundancia de estrellas no constituye una garant¨ªa infalible, las gu¨ªas de hoteles con encanto tienen sus m¨¢s y sus menos, y las pensiones de mala muerte, por m¨¢s que a menudo se parezcan a la propia casa mucho m¨¢s que al Ritz, no le dan a una la impresi¨®n de estar en el dulce hogar. As¨ª que tras mucho trabajo de campo he llegado a la conclusi¨®n de que s¨®lo consigo esta impresi¨®n en hoteles de decoraci¨®n an¨®nima, alegre y muy confortable. Cadenas de hoteles hay muchas, pero pocas responden al patr¨®n que acabo de describir. La cadena M?venpick responde a ese patr¨®n (en cualquiera de sus tres categor¨ªas, un M?venpick es siempre un espacio amplio, c¨®modo e inundado de luz, est¨¦s en Nuremberg o en Ad¨¦n). Como me encuentro en Hefei, (Rep¨²blica Popular China), donde no hay ning¨²n M?venpick, me alojo en un Holiday Inn, cuyo estilo me parece similar. 2) Una vez se siente una en casa, se trata de no salir y, sin embargo, viajar. O hacer que el viaje haya merecido la pena. Ello es posible gracias a la habitaci¨®n con vistas que me ha tocado en suerte. Ya el primer d¨ªa repar¨¦ en la c¨¢lida sensaci¨®n que me produc¨ªa. A partir de ah¨ª, esa sensaci¨®n se ha ido deslizando hacia una atracci¨®n fascinante. Me resisto a salir, no porque est¨¦ nevando a copo tendido, ni tampoco porque en Hefei (es un detalle que olvid¨¦ mencionar) no haya nada que ver, seg¨²n aseguran los habitantes de la ciudad y las gu¨ªas al uso donde ni siquiera aparece), sino porque, sencillamente, estoy hechizada. Eso es amor, me digo, y antes de sufrir el aturdimiento propio del estado, me da el tiempo justo para dar curso a la siguiente reflexi¨®n: ?C¨®mo es posible que no se tengan en cuenta este tipo de viajes? Quiero decir, lo mismo que hay viajes de aventura o viajes en burro, ?por qu¨¦ no es posible programar estos, llam¨¦mosles viajes de ventana? ?Por qu¨¦ un viaje de ventana ha de ser casi siempre fruto del azar? ?Para cu¨¢ndo una gu¨ªa de habitaciones con vistas? Cierto es que si no salgo, si permanezco tras los cristales, me ir¨¦ sin saber nada sobre Hefei. Pero: ?acaso s¨¦ algo sobre los lugares visitados en los alrededores de Pek¨ªn en los d¨ªas anteriores? Juro que nada s¨¦ acerca de la Ciudad Prohibida, que camin¨¦ hasta el agotamiento. Nada s¨¦ sobre el Palacio de Verano, ni sobre el Templo del Cielo, ni sobre el Templo del Buda Durmiente, que han quedado en mi memoria reducidos a una ins¨ªpida empanada de templos rellenos de budas. A¨²n menos espacio ocupa en mi recuerdo la excursi¨®n a la Gran Muralla: en mi opini¨®n resulta algo tonto ver un pedacito corto de lo que se visita precisamente por ser largo. Del pedazo en cuesti¨®n, mejor no hablar: siendo el m¨¢s pr¨®ximo a Pek¨ªn, ha sido convertido en un peque?o circo tur¨ªstico con sus chiringuitos, su telef¨¦rico y sus soldados medievales de mentirijillas. Todo lo contrario de la incompletitud de la t¨ªpica visita a la Gran Muralla es lo que sucede tras los cristales de mi habitaci¨®n. En ese rect¨¢ngulo parecen condensarse los elementos m¨¢s destacados de la civilizaci¨®n china. Y creo, tras horas de contemplaci¨®n, haber descubierto que es en el movimiento donde radica el encanto. Se mueven las bicicletas, componiendo un flujo ca¨®tico y delicado que se combina h¨¢bilmente con el resto de veh¨ªculos. Se mueven las gentes, de una forma muy peculiar que s¨®lo he observado en este pa¨ªs, sin prisa pero sin pausa. Se forman y se diluyen los corros de curiosos. Se mueven pollos, boniatos, naranjas y repollos cargados en remolques y carromatos. Hasta te parece ver c¨®mo se elevan ante tus ojos los rascacielos en construcci¨®n que abarrotan el horizonte. Movimientos sinuosos, algunos casi imperceptibles, toda una met¨¢fora de la habilidad de los chinos para sortear las dificultades. Toda una met¨¢fora, tambi¨¦n, de la metamorfosis que est¨¢ experimentando el pa¨ªs: se mueven r¨ªos de campesinos que llegan a la ciudad en busca de trabajo, se mueve con velocidad de reptil el sue?o americano que est¨¢ recorriendo las entra?as de todo lo que hasta ayer era bello y genuino, se mueven los adolescentes con gestos ya distintos, con gestos desorientalizados, m¨¢s bruscos, m¨¢s pop. Pero vaya, no es momento de atenuar la intensidad de mi idilio con reflexiones cr¨ªticas, es m¨¢s, hasta los rascacielos en construcci¨®n me est¨¢n gustando, es horrible, lo s¨¦, pero es que cuando te enamoras amas tambi¨¦n los defectos. As¨ª que me ci?o al tema, yo s¨®lo quer¨ªa decir que el viaje de ventana puede resultar en alto grado enriquecedor, pues apuesto sin temor a equivocarme a que nada de lo visto en viaje alguno valdr¨¢ en mi recuerdo lo que vale esta fascinante imagen de Hefei hirviendo de vida bajo la nieve.
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