Hortalizas y diamantes
M¨¢s que mi elogio al libro, lo que a Juan Garc¨ªa Hortelano le hac¨ªa ilusi¨®n es que yo hubiera le¨ªdo El gran momento de Mary Tribune en un hospital. "?Los dos vol¨²menes? Muy mal ten¨ªas que estar de salud". Los dos vol¨²menes se le¨ªan sin pena en aquel pabell¨®n del St. Stephen's Hospital en el barrio londinense de Fulham, y mi salud, en general potable, mejoraba al atardecer en cuanto mi ¨²nico visitante se iba a su casa y yo reanudaba la lectura. Desde la cama de enfrente,un escoc¨¦s muy simp¨¢tico que sufr¨ªa de verdad la convalecencia de unas hemorroides miraba celoso mis risas delante de aquel libro con copas y piernas en 1a portada. Recuerdo que al llegar a la inserta (o ladillo, como el autor los llamaba coloquialmente) de la p¨¢gina 120 del primer volumen, una cita muy bien tra¨ªda de Campoamor, la celadora nocturna sali¨® de su garita asustada por el tableteo de mis carcajadas en la alta soledad de la sala, pensando que la anestesia de una peque?a intervenci¨®n dermatol¨®gica me devolv¨ªa tard¨ªamente al delirio.A Garc¨ªa Hortelano no le faltaron nunca lectores, pero cuando yo daba mis primeros pasos literarios el p¨¦ndulo de los tiempos modernos estaba en otro extremo, y el novelista madrile?o se hab¨ªa quedado, seg¨²n las opiniones imperantes en los cen¨¢culos, preso de una berza. Esos desplazamientos s¨²bitos de la masa opinante, que en nuestro pendenciero pa¨ªs son m¨¢s tajantes que en ning¨²n otro, pueden causar el hundimiento del m¨¢s pintado,pero Garc¨ªa Hortelano no era un hombre temeroso del term¨®metro literario. Cuando le conoc¨ª, en el a?o 1969, viv¨ªa para escribir pero no de escribir, y por eso se permit¨ªa burlarse ¨¦l el primero de su supuesto berzismo y seguir cada tarde, al acabar su trabajo de funcionario en el Ministerio de Obras P¨²blicas, escribiendo los libros seg¨²n el rumbo que su cabeza, no las modas prevalecientes, le marcaba.
Ahora que Ediciones B esta sacando en unos bonitos libros de bolsillo la obra completa del escritor (?le habr¨ªa gustado a ¨¦l, la persona menos pomposa del mundo, el t¨ªtulo general de Biblioteca Garc¨ªa Hortelano? Pues yo creo que s¨ª, porque un gran orgullo de Juan era su biblioteca, excelente de veras, sobre todo en literatura francesa) el p¨²blico espa?ol, ajeno a las f¨²tiles batallas de la nomenclatura literaria, le podr¨¢ leer, sac¨¢ndole de ese purgatorio que los artistas sufren en nuestro pa¨ªs al morir en plena madurez, quiero decir, cuando a¨²n caen lejos los fastos de su primer centenario.
Volvamos a la berza y al p¨¦ndulo. El gran momento de Mary Tribune (o The Great Moment of Mar¨ªa Plataforma, seg¨²n la broma inventada en casa de su querido amigo Juan Benet) quedar¨¢ creo como la obra maestra central de su narrativa, y es cierto que a partir de ese libro monumental publicado en 1972, 10 a?os despu¨¦s de su anterior novela, el horizonte de Garc¨ªa Hortelano se ampli¨®, llegando -en esa peque?a maravilla que fue Los vaqueros en el pozo y en su premiada Gram¨¢tica parda- a sintonizar plenamente con el profundo cambio de gusto producido. Pero yo quiero reivindicar aqu¨ª el cultivo muy personal que Hortelano desempe?¨® dentro de la llamada Escuela de la Berza, sobrenombre despectivo de los novelistas sociales y comprometidos de los a?os sesenta, muchos publicados, como Juan, por el primer Carlos Barral. Le¨ª en su d¨ªa, con algo de retraso quiz¨¢, Nuevas amistades y Tormenta de verano, y aunque luego, siguiendo la rutina del "esp¨ªritu de mi tiempo", tambi¨¦n las enterr¨¦ como frutos echados a perder, nunca se borraron de mi memoria degustativa.
He rele¨ªdo hace poco la segunda, y, al margen del (interesante) tributo objetivista a su ¨¦poca, el libro confirma, frente al trazo grueso de las berzas mayores, el refinamiento del autor. Sostenida pr¨¢cticamente sobre los di¨¢logos (no peor o¨ªdos y transcritos que los de El Jarama), cuando el narrador introduce acciones o paisaje siempre hay mirada y precisi¨®n; sentido. ?Literatura de denuncia? En la ¨¦poca pudo leerse as¨ª entre l¨ªneas. Hoy queda como punzante retrato colectivo de una burgues¨ªa descolocada ante cualquier avance de lo imprevisto, y sus p¨¢ginas, limpias del tufo de la prosa militante, est¨¢n m¨¢s frescas que alg¨²n vidrioso joyel l¨ªrico de la misma edad. ?chense al coleto estas reediciones de Garc¨ªa Hortelano y ver¨¢n qu¨¦ bien caen en el cuerpo de su imaginaci¨®n.
Babelia
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