Moral y sida
A tenor de lo que se ha publicado en su peri¨®dico, da la sensaci¨®n de que los obispos estuvieran defendiendo algo as¨ª como el sexo sin protecci¨®n, como si prefirieran que los j¨®venes se contagien de enfermedades antes que permitirles utilizar el preservativo. Como podr¨¢ comprender, no hay obispo en el planeta (al menos en Espa?a no lo hay) con tan pocas luces como para atribuir al preservativo tan demoniacas propiedades, que hagan preferible el contagio del sida antes que el contacto con el perverso l¨¢tex.La propuesta de la Iglesia es la continencia y la fidelidad a la propia pareja, postura que puede no ser compartida, pero que es digna de todo respeto; entre otras cosas porque es un m¨¦todo perfectamente v¨¢lido para luchar contra el sida. De hecho, adem¨¢s de los preservativos, la OMS la recomienda como el mejor modo de luchar contra esta enfermedad (por cierto, que es curioso que el propio Carles haya citado a la OMS al explicar su postura, y que su peri¨®dico "censure" esta referencia). Podr¨ªamos comparar la campa?a sobre el preservativo con las diversas campa?as sobre el uso de jeringuillas. Tambi¨¦n la Iglesia recomienda a sus fieles que no se droguen, y nadie piensa que est¨¦n en contra de que los drogadictos usen jeringuillas no retornables (habr¨ªa que ser imb¨¦cil para pensar esto). S¨ª estar¨ªa la Iglesia en contra de una campa?a cuya ¨²nica referencia fuera "dr¨®gate sin compartir jeringuilla", y que no animara tambi¨¦n a otras opciones, como es la de la vida sana, el no drogarse.
Pues bien, del mismo modo -y salvando las distancias, puesto que la sexualidad es un elemento esencial de la antropolog¨ªa y del desarrollo personal- la Iglesia defiende que haya una informaci¨®n sexual distinta. Una informaci¨®n que no suponga una visi¨®n del amor y de la persona como un simple -hagamos un juego de palabras- "usar y tirar". Son dos opciones en la lucha contra el sida. Y aunque puedan debatirse con sus distintos argumentos, ninguna de las dos debe imponerse dogm¨¢ticamente a quien no la comparte.
Pero hay bastante de dogm¨¢tico en indignarse con que una de las partes exprese sus ideas; hay bastante de dogm¨¢tico tambi¨¦n en hacer campa?as sin informar de un modo acorde con sus valores a ese porcentaje nada desde?able de j¨®venes que siguen las ideas de la Iglesia. Pero hasta expresar estas ideas parece que est¨¦ prohibido o sometido a burdas manipulaciones. Parece que se ha sustituido el dogma cat¨®lico por el dogma cond¨®nico.-
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