Vicente Tus¨®n, 'in memoriam'
No era bueno el domingo de Ramos para que, esa ma?ana, Vicente Tus¨®n decidiera apearse del mundo, aunque ¨¦ste, desde hace muchos meses, lo estaba maltratando con crueldad, arrebat¨¢ndole la sencilla facultad de recordar las palabras, de reconocerlas en los escritos, horadando y minando d¨ªa a d¨ªa su cerebro esclarecido. No era bueno ese d¨ªa, p¨®rtico de la Pasi¨®n del Se?or y del j¨²bilo de tantos, ni ning¨²n otro d¨ªa, para que el admirable Vicente Tus¨®n optara por salirse de la fila y nos dejara ir solos a quienes camin¨¢bamos con ¨¦l o al par de ¨¦l.Que somos muchos, y m¨¢s si se cuentan los cientos de ciudadanos a quienes en sus estudios medios ense?¨® durante su larga y fecunda docencia, y otros millares a quienes, con sus libros, movi¨® a respetar, tal vez a amar, la literatura.
Soy testigo excepcional de sus cualidades: nos han unido muchos a?os de colaboraci¨®n y de ¨ªntima amistad. Pertenec¨ªa a la estirpe de los catedr¨¢ticos de instituto, sabios, que no conceb¨ªan misi¨®n m¨¢s alta que la de comunicar su conocimiento y contagiar su sensibilidad en las aulas. Pienso en Gili Gaya, Blecua o Lapesa (de quien Tus¨®n fue disc¨ªpulo, y en quien aprendi¨® disciplina, modestia y, sobre todo, arte de ense?ar). Hace unos pocos a?os hab¨ªa dejado la dura brega de las clases diarias; pero segu¨ªa ejerciendo su magisterio entre los docentes que lo reclamaban de toda Espa?a. Al jubilarse voluntariamente, hace tres a?os, los miembros de la Asociaci¨®n de Profesores de Espa?ol -no suele ser frecuente- lo despidieron con un homenaje, parte del cual consist¨ªa en pedirle que siguiera ayud¨¢ndoles a mejorar. Y lo hizo hasta que la enfermedad lo derrib¨® poco despu¨¦s. Hemos vivido muchas horas, muchos a?os juntos, trabajando en la docencia de la literatura, examinando el modo de hacerla m¨¢s llana y persuasiva, imaginando caminos, discutiendo soluciones, ejemplificaciones m¨¢s esclarecedoras para la empobrecida realidad escolar. Y he tenido muchas ocasiones de asombrarme por sus excepcionales estrategias did¨¢cticas, fundadas en saber y entusiasmo a partes iguales.
Tus¨®n ha escrito mucho de pedagog¨ªa literaria, traduciendo a un lenguaje ¨¢tico el -tantas veces- beocio idioma ministerial, y ha publicado bastante literatura, menos de lo que podr¨ªa haber hecho si su potente, invencible vocaci¨®n de profesor y educador no lo hubiera absorbido tanto. Pero un maestro lo es mientras vive y despu¨¦s. De ¨¦l va a quedarnos mucho, y parte fundamental de ese legado es totalmente indestructible para cuantos hemos tenido el privilegio de conocerlo: su elegancia espiritual y su ejemplo.
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