Triste comparsa
Ahora ya sabemos por qu¨¦ Aznar ha tardado tanto tiempo en dar explicaciones sobre la intervenci¨®n de la OTAN en los Balcanes: no ten¨ªa nada que decir. Llega con una semana de retraso respecto a sus colegas europeos y lo hace con el gui¨®n del primer d¨ªa, sin darse cuenta de que las preguntas que la ciudadan¨ªa se hace son otras: ?Hasta d¨®nde est¨¢ dispuesta a llegar la OTAN si Milosevic no cede? ?Se puede negociar con Milosevic a la vista de lo que est¨¢ haciendo en Kosovo? ?Cu¨¢l es el objetivo pol¨ªtico final? Clinton, por ejemplo, ha pasado de hablar de la autonom¨ªa de Kosovo a plantear la cuesti¨®n de la independencia. Aznar no parece haberse enterado. No s¨¦ si se trata de incompetencia, de insensibilidad o de ganas de pasar desapercibido por si las cosas terminan mal, pero el triste papel de comparsa que el presidente espa?ol ha asumido tiene que ver con su estilo de gobernar y con la propia tradici¨®n de la derecha espa?ola.Hay una tendencia inscrita en la derecha espa?ola a encerrarse en los problemas de casa. La falta de una verdadera tradici¨®n liberal se nota. Mezcla de cultura burocr¨¢tica y de cultura caciquil, la mentalidad pol¨ªtica de la derecha parte de una concepci¨®n muy patrimonial del Estado. Esta mentalidad ha dirigido buena parte de la pol¨ªtica del Gobierno Aznar, desde las privatizaciones para amigos y conocidos hasta el sectarismo comunicacional. La pol¨ªtica internacional se percibe como un estorbo. Todo lo que viene de fuera se lee en clave paranoica.
La comparecencia de Aznar ha puesto de manifiesto que sigue andando por Europa atenazado por su fantasma personal: Felipe Gonz¨¢lez. La mezquina alusi¨®n al expresidente, intentando responsabilizarle de que la OTAN haya tenido que intervenir militarmente, no s¨®lo demuestra un complejo impropio de un gobernante que, a estas alturas, deber¨ªa estar ya cl¨ªnicamente curado, sino que dice mucho de la escasa grandeza del estilo del presidente. Estamos ante un conflicto que tiene en vilo a toda Europa y Aznar reacciona en claves de politiquer¨ªa interior. Con lo cual es leg¨ªtima la sospecha de que los silencios de Aznar eran silencios de miedo, de temor a dar la cara en un conflicto en el que ha comprometido a Espa?a pero en el que preferir¨ªa pasar desapercibido parapetado detr¨¢s de los rostros de Solana y Gonz¨¢lez. Se confirma que Aznar tiende a esconderse cuando aparecen las dificultades.
Aznar deber¨ªa saber que hay preocupaci¨®n en la ciudadan¨ªa por una operaci¨®n que genera muchas dudas. Es obligaci¨®n de los gobernantes informar y transmitir confianza: los ciudadanos tienen derecho a conocer a d¨®nde se va y por qu¨¦. Aznar demostr¨® que no lo sabe. Con lo cual ha a?adido confusi¨®n a la confusi¨®n: ?no lo sabe porque no se entera o porque no lo saben siquiera quienes est¨¢n dirigiendo las operaciones? Si fuera lo primero ser¨ªa triste su papel de estadista en fuera de juego y si fuera lo segundo los motivos de preocupaci¨®n ser¨ªan mayores porque querr¨ªa decir que los gobernantes europeos se han metido en el conflicto porque no ve¨ªan otra opci¨®n, no porque tuvieran claros los objetivos y los medios. Sin embargo, no ser¨ªa excusa para el papel¨®n de Aznar. Un l¨ªder es el que tiene capacidad de proponer soluciones e iniciativas.
La aportaci¨®n de Aznar consiste en afirmar que se trata "de una operaci¨®n sujeta a extraordinarios riesgos, cuyo ¨¦xito nadie puede garantizar". Brillante descubrimiento. Espa?a est¨¢ embarcada en un conflicto b¨¦lico de gran envergadura y su presidente s¨®lo sabe decir que es un operaci¨®n muy arriesgada. ?No corresponde al presidente del Gobierno dar argumentos suficientes a la ciudadan¨ªa para que entienda las razones que le han llevado a participar en una empresa excepcional y de consecuencias imprevisibles? Aznar se parapeta en los regateos de intendencia de Berl¨ªn. Como si una guerra en los Balcanes fuera una simple an¨¦cdota que no merece de su tiempo. En Europa los responsables pol¨ªticos siguen dando explicaciones a diario. En Espa?a, el l¨ªder de la derecha se empeque?ece cubriendo con desgana un tr¨¢mite parlamentario. Es un problema de tradici¨®n y de estilo. Estilo de un gobernante que en vez de pensar en los intereses de Espa?a ve en el conflicto balc¨¢nico una oportunidad de marcar puntos buscando el rostro de sus rivales. Miseria.
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