"No hijo, no son explosiones, son fuegos artificiales"
La angustia en Belgrado descrita por los amigos de Tamara, una ciudadana serbia que vive en Barcelona
En Belgrado ya han florecido los cerezos. ?sa es la frase que repiten una y otra vez los amigos de Tamara, de 33 a?os. Le escriben por correo electr¨®nico, cuando hay luz, cuando hay l¨ªnea. Tratan de conectarse una y otra vez al servidor para describir la situaci¨®n que vive la ciudad a su compatriota, que trabaja en una universidad de Barcelona desde hace siete a?os. Tamara, como sus amigos, est¨¢ "cansada" de prejuicios y de pol¨ªtica, y recuerda, como ellos, que junto, debajo o entre los misiles hay civiles serbios que viven con angustia los acontecimientos."Una locura total. Parece una pesadilla m¨¢s que realidad. Como si todo ocurriera en otra dimensi¨®n. Hoy hace un d¨ªa espl¨¦ndido, m¨¢s caluroso que ayer. He quedado con el grupo de amigos en la cafeter¨ªa y S. ha tra¨ªdo una c¨¢mara y nos ha hecho ?una foto de veteranos de guerra! Despu¨¦s he caminado hacia la casa de mis padres. Belgrado, desierta. Alg¨²n transe¨²nte pasando a toda prisa y alg¨²n otro caminando lentamente, como sin saber hacia d¨®nde ir o qu¨¦ hacer. Este vac¨ªo es fantasmal". As¨ª se sent¨ªa B.C. el pasado viernes, un ingeniero de Belgrado que tras las iniciales que ocultan su nombre tiene "una sensaci¨®n extra?a, no miedo, sino la consecuencia de una larga espera que lentamente penetra en el subconsciente, en el alma, en el cuerpo". B.C. grita la rabia de sentirse "una part¨ªcula en el juego mundial de poderes". S.I., de 8 a?os, no entiende de esos juegos y ayer le escrib¨ªa a su primo de 13 a?os, el hijo de Tamara: "?Has o¨ªdo que nos est¨¢n bombardeando? [...]. Cuando empiezan a sonar las alarmas toda la gente corre a los refugios y el peligro dura un d¨ªa. Yo le ruego a pap¨¢ que me deje ir, pero el no me lo permite porque piensa que las bombas no caer¨¢n sobre nosotros".
El jueves pasado, Tamara recibi¨® el mensaje de V.B., un periodista independiente. Le cuenta el baile de sirenas y explosiones en la primera noche de ataques. "Para m¨ª fue uno de los momentos m¨¢s desesperantes. Justo cuando intent¨¦ dormir, sobre las cinco de la madrugada, se escucharon dos detonaciones. Fue cuando tom¨¦ mi primer valium".
B.B., otro periodista independiente, escribe a Barcelona: "Aqu¨ª todo es bastante surrealista, aullido de sirenas y detonaciones, la gente corriendo detr¨¢s de los camiones del pan... A. est¨¢ bien, le quedan unas semanas hasta el parto, pero mantiene el coraje. Ahora no estoy animada para escribir mucho. [...] ?Viva el planeta Tierra!".
Igual que el correo est¨¢ sirviendo como instrumento de denuncia y como arma informativa para ambos bandos, tambi¨¦n es un veh¨ªculo de desahogo, una terapia cibern¨¦tica. Los mensajes hablan de esa angustia de guerra que no se refleja en las im¨¢genes de la televisi¨®n. Los compa?eros de Tamara sienten que su voz no se escucha desde los refugios: sotanos "fr¨ªos, sucios y donde la gente no deja de contar historias".
G.N., profesora de la Universidad de Belgrado, escrib¨ªa el jueves 25: "Cada vez que me siento al ordenador empiezan las sirenas y no s¨¦ de cu¨¢nto tiempo dispondr¨¦. Las l¨ªneas telef¨®nicas funcionan mal, as¨ª que no s¨¦ si este correo llegar¨¢. ?Qu¨¦ puedo decir? Hace un d¨ªa maravilloso. En nuestro jard¨ªn ha florecido el albaricoque y, en el del vecino, el cerezo".
Las preguntas, las dudas, se repiten y Tamara no puede sino enviar los mensajes de sus amigos al mundo y reivindicar los interrogantes. Como los de M.T., productor de cine, que el pasado viernes, despu¨¦s de tres d¨ªas de bombardeos, se pregunta si despu¨¦s de los ataques "quedar¨¢ cualquier sentido de vida". El viernes, M.T. fue con su abuela a "echar un vistazo al refugio". "Estaba abarrotado de gente y en la puerta un padre gitano, el ¨²nico sentado de toda la familia, jugaba al tetris port¨¢til. Dentro, todos los sitios ocupados o reservados. Por ahora, la abuela no quiere bajar al refugio y yo no voy a insistir, para que no caiga en la sicosis b¨¦lica".
Los mensajes cuentan que de d¨ªa los ciudadanos de Belgrado recorren los refugios, no renuncian a visitar las terrazas de la plaza de la Rep¨²blica o a pasear por Knez Mihajlova, una c¨¦ntrica calle peatonal donde se esparcen los cristales rotos del Centro Cultural Americano, donde "la gente hace cola delante de las oficinas de Air France para escupir al escaparate", describe B.C.. De noche... "da miedo mirar por la ventana. Echas un vistazo y vuelves dentro, como si tu espacio te protegiera. En los edificios parece que no viviera nadie, todos han bajado las persianas y tienen miedo de encender la luz, como si alguien fuera a tirar bombas mirando si se ve la luz dentro de las casas. La ¨²nica se?al de vida es el reflejo de la luz azul de los televisores, que se percibe entre los orificios de las persianas. Y la noche primaveral. Y lo peor, la impotencia que sientes y que te lleva a odiar a los pa¨ªses cuyos aviones bombardean. Y aunque s¨¦ que un simple ciudadano ingl¨¦s o americano no tiene mucho que ver con esto, como yo tampoco, tengo que dirigir mis sentimientos negativos hacia alguien, algo de lo que no me siento orgulloso".
Seres humanos, sin bandos, sin pol¨ªtica, sin vacaciones de Semana Santa o tregua en el sue?o, escriben desde Belgrado. "Menos mal que todos tuvimos tiempo de ver la pel¨ªcula La vida es bella. Estos d¨ªas los padres de Belgrado cuentan a sus hijos: "No hijo, no son explosiones, son los fuegos artificiales". S.M.S., de origen argentino, pone el punto final a las 3.05 de la madrugada del domingo.
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