Rivalidades cofrades
Las pasiones que inspiran las im¨¢genes de Semana Santa est¨¢n por encima de la emoci¨®n art¨ªstica y de la religiosa. Todas tienen valor, pero los seguidores de cada una dan por supuesto que la Virgen o el Cristo propio es lo mejor del mundo, y no tienen empacho en vituperar a otras con tal de exaltar a la suya. El Jueves Santo en M¨¢laga es un buen ejemplo de c¨®mo la rivalidad cofrade puede llegar a parecerse a la futbol¨ªstica, especialmente entre los seguidores de Mena y La Esperanza, dos cofrad¨ªas muy populares. El a?o pasado, la lluvia dej¨® sin salir a La Esperanza, cuya casa hermandad est¨¢ muy cerca del lugar donde se encierra Mena. Un seguidor del Cristo de La Legi¨®n celebr¨® la desgracia de los esperancistas con un "que se fastidien ¨¦sos". Los devotos de la Virgen estuvieron en un tris de com¨¦rselo vivo. En las salidas es donde se observan mejor estos sentimientos. Si a un desconocido se le escapa un piropo, inmediatamente habr¨¢ un devoto que le explique la historia del trono, el manto, la corona y las flores que adornan a su imagen. Pero si el comentario es "pues a m¨ª no me dice nada; tal otra es much¨ªsimo m¨¢s bonita", en menos de una fracci¨®n de segundo habr¨¢ alguien que le espete: "Pues la casa hermandad est¨¢ all¨ª mismo. Ya est¨¢ tardando en largarse, que aqu¨ª sobra gente". La rivalidad se proyecta hacia la Semana Santa de otras provincias, hacia las procesiones de un d¨ªa o de otro, y por ¨²ltimo hacia las im¨¢genes m¨¢s populares. El caso es defender lo de uno. El fervor puede llegar a tal extremo que no hay manera de entrar en raz¨®n. Pero esa circunstancia es com¨²n a todos los lugares. En los pueblos se ha llegado a dar el caso de prohibir un matrimonio porque el novio o la novia eran de la cofrad¨ªa rival. En cierta ocasi¨®n, el enfrentamiento en un pueblo se desbord¨® tanto que el obispo fue a mediar. Pas¨® la tarde con las camareras de las dos v¨ªrgenes; las reuni¨®, merend¨® con ellas y les explic¨® que Virgen no hab¨ªa m¨¢s que una, y que todas las advocaciones eran v¨¢lidas. Las mujeres parec¨ªan haber entrado en raz¨®n y el obispo se iba pensando que hab¨ªa logrado la concordia, pero una de ellas, al despedirse, le dijo: "Eso est¨¢ muy bien, se?or obispo, pero virgen, virgen, la nuestra, porque la otra tiene un ni?o".
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