?Pueden europeizarse los Balcanes?
Acerca del final del milenio se han hecho diversas y funestas previsiones, y, sin embargo, lo que est¨¢ sucediendo estos d¨ªas en los Balcanes desborda cualquier fantas¨ªa. En plena Europa, uno de sus pueblos es b¨¢rbaramente exterminado por su propio vecino. Este exterminio, que hace recordar los tiempos de Gengis Jan, de Hitler y de Stalin, se lleva a cabo con los mismos m¨¦todos cl¨¢sicos: arrasamientos, matanzas, deportaciones. Es apoyado por una solidaridad enferma, que unas veces adopta nombre ortodoxo, eslavo o comunista, y otras veces, los tres a un tiempo. El mundo entero es testigo del desarrollo de un nuevo racismo: en el seno de varios pueblos que han padecido el racismo, entre quienes de forma radicalmente injusta fueron anta?o calificados por los romanos de "eslavos" -es decir, esclavos-, se desarrollan procesos revanchistas de proporciones desconocidas hasta ahora. Este reciclamiento del crimen, este deseo de la v¨ªctima de ayer de ocupar el lugar del verdugo, crear¨¢ serios problemas a la civilizaci¨®n actual si no es detenido con energ¨ªa, incluso con fuerza.Tal vez no sea casual que la reaparici¨®n del asesinato de naciones se produzca en los Balcanes, un escenario reducido apropiado para la condensaci¨®n de la tragedia.
La pregunta de si pueden civilizarse -en otras palabras, de si pueden europeizarse- los Balcanes, aunque puede que parezca en la actualidad fuera de tiempo, resulta justamente hoy esencial y apremiante. La comprensi¨®n de la guerra que la Alianza Atl¨¢ntica, el brazo armado de la civilizaci¨®n occidental, lleva a cabo actualmente est¨¢ precisamente relacionada con esa pregunta.
De las cuatro pen¨ªnsulas europeas, las tres del sur, la de los Pirineos (Espa?a y Portugal), la de los Apeninos (Italia) y la pen¨ªnsula balc¨¢nica, han desempe?ado un papel de primera importancia en los destinos europeos. La primera (la de los Pirineos) protagoniz¨® el acontecimiento m¨¢s grande de los siglos: el descubrimiento de Am¨¦rica; dicho en otros t¨¦rminos, multiplic¨® por dos el mundo. La segunda, la de los Apeninos, le entreg¨® a Europa la civilizaci¨®n latina, y la tercera engendr¨® la civilizaci¨®n griega, el fundamento de los fundamentos de la civilizaci¨®n occidental. La pen¨ªnsula balc¨¢nica ha sido, por otra parte, la que ha ocasionado y contin¨²a ocasionando m¨¢s conflictos en la ¨¦poca actual. Se dir¨ªa que a¨²n estuviera reclamando un pago por la luz que le dio al mundo anta?o, y que ese mismo mundo, seg¨²n ella, ha olvidado.
Pero es verdad que Europa ha olvidado o despreciado con frecuencia los Balcanes. ?stos permanecieron al margen de su atenci¨®n particularmente durante los cinco siglos de ocupaci¨®n otomana. Fueron los poetas quienes, comenzando por lord Byron, se acordaron de la aciaga suerte de los griegos, de los albaneses, de los rumanos y de los eslavos del sur e hicieron sonar la campana de alarma acerca de ellos. Entretanto, todo un negro bagaje fue deposit¨¢ndose, como si cayera en profundos agujeros, en la memoria de estos pueblos. Aislados, separados del continente materno, elaboraron toda suerte de fantas¨ªas, mitos y leyendas en los que ellos mismos comenzaron a creer; y no conform¨¢ndose con ello, a menudo los convirtieron en programas nacionales. No debe olvidarse que en esta enorme pen¨ªnsula, por si no bastara con el mosaico de pueblos que la habitan, con lenguas, religiones y culturas tan ricas como diferentes, est¨¢n enterradas las ruinas de tres grandes imperios: el romano, el bizantino y el otomano. Y es sabido que hay periodos en que las ruinas desempe?an un papel particular en la vida de los pueblos.
As¨ª se explica que despu¨¦s de que salieran de la esclavitud, en lugar de regocijarse por la luz de la libertad y, solidarios los unos con los otros, aprestarse a la tarea de reparar la consecuencias de la cat¨¢strofe, esos pueblos hicieran con frecuencia lo contrario: como enceguecidos se abalanzaron unos contra otros en nombre de los fantasmas que cada cual hab¨ªa gestado en su soledad. Cometieron de este modo insensateces a consecuencia de las cuales se ganaron ep¨ªtetos denigrantes y, con no poca frecuencia, el nerviosismo de Europa y del mundo entero.
Sobre los pueblos de los Balcanes se inventaron y se dijeron innumerables proverbios y m¨¢ximas, se?al segura ¨¦sta que denota la falta de voluntad en quien la exhibe de comprometerse seriamente en un problema. Es exacta y sobre todo bonita la expresi¨®n de Winston Churchill de que "los Balcanes producen m¨¢s historia de la que pueden consumir"; pero si Churchill, quien consumi¨® tantas energ¨ªas en la defensa de la civilizaci¨®n occidental, le hubiese dedicado en Yalta no unos minutos, sino unas cuantas horas a los destinos de varios pueblos de los Balcanes, muchos horrores habr¨ªan sido conjurados hace largo tiempo.
Todav¨ªa hoy padecemos los vestigios del prolongado olvido, de la sustituci¨®n de las verdades fundamentales por m¨¢ximas de sal¨®n. Aun hoy no se conocen bien muchas cosas b¨¢sicas. Por supuesto, nadie en Europa, en EEUU y en todo el mundo est¨¢ obligado a conocer los pormenores de la vida de los balc¨¢nicos. Pero, cuando estalla un conflicto semejante, algunos hechos fundamentales deben ser conocidos, pese a todo. No est¨¢ de m¨¢s saber, por ejemplo, que el pueblo m¨¢s numeroso de la pen¨ªnsula es el
rumano; que otros cuatro pueblos, los griegos, los serbios, los albaneses y los b¨²lgaros, son aproximadamente del mismo tama?o. Saber esto servir¨ªa para deshacer el malentendido de que Serbia es un gran pa¨ªs de los Balcanes, y en consecuencia puede desempe?ar un papel de ¨¢rbitro, cuando en realidad es tres veces m¨¢s peque?a que Rumania.El desconocimiento ha llegado a extenderse a la totalidad de la percepci¨®n de los Balcanes. Para algunos, ¨¦sa es una pen¨ªnsula habitada principalmente por eslavos, cuando en realidad, entre 70 millones de balc¨¢nicos, los eslavos no representan m¨¢s que un tercio. Este ¨²ltimo enga?o, difundido indirectamente por los eslavos mismos, ha servido y contin¨²a sirviendo como justificaci¨®n para el derecho de Rusia de intervenir en los Balcanes. Con el fin de hacer cre¨ªble esa justificaci¨®n, la presencia de los eslavos en los Balcanes ha sido astutamente amalgamada con la ortodoxia y con el r¨¦gimen comunista. De este modo, para las personas que no tienen tiempo de profundizar en las complicaciones balc¨¢nicas, el trinomio ortodoxia, comunismo y eslavismo ha acabado agreg¨¢ndose hasta producir un "monstruo geopol¨ªtico" semejante a los que aparecen en los cuentos fant¨¢sticos.
En tales condiciones, cuando el enga?o triunfa con respecto a cosas visibles y palpables como son la geograf¨ªa, el orden pol¨ªtico y la religi¨®n, es f¨¢cil imaginar lo que puede llegar a hacerse con la "historia" de los Balcanes. ?sta ha sido falsificada de la forma m¨¢s monstruosa, con objeto de que sirva de sost¨¦n al crimen racista.
La pen¨ªnsula m¨¢s grande de Europa quiz¨¢ no habr¨ªa tenido este oscuro destino si el inter¨¦s del continente materno hubiera sido m¨¢s temprano. El desinter¨¦s est¨¢ relacionado con el desconocimiento, y este ¨²ltimo, cuando es excesivo, se vincula con una vieja mentalidad colonialista, la del ocupante, el que sentado en su butaca disfruta viendo c¨®mo "los pueblos disputan por nader¨ªas". La historia de la ¨¦poca moderna comenz¨® con una parecida y tr¨¢gica desatenci¨®n, el d¨ªa en que el gobernador romano Poncio Pilatos "se lav¨® las manos" en el juicio a Jesucristo. No sabemos qu¨¦ es lo que escribi¨® Poncio Pilatos en el informe secreto donde, entre otras cosas, daba cuenta al Senado romano de los disturbios en Palestina. El informe se ha perdido, pero la leyenda lo ha sustituido por ese "lavarse las manos", gesto que de manera bien precisa expresa la esencia de la actitud del patricio romano.
Desde la crucifixi¨®n de Jesucristo, ese lavarse las manos se ha repetido infinidad de veces en el mundo. Ha sido y contin¨²a siendo una postura excesivamente c¨®moda esta supuesta neutralidad, esta condena de las dos partes, este deseo de no distinguir al verdugo de la v¨ªctima, de aparentar que uno no es m¨¢s que un mero observador que se encuentra situado por encima de las dos partes, etc¨¦tera. En realidad, se trata de la postura m¨¢s hip¨®crita, que bajo la m¨¢scara de la neutralidad se esfuerza por ocultar el pleno apoyo al crimen.
El gesto de Pilatos se ha venido repitiendo con frecuencia y contin¨²a haci¨¦ndolo hoy en el conflicto serbio-alban¨¦s por Kosovo. Todo el mundo puede ver que frente a un Ej¨¦rcito y una polic¨ªa armados hasta los dientes se encuentra un pueblo indefenso, cuya vida entera ha sido vuelta del rev¨¦s, y, sin embargo, no han faltado las voces partidarias ?de "condenar a las dos partes"! Se da lugar a una simetr¨ªa criminal cuando se coloca en la misma balanza la muerte de los polic¨ªas serbios por la resistencia kosovar y el martirio de un pueblo entero. Se han sembrado dudas sobre las matanzas, como fue el caso de la de Ra?ak, al aportar como argumento el posible traslado de algunos cad¨¢veres unos cuantos metros a la derecha o a la izquierda, como si eso cambiara alguna cosa en la esencia de la verdad, y como si las v¨ªctimas no hubiesen sido realmente asesinadas, sino que se tratara de actores que hac¨ªan el papel de los muertos. Y as¨ª sucesivamente viene desarroll¨¢ndose esta triste historia, hasta llegar a las manifestaciones comunistas, cuya principal preocupaci¨®n ha sido la condena de los bombardeos de la OTAN, pero en modo alguno el genocidio contra un pueblo entero.
Esta sordera y esta ceguera son verdaderamente inquietantes en el momento en que la nueva Europa se esfuerza por nacer. Resulta inquietante toda esta nostalgia por el ¨²ltimo pa¨ªs estalinista de Europa.
En defensa del crimen serbio se utilizan todas las f¨®rmulas posibles: "intangibilidad de las fronteras", "violaci¨®n de la soberan¨ªa de un Estado", etc¨¦tera. ?Acaso no saben estos abogados del crimen que basta con una matanza de ni?os para que un Estado pierda toda legitimidad? Y en Kosovo, el asesinato de las mujeres y los ni?os por parte de la maquinaria represiva serbia es s¨®lo una de las infinitas bestialidades que se cometen.
Al intervenir militarmente en los Balcanes, la Europa atl¨¢ntica inicia una nueva p¨¢gina en la historia de la civilizaci¨®n mundial. Ha emprendido una guerra no por el petr¨®leo, como se la ha querido culpar con frecuencia, ni por otros intereses, sino por un principio: la defensa de los derechos y de la existencia misma del pueblo m¨¢s pobre del continente. Europa se convierte as¨ª en la Europa de las personas. Enarbola de este modo un nuevo programa. No se volver¨¢ a lavar las manos. Va a perseguir el crimen.
Es ¨¦ste un acto inici¨¢tico, fundamental, y como todo acto as¨ª, no resulta gozoso, sino doloroso. Es sabido que las nuevas p¨¢ginas de la historia no se vuelven en banquetes o en fiestas, sino en tales situaciones dram¨¢ticas.
Volviendo de nuevo a la pregunta de si se puede europeizar la pen¨ªnsula balc¨¢nica, la ¨²nica respuesta ser¨ªa: no s¨®lo se puede, sino que se debe. La primera raz¨®n es que los Balcanes son el patio de la casa europea, y en ninguna casa puede haber paz mientras en su patio se producen confrontaciones y terror. La otra raz¨®n es que los balc¨¢nicos, esa energ¨ªa humana colosal, empleada con frecuencia en un sentido negativo, pueden y deben ponerse al servicio de la vida. Pero para que los Balcanes se vuelvan hacia la vida, su territorio debe limpiarse de forma definitiva.
En v¨ªsperas del nuevo milenio se siente de modo cada vez m¨¢s apremiante la necesidad de un nuevo examen de conciencia de la humanidad. Fue merced al exorcismo de un viejo crimen, cometido por la antigua Grecia contra todo un pueblo, el troyano, como, a trav¨¦s de la literatura, se dio a la civilizaci¨®n griega la altura sublime que conocemos hoy. Desgraciadamente, los casos as¨ª son muy raros en la historia. Tras la Segunda Guerra Mundial, los alemanes llevaron a cabo de manera general ese exorcismo y volvieron a ocupar de ese modo el lugar que les corresponde en la familia europea. Sin embargo, otros pa¨ªses se encuentran todav¨ªa muy lejos. Inmediatamente despu¨¦s de la ca¨ªda del nazismo, siete pueblos de Europa central y oriental, alrededor de 100 millones de personas, cayeron bajo el tal¨®n del comunismo sovi¨¦tico. Padecieron mucha violencia y p¨¦rdidas a causa de esa opresi¨®n; sin embargo, hasta el d¨ªa de hoy, no se ha manifestado se?al alguna de arrepentimiento a cargo de la parte opresora. Por el contrario, cada d¨ªa se oyen m¨¢s llamamientos al restablecimiento del imperio estalinista; es decir, del crimen estalinista. Ese crimen amenaza hoy a Occidente, a la vez que amenaza a la propia Rusia liberal.
En los Balcanes se enfrentan hoy dos mundos radicalmente contrarios. En tales confrontaciones se crea a veces la impresi¨®n de que el mundo democr¨¢tico resulta ser el m¨¢s impotente, en tanto que el b¨¢rbaro da la impresi¨®n contraria. Ello se debe a que existe una falta de correspondencia entre las dos partes, una de las cuales respeta los principios, mientras la otra ni siquiera los reconoce. Pero esto no puede ser m¨¢s que una ilusi¨®n transitoria.
El pueblo alban¨¦s, el pueblo olvidado del continente, ha sido colocado de pronto en el centro de atenci¨®n del mundo, esa atenci¨®n con la que tanto hab¨ªa so?ado. Independientemente de su voluntad, se ha visto situado en el ojo del hurac¨¢n. Atraer la atenci¨®n a causa de una tragedia tan inmensa es la cosa m¨¢s dolorosa que pueda darse en la vida. El pueblo m¨¢rtir alban¨¦s, sobre sus fr¨¢giles hombros, se esfuerza por llevar con resignaci¨®n y dignidad el peso de ese drama. Esperemos que el mundo no lo olvide.
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