La polic¨ªa y la pol¨ªtica
TEO SANTOSLos excesos policiales, entendiendo por tales las extralimitaciones de los agentes de polic¨ªa en el ejercicio de sus funciones, son una lacra para cualquier comunidad civilizada. Hay quien pretende justificarlos desde una perspectiva de "costo asumible", aduciendo su hipot¨¦tica rentabilidad en el descenso de los ¨ªndices de criminalidad cl¨¢sica, o al menos en la percepci¨®n p¨²blica de una mayor actividad policial. Cabe preguntarse sobre la mejora de los resultados que se producir¨ªa si la polic¨ªa se dedicase a los delitos urban¨ªsticos, conexos a la corrupci¨®n y a la especulaci¨®n, en vez de apalear okupas. En realidad, hablamos del recurso al viejo principio de la fuerza f¨ªsica coactiva, cuando no hay inteligencia para otras formas posibles y plausibles de actuaci¨®n policial. Tambi¨¦n cuando los intereses ideol¨®gicos no dejan otro margen de maniobra. Sin entrar en el caso extremo de la polic¨ªa serbia, que est¨¢ cometiendo atrocidades genocidas, est¨¢ el ejemplo de los atropellos de la polic¨ªa metropolitana de Nueva York, el racismo denunciao de de los m¨ªticos "bobies" de Londres o en los abusos de la propia polic¨ªa vasca. Todos ellos, salvando las significativas distancias, tienen al menos dos aspectos en com¨²n y una clara diferencia. En primer lugar, cada una de estas polic¨ªas, y en general todas ellas, reflejan en su particular funcionamiento el sistema pol¨ªtico en que se inspiran y para el que trabajan. J. L. Loubet del Bayle y D.H. Bayley lo han analizando con profundidad. ?ste ¨²ltimo ha llegadoa a afirmar que "polic¨ªa y pol¨ªtica no pueden ya estar separadas", imagin¨¢ndolas "como la empu?adura y la hoja de un cuchillo". Tal vez cabr¨ªa matizar que son reflejos un tanto extremos, pues la intervenci¨®n policial no deja de darse en situaciones l¨ªmites. La segunda coincidencia resalta la dificultad de controlar a las polic¨ªas, cada cual en su contexto, pero todas con amplios m¨¢rgenes de impunidad interna, sin que los ¨®rganos de gobierno propios sean capaces de autocensurarse. Tienen que ser, en la mayor¨ªa de los casos, instituciones u organizaciones exteriores las que critiquen y vigilen a las polic¨ªas. Ser¨¢ el Tribunal Penal Internacional quien tendr¨¢ que actuar ante los cr¨ªmenes de la polic¨ªa serbia, como fueron las asociaciones de defensa de los derechos civiles las pioneras en enfrentarse a la polic¨ªa neoyorquina y a la londinense; y en el caso vasco ha sido el Ararteko quien ha verificado el descontrol policial. La disparidad entre las polic¨ªas mencionadas se manifiesta en cuanto a la sensibilidad de sus responsables pol¨ªticos y la receptividad profesional ante las cr¨ªticas vertidas. El efecto de las denuncias ha sido nulo en el caso serbio; las autoridades de Nueva York han respondido tibiamente o de forma contemporizadora a las denuncias, mientras que en Londres ha sido de aceptaci¨®n constructiva y en nuestra tierra se ha dado una consideraci¨®n institucional, con cierto cuestionamiento por parte del Departamento de Interior. En este ¨²ltimo caso, ya que nos toca algo m¨¢s de cerca, cabe destacar su similitud con el norteamericano (?ser¨¢ la globalizaci¨®n o la comuni¨®n conservadora?), pues en ninguno de ambos ha habido dimisiones o ceses, continuando las mismas direcciones policiales, a pesar de la gravedad de los hechos. En su elaborado informe, el Ararteko llega a la "convicci¨®n", mediante la constataci¨®n de "indicios suficientes", de la existencia de pr¨¢cticas en la Polic¨ªa Vasca "habituales" o bastante extendidas que no son acordes ni con la legalidad ni con el respeto a los derechos humanos". Es posible que las recomendaciones del Ararteko enmienden la situaci¨®n, algo se nota ya, pero no dejar¨¢ de ser superficial sino se abordan los problemas de fondo, tanto del motivo de la actuaci¨®n policial, como de la polic¨ªa en s¨ª. Evitar los excesos policiales es posible, faltar¨ªa m¨¢s; la documentaci¨®n que trata este tema en la bibliograf¨ªa profesional es abundante. Bien es cierto que son muy escasas las aportaciones vascas en este campo de control sobre la actividad policial, lo que no deja de ser significativo. Las recetas en esta materia son conocidas, aunque alguna innovaci¨®n siempre es posible. Tan solo hace falta que los responsables de la polic¨ªa se decidan a su aplicaci¨®n. En el caso vasco hay una dificultad a?adida, cual es la significaci¨®n simb¨®lica de la Ertzaintza, por momentos un verdadero tab¨² para la cr¨ªtica, aunque se aderece de constructiva. Valga la constataci¨®n de que el ¨¢rea de investigaci¨®n para "asuntos internos" cuenta con una media docena de agentes para 7300 polic¨ªas, una tercera parte de los destinados al servicio de prensa. Tampoco es que el control externo haya funcionado, salvo la actuaci¨®n del propio Ararteko, pues la intervenci¨®n de la Fiscal¨ªa y de la judicatura ha sido escasa. As¨ª que nos queda la confianza en nuestro poder de reacci¨®n, instando la actuaci¨®n del Parlamento y, en todo caso, suscribiendo que la "seguridad ciudadana, a expensas de las libertades civiles, es inaceptable", como manifiest¨® recientemente la Susan Sarandon en Nueva York. Luego fue detenida por la polic¨ªa por "alteraci¨®n del orden".
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