La guerra, "nuestra" Europa y la "otra" Europa
El otro d¨ªa, una amiga de mi tierra, Nueva York, me llam¨® a Bari -donde vivo desde hace un par de meses- para ver si estaba bien y me pregunt¨® de paso si pod¨ªa o¨ªr el ruido de los bombardeos. La tranquilic¨¦ dici¨¦ndole que desde el centro de Bari no s¨®lo no puedo o¨ªr c¨®mo caen las bombas sobre Belgrado, Novi Sad y Pristina, sino que es casi imposible o¨ªr los aviones que despegan de la cercana base de la OTAN en Gioia delle Colle. Aunque es f¨¢cil burlarse de la poca visi¨®n geogr¨¢fica de mi amiga estadounidense seg¨²n la cual los pa¨ªses europeos son s¨®lo ligeramente m¨¢s grandes que un sello de correos, su peque?a Europa parece un bonito complemento de la extendida visi¨®n de la "Desamparada Europa arrastrada por el Gran Malo EE UU a una locura b¨¦lica". Quiz¨¢ exagere. Escribo esto desde Italia, el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la cadena de la OTAN. Italia (a diferencia de Francia y Alemania) sigue manteniendo una embajada en Belgrado. Milosevic ha recibido a Cossutta. El estimable alcalde de Venecia ha mandado un enviado a Belgrado con cartas dirigidas a Milosevic y a Rugova en las que propone Venecia como escenario de las negociaciones de paz. (Las cartas fueron aceptadas, muchas gracias, por el primado ortodoxo despu¨¦s del servicio del Domingo de Resurrecci¨®n). Pero tambi¨¦n es verdad que es comprensible que a Italia le haya entrado el p¨¢nico. Los italianos no s¨®lo ven escenas de terrible miseria en sus informativos televisivos, sino tambi¨¦n im¨¢genes de masas en movimiento. En Italia, los albaneses son antes que nada futuros inmigrantes.
Pero la amplia oposici¨®n a la guerra dif¨ªcilmente se limita a Italia y a una rama del espectro pol¨ªtico. Al contrario: hay restos de la izquierda y gente como Le Pen, Bossi y Heider movilizados contra esta guerra. La derecha est¨¢ en contra de los inmigrantes. La izquierda en contra de EE UU. (Es decir, en contra de la idea de EE UU. La hegemon¨ªa de la cultura popular estadounidense en Europa dif¨ªcilmente podr¨ªa ser m¨¢s total).
Tanto en la llamada izquierda, como en la llamada derecha, se habla cada vez m¨¢s de identidad. El antiamericanismo que alimenta la protesta contra la guerra ha crecido en los ¨²ltimos a?os en muchas de las naciones que forman la nueva Europa y quiz¨¢ se entienda mejor como un desplazamiento de la ansiedad respecto a esta Nueva Europa, que a todos le han dicho que es "Algo Bueno", y que pocos se atreven a poner en duda. Las naciones son comunidades que est¨¢n siendo permanentemente imaginadas, reconcebidas y reafirmadas frente a la presi¨®n de un Otro definitorio. El espectro de una naci¨®n sin fronteras, una naci¨®n infinitamente porosa, tiende a crear ansiedad. Europa necesita a su desp¨®tico EE UU.
?Europa d¨¦bil? ?Europa impotente? Las palabras est¨¢n por todas partes. La verdad es que la Europa hecha para los negocios creada con la entusiasta aprobaci¨®n de las ¨¦lites empresariales y profesionales "responsables" es una Europa dise?ada precisamente para ser incapaz de responder a la amenaza planteada por un dictador como Milosevic. Esto no es cuesti¨®n de "debilidad", aunque as¨ª es como se experimenta. Es cuesti¨®n de ideolog¨ªa.
No es que Europa sea d¨¦bil. Ni mucho menos. Es que Europa, la Europa en construcci¨®n desde la victoria final del capitalismo, en 1989, se trae otra cosa entre manos. Algo que verdaderamente deja obsoleta la mayor parte de las cuestiones relativas a la justicia y, en realidad, todas las cuestiones morales. (Lo que prevalece, en su lugar, son cuestiones de salud, que pueden ir unidas a las preocupaciones ecol¨®gicas; pero eso es otra cuesti¨®n).
Una Europa dise?ada para el espect¨¢culo, el consumo y el apret¨®n de manos... pero angustiada por el miedo a identidades nacionales devoradas por el comercialismo multinacional sin rostro o por oleadas de inmigrantes extranjeros procedentes de pa¨ªses pobres.
En una parte del continente, los ex comunistas juegan la baza nacionalista y fomentan nacionalismos letales... Milosevic es el ejemplo m¨¢s atroz. En otra parte, se supone que el nacionalismo y, con ¨¦l, la guerra, est¨¢ superado, pasado de moda. Qu¨¦ desamparada se siente "nuestra" Europa ante toda esta matanza irracional y todo este sufrimiento que tiene lugar en la otra Europa.
Y, mientras tanto, la guerra prosigue. Una guerra que empez¨® en 1991. No en 1999. Y tampoco hace seis siglos, como dir¨ªan los serbios. ?ste es un pa¨ªs cuyo mito nacionalista ha erigido como acto fundacional una derrota: la batalla de Kosovo, perdida frente a los turcos en 1389. Luchamos contra los turcos, sol¨ªan asegurar a los periodistas extranjeros las autoridades serbias al mando de los emplazamientos de morteros situados en las cumbres de Sarajevo. ?No nos parecer¨ªa extra?o que Francia siguiese dando vueltas al recuerdo de la batalla de Azincourt -1415- en su etena enemistad con Gran Breta?a? Pero, ?qui¨¦n podr¨ªa imaginar algo as¨ª? Porque Francia es Europa. Y "ellos" no.
S¨ª, esto es Europa. La Europa que no respondi¨® al bombardeo serbio de Dubrovnik. Ni al sitio de tres a?os de Sarajevo. La Europa que permiti¨® que Bosnia muriera.
Una nueva definici¨®n de Europa: el lugar en que el no ocurren tragedias. Guerras, genocidios... eso ocurri¨® aqu¨ª una vez, pero ya no. Son cosas que pasan en ?frica. (O en lugares de Europa que no son "realmente" Europa. Es decir, en los Balcanes). Una vez m¨¢s, quiz¨¢ exagere. Pero, despu¨¦s de pasar buena parte de tres a?os, de 1993 a 1996, en Sarajevo, no me parece una exageraci¨®n en absoluto.
Es verdad que, aunque viva en la frontera de la Europa de la OTAN, a tan s¨®lo unos centenares de kil¨®metros de los campos de refugiados de Durres, Kukes y Blace, de la mayor cantidad de sufrimiento que ha tenido lugar en Europa desde la II Guerra Mundial, no puedo o¨ªr a los aviones de la OTAN despegar de la base que tienen aqu¨ª, en Puglia. Pero puedo ir andando hasta la terminal de transbordadores de Bari y ver a familias albanesas y kosovares supuestamente legales salir en tropel de los transbordadores diarios procedentes de Durres, o conducir cien kil¨®metros hacia el sur por la noche y ver a la guardia costera italiana registrar las lanchas neum¨¢ticas repletos de refugiados ilegales que abandonan Vlora de noche para emprender la peligrosa traves¨ªa del Adri¨¢tico. Y aunque s¨®lo salga de mi apartamento para visitar a unos amigos, tomar una pizza, ver una pel¨ªcula o pasar un rato en un bar, en Bari mi proximidad a la guerra no va m¨¢s all¨¢ de los informativos de televisi¨®n y de los peri¨®dicos que llegan cada ma?ana a mi puerta. Podr¨ªa estar perfectamente en Nueva York.
Por supuesto, es f¨¢cil mirar para otro lado cuando lo que ocurre no le est¨¢ ocurriendo a uno. O si uno no se traslada adonde est¨¢ ocurriendo. Recuerdo que, en Sarajevo, en el verano de 1993, una amiga bosnia me dijo con arrepentimiento que, en 1991, cuando vio por televisi¨®n las im¨¢genes de Vukovar totalmente arrasado por los serbios, pens¨® para sus adentros: "?Qu¨¦ horror! Pero es en Croacia, eso nunca puede ocurrir aqu¨ª en Bosnia"... y cambi¨® de canal. Al a?o siguiente, cuando empez¨® la guerra en Bosnia, lo vio de otra manera. Entonces, se convirti¨® en parte de una historia que otras personas ve¨ªan por televisi¨®n y sobre la que dec¨ªan: "Qu¨¦ horror"... y cambiaban de canal.
Qu¨¦ desamparada se siente "nuestra" pac¨ªfica y c¨®moda Europa ante toda esta matanza irracional y todo este sufrimiento que tiene lugar en la otra Europa. Pero no se pueden hacer desaparecer las im¨¢genes... de refugiados, de personas que han sido expulsadas a centenares de miles de sus casas, de sus pueblos incendiados, y que se parecen a nosotros. Generaciones de europeos temerosos de cualquier idealismo, incapaces de sentir indignaci¨®n excepto en los viejos arrebatos antiimperialistas de la guerra fr¨ªa. (Sin embargo, por supuesto, el punto clave de esta guerra es que es la consecuencia directa del final de la guerra fr¨ªa y de la ca¨ªda de viejos imperios y rivalidades imperiales.). "Parad la Guerra, parad el genocidio", dcien las pancartas en las manifestaciones de Roma y de aqu¨ª, de Bari. Por la paz. Contra la guerra. ?Y qui¨¦n no lo est¨¢?Pero, ?c¨®mo se puede detener a los que se inclinan por el genocidio sin hacer la guerra?
Ya hemos pasado por esto. Los horrores, los horrores. Nuestros intentos de forjar una respuesta "humanitaria". Nuestra incapacidad (s¨ª, ?despu¨¦s de Auschwitz!) para comprender c¨®mo pueden ocurrir esos horrores. Y conforme se van multiplicando los horrores, se vuelve todav¨ªa m¨¢s incomprensible la raz¨®n por la que tenemos que responder ante ninguno de ellos (dado que no hemos respondido ante los dem¨¢s). ?Por qu¨¦ este horror y no otro? ?Por qu¨¦ Bosnia o Kosovo y no Kurdist¨¢n, o Ruanda, o T¨ªbet?
?No estamos diciendo que las vidas europeas, que el sufrimiento europeo es m¨¢s valioso, que merece m¨¢s la pena actuar para proteger esas vidas que las de los pueblos de ?frica, Oriente Pr¨®ximo y Asia? Una respuesta a esta repetida objeci¨®n a la guerra de la OTAN es decir claramente: s¨ª, preocuparnos por el destino de la gente de Kosovo es euroc¨¦ntrico, y ?qu¨¦ tiene eso de malo? ?Acaso no es la acusaci¨®n de eurocentrismo en s¨ª misma un vestigio m¨¢s de la presunci¨®n europea, la presunci¨®n de la misi¨®n universalista europea: que cada parte del globo requiere la atenci¨®n de Europa?
Si varios Estados africanos se hubieran preocupado por el genocidio de los tutsis en Ruanda (?un mill¨®n de personas!) lo bastante como para intervenir militarmente, por ejemplo bajo el liderazgo de Nelson Mandela, ?habr¨ªamos tachado esa iniciativa de afroc¨¦ntrica? ?Les habr¨ªamos preguntado qu¨¦ derecho tienen esos Estados a intervenir en Ruanda cuando no han hecho nada en nombre de los kurdos o de los tibetanos?
El otro argumento contra la guerra es que la guerra es... (una palabra maravillosa) "ilegal", porque la OTAN est¨¢ violando las fronteras de un Estado soberano. Despu¨¦s de todo, Kosovo es parte de la nueva Gran Serbia llamada Yugoslavia. Que se fastidien los kosovares si Milosevic revoc¨® su situaci¨®n de autonom¨ªa en 1989. Es un inconveniente el que una vez fuera parte de Albania (la raz¨®n por la que el 90% de los kosovares son albaneses. Se les llama "albaneses ¨¦tnicos" para distinguirles de los ciudadanos de Albania). Las fronteras cambian. Pero, ?de verdad van a ser las fronteras nacionales, que han sido alteradas tantas veces en los ¨²ltimos cien a?os, el criterio definitivo? Uno puede asesinar a su esposa en su propia casa, pero no en mitad de la calle.
Supongamos que la Alemania nazi no hubiera tenido ninguna ambici¨®n expansionista, sino que simplemente hubiera hecho una pol¨ªtica de exterminio de todos los jud¨ªos alemanes a finales de los a?os treinta y principios de los cuarenta. ?Creemos que un Gobierno tiene derecho a hacer lo que quiera en su propio territorio? Puede que los Gobiernos de Europa hubieran dicho eso hace 60 a?os. Pero, ?aprobar¨ªamos ahora esa decisi¨®n?
Traigamos esa suposici¨®n al momento presente. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si el Gobierno franc¨¦s empezara a asesinar corsos en masa, y expulsara al resto fuera de C¨®rcega... o si el Gobierno italiano empezara a vaciar Sicilia o Cerde?a creando un mill¨®n de refugiados... o si Espa?a decidiera aplicar una soluci¨®n final a su rebelde poblaci¨®n vasca? ?No estar¨ªamos de acuerdo en que una coalici¨®n de poderes del continente tendr¨ªa derecho a utilizar la fuerza militar para hacer que el Gobierno franc¨¦s (o el italiano o el espa?ol) dejaran de actuar de esa forma, lo que probablemente implicar¨ªa derrocar a ese Gobierno?
Pero, naturalmente, eso no podr¨ªa ocurrir, ?verdad? No en Europa.Mis amigos de Sarajevo sol¨ªan decir durante el asedio: ?c¨®mo puede "Occidente" dejar que nos pase esto? Esto tambi¨¦n es Europa. Somos europeos. Sin duda, "ellos" no dejar¨¢n que vaya a m¨¢s. Pero ellos -Europa- dejaron que ocurriera.
Porque algo verdaderamente horrible sucedi¨® en Bosnia. Desde los campos de exterminio serbios en el norte de Bosnia en 1992, que fueron los primeros campos de exterminio en suelo europeo desde los a?os cuarenta, hasta las ejecuciones en masa de muchos miles de civiles en Srebenica y en otras partes durante el verano de 1995... Europa lo toler¨®.
As¨ª que, obviamente, Bosnia no era Europa. Los que como yo pasamos alg¨²n tiempo en Sarajevo sol¨ªamos decir que, igual que el siglo XX comenz¨® en Sarajevo, el siglo XXI tambi¨¦n lo har¨¢. Si todas las opciones que tiene la OTAN parecen poco probables o intragables, es porque las acciones de la OTAN llegan con ocho a?os de retraso. A Slobodan Milosevic se le debi¨® haber parado los pies cuando bombardeaba Dubrovnik en 1991.
En los a?os 1993 y 1994, los pol¨ªticos estadounidenses dec¨ªan que si no se interven¨ªa en Bosnia, pod¨ªamos estar tranquilos de que ser¨ªa la ¨²ltima vez que se dejar¨ªa que Milosevic se saliese con la suya. Y se traz¨® la raya: nunca se le permitir¨ªa hacer la guerra a Kosovo. Pero, ?qui¨¦n cre¨ªa entonces a los estadounidenses? Los bosnios, no. Ni Milosevic. Ni los europeos. Ni siquiera los propios estadounidenses. Despu¨¦s de Dayton, despu¨¦s de la destrucci¨®n de la Bosnia independiente, era hora de volver a dormir... como si no se supiera cu¨¢l iba a ser la consecuencia l¨®gica de la serie de acontecimientos desencadenados en 1989, con el acceso al poder de Milosevic y la revocaci¨®n de la condici¨®n de autonom¨ªa para la provincia de Kosovo.
Si a Europa le est¨¢ resultando dif¨ªcil convencerse de que lo que ocurra en el rinc¨®n suroriental de Europa tiene importancia, imag¨ªnense lo duro que es para los estadounidenses considerar que el tema ata?e a sus intereses. A Estados Unidos no le interesa pasarle esta guerra a Europa. A Europa no le interesa en absoluto recompensar a Slobodan Milosevic por la destrucci¨®n de Yugoslavia y la provocaci¨®n de tanto sufrimiento humano.
El argumento de algunos es: ?por qu¨¦ no dejar sencillamente que el fuego se consuma? ?Y la expulsi¨®n de un mill¨®n o m¨¢s de refugiados a los pa¨ªses vecinos de Albania y Macedonia? Sin duda esto acarrear¨¢ la destrucci¨®n del fr¨¢gil estado de Macedonia y redibujar¨¢ el mapa de los Balcanes... lo cual, sin duda, acabar¨¢ en disputas, como m¨ªnimo entre Serbia, Bulgaria y Grecia. ?Nos imaginamos que esto va a ocurrir pac¨ªficamente? No es sorprendente que los serbios se presenten a s¨ª mismos como v¨ªctimas (Clinton igual a Hitler, etc.) Pero resulta grotesco equiparar a las v¨ªctimas del bombardeo de la OTAN con la destrucci¨®n infligida a cientos de miles de personas en los ¨²ltimos ocho a?os por medio de los programas serbios de limpieza ¨¦tnica. No toda la violencia es igualmente censurable, no todas las guerras son igualmente injustas.
?Ninguna respuesta contundente a la violencia de un Estado contra las personas que son, al menos de nombre, sus propios ciudadanos? (Que es lo que son la mayor¨ªa de las "guerras" hoy en d¨ªa. No son guerras entre Estados). Los principales ejemplos de violencia en masa en el mundo actual son los cometidos por los Gobiernos dentro de sus propias fronteras reconocidas. ?Realmente podemos decir que ante eso no hay respuesta? ?Resulta aceptable que no nos tomemos en serio esos asesinatos por considerarlos guerras civiles, tambi¨¦n conocidas como "odios ancestrales"? (Despu¨¦s de todo, el antisemitismo era una antigua tradici¨®n europea; de hecho, mucho m¨¢s antigua que los odios ancestrales de los Balcanes. ?Habr¨ªa justificado esto que se permitiera a Hitler asesinar a todos los jud¨ªos del territorio alem¨¢n?) ?Es verdad que la guerra nunca ha resuelto nada? (Preg¨²ntenle a un negro de Estados Unidos si cree que la Guerra Civil de ese pa¨ªs no resolvi¨® nada).
La guerra no es s¨®lo un error, un fallo en la comunicaci¨®n. Hay una maldad radical en el mundo, motivo por el cual hay guerras justas. Y esta es una guerra justa. Incluso aunque haya sido una chapuza.
Paremos el genocidio. Devolvamos a todos los refugiados a sus hogares. Encomiables objetivos. Pero, ?c¨®mo es posible que ocurra nada de esto a menos que se derroque el r¨¦gimen de Milosevic? (Y lo cierto es que eso no va a pasar).
Es imposible saber c¨®mo se desarrollar¨¢ esta guerra. Todas las opciones parecen improbables, adem¨¢s de indeseables. Es impensable continuar indefinidamente los bombardeos, si Milosevic est¨¢ dispuesto de verdad a aceptar la destrucci¨®n de la econom¨ªa serbia; y es impensable que la OTAN deje de bombardear, si Milosevic sigue siendo intransigente.
Finalmente el Gobierno de Milosevic ha llevado a Serbia una peque?a porci¨®n del sufrimiento que ha infligido a los pueblos vecinos.
?Cu¨¢nto tardar¨¢n los serbios en darse cuenta de que los a?os de la dictadura de Milosevic han sido un desastre sin paliativos para Serbia, dado que el resultado neto de la pol¨ªtica de Milosevic es la ruina econ¨®mica y cultural de toda la regi¨®n, incluida Serbia, durante varias generaciones? Por desgracia, si de algo podemos estar seguros, es de que tardar¨¢ en ocurrir.
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