Un monasterio reconquistado J. J. P?REZ BENLLOCH
No era la primera piedra de un parque tem¨¢tico, ni la ¨²ltima de una ciudad de ciencias virtuales y por eso, digo yo, la demorada rehabilitaci¨®n del monasterio de Sant Miquel dels Reis se inauguraba con comedido boato a una hora tempranera del viernes pasado. En una placa de metacrilato consta que al presidente Eduardo Zaplana le cupo el honor de culminar esta obra, sobradamente valiosa y vasta para nutrir de contenido una legislatura. En la placa no consta que, como es habitual, el molt honorable se hizo esperar. Debe ser una cuquer¨ªa de sus expertos en protocolo o una flaqueza personal que debiera corregir. Por mera cortes¨ªa, si m¨¢s no. Tampoco se dice que la oposici¨®n apenas si compareci¨®. Los cronistas del evento han dado cumplida noticia del episodio y de los precedentes hist¨®ricos y arquitect¨®nicos de esa impresionante mole renacentista secularmente abandonada y flagelada por los usos nefandos a que fue destinada. Contentos han de estar los huesos del duque de Calabria, su fundador. Con todo y con eso, suerte tuvo -hemos tenido- por no haber sido derruido este fabuloso legado. Si no m¨¢s altas y m¨¢s bellas, otras torres y palacios de la ciudad han ca¨ªdo y la misma suerte pudo correr este monasterio, largamente abandonado, afortunadamente recuperado. Apostar¨ªa que algo parecido pensar¨¢n los futuros visitantes, estupefactos ante este espect¨¢culo de piedra. Claro que a¨²n habr¨¢n de aguardar unos meses hasta que concluyan los trabajos, como oportunamente me alecciona el arquitecto Rom¨¢n Jim¨¦nez, uno de los padres de la criatura. El fasto que glosamos es una improvisaci¨®n decantada por la impaciencia en ponerse las medallas o por aquello del electoralismo, pero que brinda la ventaja de ir haci¨¦ndonos boca. De momento, sin embargo, y a prop¨®sito de la fiesta del libro -o sin tal pretexto- ya puede contemplarse en el monasterio la exposici¨®n de c¨®dices de la Biblioteca Real de N¨¢poles, que constituye a su vez la primera manifestaci¨®n de la Biblioteca Valenciana, a cuya instalaci¨®n se procede en el monacal recinto. A partir de ahora -dicho sea porque viene a mano- se acabaron las dudas acerca de la idoneidad de este espacio para actividades bibliogr¨¢ficas o asimiladas. Es el m¨¢s adecuado de todos los considerados. La dicha biblioteca no se sumar¨¢ al r¨ªo cultural, como se enso?¨® el viejo cauce del Turia a su paso por el eje de la ciudad, con sus museos y Palau de la M¨²sica, pero puede en contrapartida convertirse en un foco cultural dinamizador de un espacio urbano dejado de la mano de Dios. No a?adir¨¦ una palabra acerca de la exposici¨®n citada, que tanto asombr¨® en su d¨ªa al p¨²blico napolitano, y tanto ha de encandilar igualmente al vecindario ind¨ªgena que la visite, siempre y cuando se ense?en con el debido didactismo esos tesoros. No olvidemos que este pa¨ªs nuestro padece un prolongado -y forzado- s¨ªndrome amn¨¦sico, al tiempo que ha sido v¨ªctima de una pedagog¨ªa canallesca por mendaz. Describir los c¨®dices y su contexto en el marco del monasterio ha de ser una lecci¨®n restituidora de nuestras referencias mejores y de una dosis de orgullo. Estoy seguro de que, ante esta muestra, mi admirado profesor Josep Sorribes no hablar¨ªa de "desierto cultural" o de meros "contenedores", como hac¨ªa con impetuoso desahogo el jueves pasado en estas p¨¢ginas. Hemos, pues, de celebrar esta efem¨¦ride que supone la recuperaci¨®n de Sant Miquel dels Reis y la inminencia de la Biblioteca Valenciana, donde tantas otras bibliotecas de insignes donantes han de confluir. Pero creo yo que esa justa celebraci¨®n no ser¨¢ plena hasta que procedamos a desagraviar esos claustros y sillares por los muchos a?os en que fueron c¨¢rcel y pared¨®n de tant¨ªsimos hombres que, como los republicanos de nuestra contienda civil, s¨®lo cometieron el delito de querer ser libres y dem¨®cratas, o les toc¨® simplemente la china de ser movilizados. En el discurso inaugural e ilustrado del presidente no me pareci¨® o¨ªr la menor evocaci¨®n de este doloroso trance, que tambi¨¦n es historia. E historia viva, por m¨¢s que, como a la del Pa¨ªs, se le quiera echar un borr¨®n y hacer cuenta nueva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.