La generaci¨®n del 68 se va a la guerra
Antiguos mao¨ªstas, trsokistas o pacifistas defiende ahora acabar militarmente con el r¨¦gimen serbio
ENVIADO ESPECIALAunque no est¨¦n todos los que eran, s¨ª eran todos, casi todos, los que est¨¢n. Son los sesentayochistas que dirigen hoy la intervenci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica contra el r¨¦gimen de Slobodan Milosevic. Socialistas radicales y libertarios dirigen Gobiernos socialdem¨®cratas de potencias como el Reino Unido y Alemania, antiguos mao¨ªstas que exig¨ªan el asalto campesino a las ciudades y dorm¨ªan junto al Libro Rojo de Mao son asesores de ministros de Defensa, trotskistas que pasaron su juventud clamando por la revoluci¨®n permanente se han convertido en firmes defensores de las instituciones y pacifistas que prefer¨ªan ver su pa¨ªs ocupado por la URSS antes que apoyar la pol¨ªtica de defensa de los Estados democr¨¢ticos se declaran partidarios de acabar militarmente con el r¨¦gimen serbio. Los que despreciaban al Estado de derecho y la divisi¨®n de poderes se han convertido en lo que Habermas llama "patriotas de la Constituci¨®n", decididos a defender a las instituciones por la fuerza si es necesario.
El caso de Javier Solana, secretario general de la organizaci¨®n que en su d¨ªa combati¨®, es uno de los m¨¢s comentados, sobre todo, l¨®gicamente, en Espa?a. Pero en realidad no es sino uno m¨¢s de una regla que, con el cambio generacional habido durante esta d¨¦cada en las c¨²pulas dirigentes en las democracias, tiene cada vez menos excepciones. Son Joschka Fischer, Gerhard Schr?der, el propio Bill Clinton, y Tony Blair o Cohn-Bendit, Dani el Rojo, pero tambi¨¦n otros que dejaron la pol¨ªtica activa en aquellos a?os de las utop¨ªas m¨¢s b¨¢rbaras y, como intelectuales, defienden la sociedad abierta, el mercado y un nuevo internacionalismo basado en la injerencia humanitaria. Es el caso del escritor Hans Magnus Enzensberger, que en 1967 llamaba a la destrucci¨®n de un Estado que consideraba no reformable. Todos ellos han cambiado hasta defender conceptos e instituciones que hab¨ªan combatido, como el Parlamento, el Ej¨¦rcito, la OTAN o la autoridad misma. Se les hab¨ªan adelantado algo en la denuncia antitotalitaria el grupo de intelectuales franceses tambi¨¦n protagonistas del mayo de Par¨ªs, como Andr¨¦ Glucksmann, Bernhard Henri Levy o Alain Finkielkraut.
"Con Kohl, Alemania seguramente no estar¨ªa participando en esta guerra", dice en Berl¨ªn Jochen Thies, hoy jefe en la Redacci¨®n de Radio Deutschlandfunk y en su d¨ªa asesor del canciller Helmut Schmidt. Ycon el socialdem¨®crata Schmidt, mucho menos, cabe pensar a la vista de las abiertas cr¨ªticas a la intervenci¨®n que vierte estos d¨ªas el ya octogenario l¨ªder de la entonces llamada derecha socialdem¨®crata. En general, los ataques a la pol¨ªtica alemana provienen de los comunistas, de Los Verdes no reconvertidos, pero tambi¨¦n, en gran medida, de la derecha. Los antiguos duros de la CDU, como Alfred Dregger y Heiner Geissler, o el ultraderechista b¨¢varo Gauweiler, son algunos de los que han criticado la decisi¨®n del Gobierno rojiverde de participar en la acci¨®n de la OTAN.
Son legi¨®n los pol¨ªticos e intelectuales que dirigieron en los sesenta y setenta la izquierda comunista y a sus diversas sectas ideol¨®gicas que repiten la frase ya c¨¦lebre de "menos mal que fracasamos en imponer nuestras ideas".
La guerra en Kosovo demuestra las profundas transformaciones habidas en la cultura pol¨ªtica en general desde el fin de la guerra fr¨ªa. Que llevan, por ejemplo, a Ignacio Ramonet a llamar a la socialdemocracia la "nueva derecha". Y, sin embargo, en general apoyan la acci¨®n militar las fuerzas no sumidas en el pesimismo cultural de las reminiscencias comunistas y de la ultraderecha, sea Le Pen, en Francia, o J?rg Haider, en Austria.
En los pa¨ªses excomunistas, las diferencias est¨¢n a¨²n m¨¢s claras. Los partidos democr¨¢ticos y favorables a una sociedad abierta e integraci¨®n con Occidente se han manifestado convencidos de que la tr¨¢gica obligaci¨®n de intervenir militarmente contra Milosevic era inevitable a la vista de las atrocidades por ¨¦ste cometidas y planeadas. Comunistas y ultranacionalistas, en Mosc¨² como en Bucarest, en Sof¨ªa como en Praga, condenan la "agresi¨®n contra un Estado soberano" al que, dicen sus cr¨ªticos, quieren otorgar soberan¨ªa hasta para el genocidio. Seg¨²n los defensores de la intervenci¨®n, la izquierda tiene que luchar contra las fuerzas que arrebatan derechos, hacienda y vida a aquellos que consideran distintos e inferiores. Quienes condenaron la pol¨ªtica de no intervenci¨®n de las democracias ante la agresi¨®n contra la Rep¨²blica en Espa?a en 1936, quienes en Europa occidental tienen que agradecer la ayuda norteamericana en acabar con la pesadilla del nazismo, no pueden hoy limitarse a condenas ret¨®ricas cuando se aplica una pol¨ªtica de genocidio sistem¨¢tico a un pueblo en Europa.
Para muchos de los renegados de aquella izquierda que hoy est¨¢n en el poder, el cambio en su percepci¨®n de las instituciones, la sociedad abierta, el mercado y la legitimidad del uso de la fuerza en casos como el de Kosovo fue paulatino y de acuerdo con un proceso que J?rg Lau califica en el semanario Die Zeit como proceso de maduraci¨®n y reconocimiento; por tanto, liberaci¨®n de unos estereotipos demasiado estrechos para entender el mundo. En otros, el proceso tuvo su impulso definitivo en una experiencia dram¨¢tica. El propio Fischer, desde su Ministerio de Asuntos Exteriores alem¨¢n, no duda en reconocer que cambi¨® de decisi¨®n sobre la intervenci¨®n despu¨¦s del exterminio, en la ciudad bosnia de Srebrenica, de 8.000 hombres musulmanes en tres d¨ªas.
Todos estos renegados hoy en el poder tienden, eso s¨ª, a asumir su pasado pol¨ªtico como parte de una transformaci¨®n coherente y en ning¨²n momento vergonzante. En lo que se diferencian bastante de la transmutaci¨®n habida en sentido inverso en quienes cantaron las glorias del fascismo y el nacionalismo, y en Italia, Alemania o Espa?a, despu¨¦s, se erigieron en s¨ªmbolos del clientelismo intelectual y literario de izquierdas.
Los Verdes, primeras v¨ªctimas
La intervenci¨®n contra Serbia tiene como objetivo cada vez m¨¢s claro el derrocamiento del r¨¦gimen de Slobodan Milosevic, pero empieza a ser posible que el primer Gobierno en caer a causa de las bombas no sea el serbio sino el alem¨¢n. El pr¨®ximo d¨ªa 13 de mayo celebran su congreso Los Verdes, socio de coalici¨®n del SPD del canciller Gerhard Schr?der. Nada indica que para entonces hayan cesado los bombardeos. Y su l¨ªder y ministro de Asuntos Exteriores se las ver¨¢ y desear¨¢ para convencer a las bases de que la intervenci¨®n es justa y necesaria. Las mieles del poder han podido tranquilizar hasta ahora a unos verdes que en su mayor¨ªa no comparten la determinaci¨®n de Joschka Fischer de acabar militarmente con la limpieza ¨¦tnica y el genocidio de las fuerzas de Milosevic. Pero seg¨²n pasan los d¨ªas, son muchos los que vuelven su ira m¨¢s contra la OTAN que contra el l¨ªder serbio. Altmann, una secretaria de Estado del Ministerio de Medio Ambiente, dirigido por el tambi¨¦n verde J¨¹rgen Trittin, ya ha iniciado una acci¨®n entre las bases para condenar la intervenci¨®n. Y el propio Trittin, un rival de Fischer que se considera m¨¢s radical, tambi¨¦n lanza se?ales confusas. Todo indica que quiere condenar la intervenci¨®n pero mantenerse en el Gobierno. El canciller Schr?der ya ha dejado claro que aquellos miembros del Gobierno, secretarios de Estado incluidos, que no apoyen la pol¨ªtica del Gabinete tienen la muy consecuente opci¨®n de abandonarlo. Pero al margen de las opciones personales, una condena de la participaci¨®n alemana por parte del Congreso del 13 de mayo dejar¨ªa a Fischer y a la direcci¨®n sin mandato para continuar la pol¨ªtica de Gobierno. Los Verdes habr¨ªan de retirarse de la coalici¨®n y el SPD quedar¨ªa en minor¨ªa. El sue?o rojiverde habr¨ªa sido ef¨ªmero.
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