Peripecia
J. J. P?REZ BENLLOCH El s¨¢bado pasado falleci¨® Alfredo S¨¢nchez Bella y el suceso apenas si tuvo eco alguno en los medios de comunicaci¨®n valencianos, no obstante la intensa, aunque lejana en el tiempo, relaci¨®n que tuvo con Valencia este ex ministro de Informaci¨®n y Turismo entre los a?os 1969 y 1973. Es posible que el silencio haya sido un epitafio adecuado a su biograf¨ªa, si bien me inclino a pensar que tal silencio o indiferencia se deben a la juventud que nutre las redacciones de peri¨®dicos y emisoras, as¨ª como a la cantidad de talentos for¨¢neos y desarraigados que dirigen buena parte de ellas. Sin embargo, y como se desprend¨ªa de la nota necrol¨®gica publicada el martes ¨²ltimo en este rotativo, quien fuera ministro y embajador de Franco desarroll¨® en los primeros a?os de la postguerra civil una intensa labor medi¨¢tica -como hoy cumple calificar- y propagand¨ªstica en esta ciudad, donde anud¨® s¨®lidas relaciones con personas y grupos te?idos por un com¨²n y acendrado catolicismo. Poco m¨¢s podr¨ªa agregar en torno a este personaje, de no haber sido testigo mudo del papel que desempe?¨® en la promoci¨®n del diario Al D¨ªa que comenz¨® a editarse el primero de mayo de 1966 y que, de no corregirme el profesor Antonio Laguna, fue el primero de los varios intentos de crear una prensa valenciana alternativa al peri¨®dico decano y los ¨®rganos del Movimiento que entonces circulaban. Para este menester, S¨¢nchez Bella era nuestro lobby en Madrid a instancias de ese gran maestro de periodistas que fue Mart¨ªn Dom¨ªnguez, y su dif¨ªcil cometido consisti¨® en arrancarle el permiso editorial al guardi¨¢n de la libertad de expresi¨®n, que a la saz¨®n era Fraga Iribarne, ofreciendo garant¨ªas de que la iniciativa no atentar¨ªa contra el orden establecido -?c¨®mo habr¨ªa de hacerlo!- ni se convertir¨ªa en guarida de rojos. Ignoro qu¨¦ informes cundieron, pero lo cierto es que el embajador y p¨ªo franquista no pudo disipar las sospechas y el diario de informaci¨®n general fue reducido al cap¨ªtulo de informaci¨®n econ¨®mica, con lo que, probablemente y su pesar, sent¨® el precedente de los de tal especialidad en Espa?a. ?A qui¨¦n demonios podr¨ªan interesarle y cada d¨ªa las noticias de econom¨ªa y c¨®mo elaborarlas para suscitar la atenci¨®n de los lectores, sobradamente servidos, adem¨¢s, por el semanario Valencia-fruits, amparador a su vez de esta intentona? De esta guisa se alent¨® un singular g¨¦nero redaccional consistente en coger el r¨¢bano por las hojas. Esto es, partir del dato o la noticia meramente econ¨®mica para glosar sus aspectos pol¨ªticos y humanos, vinieren o no a cuento. La producci¨®n arrocera de China constitu¨ªa un pretexto para glosar a Mao, o el coste de los accidentes de circulaci¨®n propiciaba una cr¨ªtica a la gesti¨®n municipal. En ocasiones se practicaba lo m¨¢s parecido al mon¨®logo para besugos, pero es indudable que el ensayo fue una excelente escuela de argucias para lidiar la censura imperante. El experimento se fue al garete tres meses despu¨¦s, soterrado por una pila de multas. Mejor as¨ª. De haber sido ministro nuestro valedor, igual dinamita el peri¨®dico, tal cual hizo con el Madrid. Dicho sea de paso: Al D¨ªa se estren¨® con un titular que dec¨ªa La Feria Muestrario necesita m¨¢s espacio. Hacen falta 200.000 m2 y 600 millones. O sea, que algunas cosas han cambiado, pero no otras, ni vive para contarlo casi ning¨²n protagonista de aquella rara y entra?able peripecia.
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