Director con personalidad
Christian Thielemann Obras de Brahms. Andreas Haefliger, piano. Orquesta Philharmonia. Director: Christian Thielemann. Palau de la M¨²sica, Sala Iturbi. Valencia, 28 abril.Salvo contad¨ªsimas excepciones, el mundo de la direcci¨®n orquestal se caracteriza actualmente por la neutralidad de las ideas. La perfecci¨®n t¨¦cnica impuesta por el disco induce frecuentemente a identificar lo impoluto de una ejecuci¨®n con la esencia de la interpretaci¨®n. Nada hay m¨¢s falso que este concepto, favorecido por el mito objetivista del respeto a la partitura. Como contrapartida, las versiones que perduran con mayor fuerza en el esp¨ªritu vienen justamente de aquellos int¨¦rpretes supuestamente infieles a la letra de la m¨²sica y que, sin embargo, recrean en cada instante lo que de inaprehensible y eterno se esconde tras la fugacidad temporal de las notas. El Brahms que Christian Thielemann (Berl¨ªn, 1959) dirigi¨® anteayer en el Palau se escapa del estereotipo de consumo discogr¨¢fico e impone la libertad del int¨¦rprete dentro del mundo sonoro m¨¢s ortodoxamente germ¨¢nico. Como en su d¨ªa hicieran los viejos maestros alemanes en la primera mitad del siglo -Furtwaengler, Knappertsbusch y Klemperer ser¨ªan los referentes m¨¢s identificables- Thielemann construye un edificio sonoro denso, s¨®lidamente estructurado en torno a los puntos neur¨¢lgicos del discurso, y se entrega a la imaginativa desintegraci¨®n de la continuidad r¨ªtmica mediante un uso asistem¨¢tico del rubato. La impresi¨®n superficial es que nos hallamos ante un organismo que se mueve por sacudidas violentas y remansos de intenso lirismo. La contradicci¨®n, s¨®lo aparente, que encierra este planteamiento de la arquitectura musical no quiebra la tensi¨®n de sus desarrollos, sino que m¨¢s bien la potencia al generar una constante mutaci¨®n en el encadenamiento de las ideas. Desde los primeros compases del Concierto en re menor hasta la coda final de la Sinfon¨ªa n? 1 en do menor Thielemann llen¨® el recinto de la Sala Iturbi con un ininterrumpido destello de originalidades expresivas que en alg¨²n caso pudo inquietar, sorprender y hasta irritar las sensibilidades m¨¢s acomodaticias. Por supuesto que no todas las soluciones aportadas por el m¨²sico berlin¨¦s permanecer¨¢n en el futuro, pues Thielemann es un director joven y l¨®gicamente sus ideas habr¨¢n de posarse, evolucionar¨¢n y ser¨¢n depuradas con el tiempo. Tambi¨¦n es cierto que el Concierto en re menor, en manos de un pianista con mayor profundidad sonora en la pulsaci¨®n que la exhibida por Haefliger, habr¨ªa sido mucho m¨¢s redondo. Pero la compenetraci¨®n de la Philharmonia con el director y la ya imponente personalidad de ¨¦ste garantizan al concierto del mi¨¦rcoles un lugar seguro en el recuerdo.
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