Bibliopat¨ªa
MIQUEL ALBEROLA Algunos tipos tratan mejor a los libros que a las personas, y en cambio se tienen por intelectuales comprometidos con la humanidad. En el fondo, ambicionan m¨¢s el estuche que las sugerencias que encierra, quiz¨¢ porque se trata de vapores imperceptibles que exigen un ejercicio interior firme y nada suntuoso. Acostumbran a dedicar m¨¢s tiempo a comprar los ejemplares en las librer¨ªas, a acariciar sus solapas y a colocarlos en las estanter¨ªas que a leerlos y a aplicar en su entorno las ense?anzas que transmiten. La mayor¨ªa tiene una fotograf¨ªa con su silueta recortada en una biblioteca repleta de vol¨²menes y la guarda celosamente hasta que pueda colocarla en la contraportada de una obra propia y luego el marmolista se la inserte en la l¨¢pida para impresionar desde la posteridad. Mientras tanto, se suelen conmover m¨¢s con un lomo despegado o una p¨¢gina rasgada que con un asesinato en serie. Han llenado el vac¨ªo que en ellos dej¨® la fe cat¨®lica o pol¨ªtica con el fervor por la tipograf¨ªa, y han sustituido las tallas de los altares por las librer¨ªas de palosanto y los objetos encuadernados, con cuyo aroma a menudo suplantan al sexo. Pero han conservado un fetichismo infecto que est¨¢ en el origen de toda religi¨®n y ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma y se adapta a cualquier fundamento material. Esta veneraci¨®n por la letra impresa les pone la firma floja al manifiesto de cualquier causa, siempre que sea de papel y salga publicada en los peri¨®dicos, pero son incapaces de dar una moneda al mendigo junto al que pasan cada d¨ªa o de arriesgarse en asuntos tangibles. Sin embargo, el libro hay que desmitificarlo: es s¨®lo papel y el papel es la patria de los lepismas y otros insectos no muy distintos, ni en estructura molecular ni en intenciones, a los beatos que veneran cada tomo como si fuese una reliquia de m¨¢rtir. Tras los libros fluct¨²a el mismo cieno de los intereses de cualquier otra mercanc¨ªa. Se trata s¨®lo de envases que sirven lo mismo para transportar la sanguinaria doctrina de Hitler que los versos de pastorcillas de Garcilaso. El bien y el mal siempre est¨¢n dentro y no conforman ning¨²n todo con su envoltura. Lo de fuera es s¨®lo c¨¢scara.
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