V¨ªsperas electorales ANTONI GUTI?RREZ D?AZ
Cuando se acercan las elecciones europeas se percibe un creciente activismo de los candidatos que se atribuyen la patente nacionalista en el interior de Espa?a, o en el Estado espa?ol, para utilizar su lenguaje. Olvidando su propio balance en anteriores legislaturas, ignorando cu¨¢les son las posibilidades reales que la situaci¨®n de la Uni¨®n ofrece y marginando los contenidos program¨¢ticos, agitan la bandera de los nacionalismos reivindicativos, optan por alianzas que en la pr¨¢ctica suponen un voto contradictoriamente grotesco e invocan fantasmag¨®ricos grupos parlamentarios de futuro, haciendo caso omiso, desde la ingenuidad, la demagogia o la ignorancia, del Reglamento del Parlamento Europeo. Mientras, al mismo tiempo y desde las entra?as de la patria, se levantan las voces que aseguran que conjurar¨¢n los peligros de la voraz Europa que acechan a Espa?a, y nos invitan a agruparnos en torno a ellas y a denunciar a los d¨¦biles. Dos formas distintas y aparentemente contradictorias, pero profundamente coincidentes, de ir a las elecciones europeas con un mensaje claramente antieuropeo. Un mensaje que no es tan claro como el antieuropeo de algunos hipercr¨ªticos de izquierdas, pero probablemente es m¨¢s peligroso, ya que se presenta falsamente sintonizado con frustraciones populares. Frustraciones, dicho sea de paso, que en parte son m¨¢s atribuibles a la incapacidad de nuestros gobernantes estatales o nacionales que a la aplicaci¨®n de las pol¨ªticas de la Uni¨®n Europea. Dos l¨ªderes, cabezas de lista en sus partidos, ilustran con trazos gruesos este mensaje de agitaci¨®n, la se?ora Loyola de Palacio, l¨ªder del PP, y el se?or Pere Esteve, l¨ªder de CDC. La primera ha lanzado en Barcelona, en un breve mensaje, la s¨ªntesis de su pensamiento antieuropeo: "Defender¨¦ a Espa?a frente a Europa", en un grito de guerra que prolonga su lucha en el Consejo Europeo en defensa de las menguadas reivindicaciones conseguidas para los agricultores espa?oles. Si ¨¦sta es la Europa en la que piensa mover sus actividades parlamentarias europeas, es mejor que la se?ora De Palacio se quede en casa o, si lo desea, en el Gobierno del PP. ?Es que acaso una Europa integrada y solidaria debe confundirse con el campo de batalla de los gobiernos de los 15 Estados? Estados, y esto es muy importante, que, una vez agotado su impulso propulsor, siguen movi¨¦ndose con par¨¢metros del pasado. La se?ora De Palacio, cegada por el ardor patri¨®tico, ignora el trabajo en profundidad que d¨ªa a d¨ªa, con paciencia de artesano, viene realizando el Parlamento Europeo, con la participaci¨®n, todo hay que decirlo, de alguno de sus compa?eros de partido actualmente eurodiputados, para avanzar en la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea. Una Europa de los ciudadanos con puentes de colaboraci¨®n a trav¨¦s de ayuntamientos, regiones y Estados, pero no una Europa campo de batalla de los gobiernos de los Estados para obtener m¨¢s recursos. Una Europa como espacio com¨²n que, respetando la diversidad, est¨¦ integrada no s¨®lo en el mercado y la moneda, sino en la pol¨ªtica social, con un funcionamiento democr¨¢tico y una Constituci¨®n que hagan innecesarias en el siglo XXI a las Juana de Arco del siglo XX. Por otra parte, el se?or Pere Esteve saca tambi¨¦n brillo a su a?ejo patriotismo catal¨¢n y, sin detenerse a reflexionar sobre el papel que corresponde a las naciones europeas sin Estado en el contexto actual de la globalizaci¨®n, no tiene en cuenta el complejo proceso de construcci¨®n de la Uni¨®n Europea, y da la impresi¨®n de que ignora o considera err¨®neos e inservibles los esfuerzos de sus propios compa?eros de partido en el Parlamento Europeo, y m¨¢s a¨²n, claro est¨¢, los de los otros eurodiputados catalanes. En realidad, se trata de trasladar mec¨¢nicamente toda la t¨¢ctica reivindicativa e insolidaria realizada estos a?os por los l¨ªderes de CDC, que, si bien les ha dado votos, ha creado un clima de reticencias e incomprensiones en el resto de Espa?a y ha malversado los potenciales de un catalanismo popular y solidario en el seno de nuestra sociedad. Estoy convencido de que el proceso de construcci¨®n de la Uni¨®n necesita un golpe de tim¨®n que supere el freno en que se ha convertido la inercia de los gobiernos de los Estados con la que tan identificada est¨¢ la se?ora De Palacio, un golpe de tim¨®n que resit¨²e su papel y d¨¦ pleno protagonismo a los ciudadanos europeos para impulsar una uni¨®n solidaria, en la que el esfuerzo por un desarrollo sostenible, en el marco de una econom¨ªa social de mercado, sea el fruto de la participaci¨®n de las organizaciones sociales, los municipios y las regiones. Estas realidades que en Europa se llaman regiones -entre las cuales algunas, muy pocas, son naciones hist¨®ricas sin Estado- no encontrar¨¢n su encaje en el seno de Europa a trav¨¦s de la gesticulaci¨®n reivindicativa, sino en un proceso estrat¨¦gico paciente, en una actuaci¨®n tenaz y constante que haga que la diferencia no se plantee como la exigencia de privilegios, sino como una aportaci¨®n enriquecedora. La nueva situaci¨®n mundial nos exige reflexionar globalmente y actuar localmente. Caminaremos, pues, contra corriente si nos empe?amos en reflexionar todav¨ªa provincianamente y en actuar de forma que nuestros actos siembren la incomprensi¨®n. Mal enfocaremos las elecciones europeas si no hacemos de ellas una fuente de reflexi¨®n pedag¨®gica que nos ayude a todos a avanzar en esa gran aventura de culminar la construcci¨®n de la Uni¨®n, de pasar de los tratados a la Constituci¨®n y de la Europa de los Estados a la Europa de los ciudadanos.
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