?Qu¨¦ comunidad internacional?
Un sinf¨ªn de paradojas jalonan la guerra en que nos hallamos inmersos. La primera es que deber¨ªa haber terminado hace semanas. Su prolongaci¨®n, contra las iniciales estimaciones de una r¨¢pida intervenci¨®n que pondr¨ªa coto a las barbaridades de Milosevic, est¨¢ causando no ya involuntarias muertes de inocentes sino errores de bulto cuyas repercusiones pueden ir mucho m¨¢s all¨¢ de los Balcanes. El m¨¢s importante hasta ahora cometido es el bombardeo de la Embajada china en Belgrado. Sucede ello en un periodo en el que China y Rusia (los dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU opuestos a la acci¨®n de la OTAN) intentan consolidar una alianza estrat¨¦gica de envergadura de car¨¢cter pol¨ªtico-econ¨®mico. Superando conflicto ideol¨®gico, disputas fronterizas y confrontaciones militares -algo que los separ¨® durante d¨¦cadas- Mosc¨² y Pek¨ªn comenzaron en 1991 un creciente acercamiento que ha tenido dos fases clave. Una en abril de1996, en que -con el anciano Deng Xiaoping a¨²n influyente tras las bambalinas del sistema- ambos colosos firmaron un acuerdo que establec¨ªa "una asociaci¨®n entre iguales, de coordinaci¨®n y confianza mutuas, de cara al sigloXXI".Tras el fallecimiento de Deng en 1997, los presidentes Yeltsin y Jiang Zemin han continuado profundizando la relaci¨®n, cuya segunda fase se abri¨® en febrero de 1999. Una cumbre entre Yeltsin y el primer ministro chino Zhu Rongji abord¨® ambiciosos proyectos, como el de una central nuclear en la provincia china de Jiangsu o el de un gasoducto Siberia-China. Tan importante como el cap¨ªtulo econ¨®mico es el pol¨ªtico, con el que persiguen favorecer la aparici¨®n de un mundo multipolar que haga m¨¢s dif¨ªcil la actuaci¨®n hegem¨®nica de EE UU en cuanto ¨²nica superpotencia, al tiempo que propician la adopci¨®n de posiciones comunes en relaci¨®n a Chechenia, Taiwan o la ampliaci¨®n de la OTAN. De modo que ambas capitales han logrado, por primera vez, institucionalizar una relaci¨®n que facilita el entendimiento comercial, pol¨ªtico y militar. Es cierto que la sucesi¨®n de Yeltsin podr¨ªa implicar algunas dificultades, pero sus sucesores no tienen por qu¨¦ estar menos interesados en la cooperaci¨®n con el gran vecino. Tambi¨¦n es verdad que el apoyo ruso a Pek¨ªn acerca de Taiwan o T¨ªbet no pasar¨¢ probablemente del compromiso verbal o que China, aunque se opone a la ampliaci¨®n de la OTAN, no dispone de margen de maniobra en este asunto.
Es sin embargo cierto que han conseguido un grado de cooperaci¨®n nunca antes alcanzado que afecta a un territorio de 17 millones de kil¨®metros cuadrados y 150 millones de habitantes (Federaci¨®n Rusa) y a otro, China, de nueve millones de kil¨®metros y... 1.500 millones de s¨²bditos. Territorios y habitantes que comprenden una parte muy sustancial de la humanidad y del planeta. En todo esto pienso cada vez que oigo a quienes, como mucho, representan a la comunidad occidental, justificar una decisi¨®n pol¨ªtica o una acci¨®n b¨¦lica en nombre de "la comunidad internacional". Independientemente de la justicia y justeza, en un determinado caso, de una inaplazable injerencia humanitaria, m¨¢s nos valdr¨ªa a los occidentales no adoptar como norma la exclusi¨®n de los ¨®rganos de Naciones Unidas, ¨²nico foro -a pesar de sus inconvenientes- verdaderamente universal, internacional. Para muchos tal vez resulte intragable que en Rusia nadie crea en los motivos humanitarios de la OTAN en Kosovo (hay quien est¨¢ convencido de que busca establecer all¨ª una base militar) o que para los rusos resulte inconcebible que los serbios act¨²en como lo est¨¢n haciendo. Otros quiz¨¢s est¨¦n hartos de las eternas sospechas de los chinos, que tienden a ver motivos ocultos en las intenciones de los extranjeros. Empero, una reflexi¨®n sobre lo acontecido en sus cuatro mil a?os de historia o sobre el hecho de que China hasta muy recientemente rehuyera todo contacto con el mundo ayudar¨ªa a entenderlos mejor. Al igual que la susceptibilidad de la pr¨¢ctica totalidad de los ciudadanos rusos hacia la Alianza Atl¨¢ntica ser¨ªa menor si no hubiera habido tanta prisa en incorporar a la misma a los Estados fronterizos con Rusia, prisas de mal ag¨¹ero y que es posible comparar con el innecesariamente r¨¢pido reconocimiento de Croacia fomentado por Alemania y el Vaticano y que tantos lodos ha tra¨ªdo a los Balcanes.
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