Odisea india para cazar una ballena
Miembros de la tribu makah recuperan la tradici¨®n para matar, 70 a?os despu¨¦s, un cet¨¢ceo gris
Ya lo dec¨ªa el apache Jer¨®nimo: "Viv¨ªa en paz hasta que la gente empez¨® a hablar mal de m¨ª". Muchas tradiciones indias se perdieron con la aniquilaci¨®n de quienes las practicaban y algunas se extinguieron por el simple efecto del paso del tiempo. Hace m¨¢s de un siglo que no se cortan cabelleras y hac¨ªa m¨¢s de 70 a?os que los indios makah no cazaban ballenas para ofrec¨¦rselas a los esp¨ªritus. Hasta el lunes pasado.Al noroeste de Estados Unidos, al borde de la bah¨ªa de Neah (Estado de Washington), viven los 2.700 indios que forman la tribu de los makah. Desde 1855, un tratado con el Gobierno protege su rito m¨¢s ancestral: la caza de la ballena gris. Desde los a?os veinte, los makah hab¨ªan dejado tranquilos a estos animales, mayormente porque no quedaba ninguno. La pr¨¢ctica fue prohibida en aquel tiempo para que no se extinguiera una especie que sufri¨® m¨¢s por la codicia de los balleneros que por el ritual de los indios.
En 1994 se comprob¨® que la poblaci¨®n de ballenas grises en la zona ya volv¨ªa a superar los 20.000 ejemplares, por lo que su nombre fue borrado de la lista que elabora el Gobierno con las especies en peligro; s¨®lo se impusieron ciertas restricciones para que el animal no volviera a estar a punto de despedirse del planeta.
Los indios makah recordaron entonces c¨®mo los abuelos y bisabuelos de la tribu narraban historias sobre la caza de la ballena gris. Todav¨ªa rememoraban los tiempos en los que hac¨ªan aceite con la grasa del animal y ahumaban la carne para tener v¨ªveres durante meses.
Los makah decidieron que era el momento del revival y se plantaron ante la Comisi¨®n Internacional de Ballenas, de la que consiguieron un permiso especial para cazar 20 ejemplares en cinco a?os. Por pereza o por falta de habilidad, no fue hasta la semana pasada cuando se pusieron manos a la obra. Y se toparon con Greenpeace.
Las organizaciones de defensa de las ballenas dicen que si a los makah se les permite cazar, hay m¨¢s tribus en Alaska y Canad¨¢ que querr¨¢n hacerlo, y despu¨¦s habr¨¢ gobiernos sin escr¨²pulos que levantar¨¢n la veda del animal. Lamentablemente para los indios, las lanchas motoras de estas asociaciones son sensiblemente m¨¢s ¨¢giles que las canoas que ellos emplean.
Desde la semana pasada, varios makah aguerridos pero poco experimentados trataban de cazar una ballena gris siguiendo la doctrina de la tradici¨®n. El ritual establece que los arpones se han de lanzar (a mano) desde una canoa hecha (a mano) con madera de cedro. Naturalmente, no se le puede poner un motor a la canoa: s¨®lo est¨¢ permitida la propulsi¨®n por remos, que, como cabe esperar, tienen que estar tallados a mano.
La tradici¨®n compensa estas limitaciones t¨¦cnicas con el arma secreta de los makah: sus oraciones rituales ponen a la ballena, sin que ella lo sepa, a punto de caramelo. Los esp¨ªritus atontan al animal y facilitan un trabajo que de otro modo ser¨ªa tit¨¢nico.
Pero no hab¨ªa manera. Entre las lanchas de Greenpeace y la terquedad de la ballena, los indios desde su canoa apenas lograban clavar la punta de un arp¨®n en la superficie del animal, para regocijo de los ecologistas y alivio del mam¨ªfero. Conscientes de que tanta adversidad hac¨ªa improbable que alg¨²n d¨ªa comiesen carne de ballena, los indios decidieron preservar los ritos de la oraci¨®n, la canoa y los remos, pero cambiaron el arp¨®n por un fusil del calibre 50, con el que no contaba el ahora difunto animal.
Por si las peripecias fueran pocas, se les hundi¨® la ballena. Una vez abatida a balazos, los indios quisieron seguir el consejo de los viejos de la tribu: coser la boca al animal para que no se llene de agua y se vaya al fondo del mar. Pero su ¨²ltimo estertor impidi¨® que el encargado de la aguja y el hilo llevara a cabo su misi¨®n; al final, 50 indios terminaron metidos en el agua para atar cuerdas al animal y arrastrarlo despu¨¦s hasta la costa. Hubo que sacarlo del agua a mano tirando de las cuerdas, no porque lo marcase la tradici¨®n, sino porque la gr¨²a que contrataron no pod¨ªa con las 40 toneladas de ballena.
Todos estos imprevistos no impidieron que el regreso a la tribu fuera triunfal, aunque dentro de un orden. Hicieron aceite con la grasa y comieron carne de ballena en una fiesta que dur¨® 12 horas. Pero muchos sospechan que los makah renunciar¨¢n voluntariamente a cazar las otras 19 ballenas que les permite el convenio.
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