Ya visto en Mosc¨²
LA POL?TICA rusa vuelve por los surcos que transita. Zanjada la letra gruesa de la crisis, Yeltsin est¨¢ nuevamente de vacaciones, tras ganar en diez d¨ªas tres batallas importantes: la de echar al primer ministro Primakov, la de evitar el comienzo de su destituci¨®n por el Parlamento y la de imponer a los mismos diputados, rebeldes pero no tanto, a su elegido Stepashin como jefe del Gobierno. Con la misma confusi¨®n y ambig¨¹edad que rodearon su propio nombramiento, Stepashin anunci¨® ayer que el ministro de Finanzas Mija¨ªl Zadornov es el primer viceprimer ministro y nuevo zar de la econom¨ªa. Se ignora si porque le considera el hombre m¨¢s id¨®neo o porque Yeltsin, que tiene la ¨²ltima palabra sobre cargos gubernamentales, se lo ha impuesto frente al reformista moderado Alexandr Zh¨²kov, cuyo nombre ya circulaba como titular del puesto. Zadornov tiene que acabar de ganarse los 4.500 millones de d¨®lares recientemente prometidos por el FMI e intentar aliviar la aplastante deuda exterior rusa, casi 140.000 millones de d¨®lares.Ser¨ªa iluso a estas alturas tener excesiva confianza en la capacidad de Stepashin y su Gabinete para detener el tobog¨¢n ruso. En ¨²ltima instancia, las convicciones del primer ministro, hasta ahora jefe de las tropas del Ministerio del Interior y un lealista de la guerra de Chechenia, son irrelevantes en el contexto de su pa¨ªs. El credo anunciado por el hombre elegido por Yeltsin para gobernar Rusia en los ¨²ltimos meses de su presidencia es combatir la corrupci¨®n econ¨®mica y conseguir que el Parlamento apruebe las leyes que exige el FMI: m¨¢s impuestos y alg¨²n rigor fiscal. Los puntos de este programa de rescate, ya o¨ªdo antes, reflejan la influencia de personajes como Chub¨¢is, que fuera mano derecha de Yeltsin, o el magnate Berezovski, perdedores con Primakov.
Pero la Duma sigue estando dominada por los comunistas y sus aliados, opuestos a las reformas que necesita Rusia. En el caso de que finalmente los diputados fueran receptivos a las recetas de Stepashin, las elecciones generales est¨¢n a seis meses vista, y a un a?o las presidenciales. En ¨²ltima instancia, y como ha sucedido por tres veces en poco m¨¢s de un a?o, el caduco Yeltsin es impredecible: apoya a un primer ministro hasta que deja de hacerlo. El novicio Gobierno ruso, as¨ª, s¨®lo puede verse como otro -quiz¨¢ el ¨²ltimo- periodo de interinazgo pol¨ªtico antes de que los dos comicios decisivos determinen el nuevo rumbo del malherido gigante.
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