Una ciudad desconocida
JOS? RAM?N GINER Sentir¨ªa mucho que el Partido Popular no alcanzase la alcald¨ªa de Alicante en las pr¨®ximas elecciones. Me llevar¨ªa un gran disgusto. Aunque las buenas formas aconsejan no decir estas cosas en p¨²blico semanas antes de las elecciones, y el candidato socialista, Jos¨¦ Antonio Pina, me merezca un gran respeto, considero que D¨ªaz Alperi est¨¢ empe?ado en una tarea gigantesca, tremenda, que precisa de un nuevo mandato para completarla. Si D¨ªaz sigue al frente de la ciudad por otros cuatro a?os, Alicante se convertir¨¢ en una ciudad desconocida que habr¨¢ vuelto la espalda a sus peores tradiciones. Y esta aventura, se?ores, merece la pena. Ya s¨¦ que D¨ªaz ha sido un alcalde bajo sospecha, un alcalde que ha bordeado peligrosamente la legalidad, exponi¨¦ndose a un serio peligro. Pero, en todo caso, ha tenido la habilidad suficiente para salir bien librado. Y estas habilidades en pol¨ªtica -piensen ustedes en don Eduardo Zaplana, un verdadero especialista- son muy valoradas. Algunas llegan a otorgar pedigree y abren la puerta a un futuro prometedor. No ignorar¨¦, volviendo a D¨ªaz, sus gestos autoritarios: esas formas bruscas y, a veces, destempladas de enfrentarse a los vecinos, a quienes alguna vez ha llegado a expulsar del sal¨®n de plenos del ayuntamiento. Ni voy a ocultar su conducta, tan escasamente democr¨¢tica, es cierto, para acallar a quienes no comparten sus opiniones sobre la edificaci¨®n de un palacio de congresos en el monte Benacantil. Tampoco podr¨ªa, aunque lo deseara, hacer valer sus m¨¦ritos en urbanismo. Si se except¨²an las costosas obras para prevenir las inundaciones que se suceden cada oto?o en esta ciudad, de una necesidad indudable, Alicante es hoy una ciudad de un urbanismo feroz, desquiciado, donde ordenan los constructores. Mientras esto ocurre, los alicantinos deben conformarse con las sobras del fest¨ªn, viendo como disminuyen las dotaciones p¨²blicas. Cuatro a?os de gobierno de don Luis D¨ªaz no han supuesto una mejora para el centro urbano, en contra de lo que se hab¨ªa prometido, y la rehabilitaci¨®n del casco antiguo se salda con un par de obras acabadas y otras tantas a medio hacer. En resumen, nadie que no fuera un devoto del Partido Popular afirmar¨ªa que lo expuesto constituye un balance presentable. Pero, si D¨ªaz ha fallado en las obras, sus actos, sin embargo, han tenido un efecto prodigioso sobre los ciudadanos. El alicantino, de un natural l¨¢nguido, menfotista, para quien los asuntos p¨²blicos produc¨ªan una enorme indiferencia, est¨¢ cambiando. Durante estos cuatro a?os, hemos asistido al inicio de una enorme, extraordinaria transformaci¨®n en el talante de los habitantes de esta ciudad. Hemos visto a grupos de vecinos organizarse y pelear por el soterramiento de las v¨ªas del tren. Les hemos visto objetar primero y discutir despu¨¦s las expropiaciones de Agua Amarga, hasta lograr unas compensaciones justas. Hemos escuchado sus protestas por el destrozo del paseo de Ramiro, que obligaron a intervenir al propio alcalde. Les hemos sentido, d¨ªa a d¨ªa, oponerse a la construcci¨®n de un palacio de congresos en el monte Benacantil: se han manifestado, han escrito cartas en los diarios, han recogido miles de firmas y todo ello sin m¨¢s prop¨®sito ni pretensi¨®n que defender su ciudad. Cuatro a?os atr¨¢s, una situaci¨®n tal hubiera sido inimaginable. Nadie hubiera aventurado que esto ocurrir¨ªa alg¨²n d¨ªa en Alicante. Durante d¨¦cadas, esta ciudad ha soportado cualquier infamia o capricho de sus autoridades sin levantar la voz. Ahora, las cosas comienzan a ser distintas y ese cambio que se inicia, esa quiebra en la pasividad proverbial del alicantino es, sin duda, la gran obra del alcalde D¨ªaz Alperi. Para que pueda culminarla, espero que D¨ªaz contin¨²e cuatro a?os m¨¢s en la alcald¨ªa.
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