?Eso a qui¨¦n le interesa?
Contra los periodistas. A los cronistas que escriben que tras una sesi¨®n p¨²blica de m¨²sica los ejecutantes fueron premiados con m¨¢s de tres minutos de aplausos, habr¨ªa que aplicarles lo que el acad¨¦mico Antonio Mu?oz Molina llama castigos virtuales: habr¨ªa que encerrar a esos cronistas en una redoma adecuada dentro de la cual escuchar¨ªan el ruido que producen cientos de manos durante esos supuestos tres minutos de regocijo. Muchas veces los periodistas decimos cosas que no se pueden comprobar, y ¨¦sa de los aplausos no es ni mucho menos la m¨¢s grave. Los periodistas espa?oles utilizamos este instrumento, la palabra impresa en un peri¨®dico, para muchas otras cosas de alt¨ªsimo riesgo y algunas de ellas son delicad¨ªsimas. Entre ¨¦stas, evidentemente, est¨¢ lo que decimos y que puede da?ar el prestigio p¨²blico y la dignidad privada de las personas: si lo que decimos de otros se dijera de nosotros, ?qu¨¦ dir¨ªamos? Probablemente no soportar¨ªamos el ruido.El viejo corporativismo period¨ªstico impide a veces a la psicolog¨ªa colectiva de la profesi¨®n referirse a nuestras propias pr¨¢cticas, con el sentido cr¨ªtico y ciudadano adecuado para que nosotros mismos aprendamos las lecciones que pretendemos dar: los periodistas hablamos habitualmente de la limpieza ajena, pero dejamos cercos en nuestro propio oficio. A veces nos vienen de fuera a explicar lecciones que nosotros tendr¨ªamos que haber aprendido ya, pues nuestra profesi¨®n es de escrutinio, pero se niega a ser escrutada. Pedimos arrepentimiento, pero no nos arrepentimos; somos sabios que no aceptamos tachaduras.
Ahora dos jueces espa?oles han permitido a los ciudadanos acercarse a lo que es una cr¨ªtica razonable y pertinente de pr¨¢cticas indeseables de nuestra profesi¨®n. En un caso, un juzgado ha condenado a una revista de informaci¨®n general, Tribuna, por haber publicado en sus p¨¢ginas la supuesta noticia de un presunto romance que tendr¨ªa como protagonistas al deportista Jorge Valdano y a la famosa mujer Isabel Preysler. Aparentemente, como ambos son muy conocidos, su vida privada podr¨ªa ser noticia. Comprobado adem¨¢s que eso no era cierto, que ellos no hab¨ªan protagonizado encuentro sentimental de ning¨²n g¨¦nero, la judicatura ha dicho algo a¨²n m¨¢s s¨®lido: aunque eso, que no era cierto, hubiera sido verdad, nadie tendr¨ªa derecho a divulgarlo. "No cabe confundir esta clase de inter¨¦s" -dice la sentencia- "con la satisfacci¨®n de la curiosidad ajena, con frecuencia mal orientada e indebidamente informada". Como dice el leit motiv de un excelente programa radiof¨®nico de las ma?anas de Onda Cero, "?eso a qui¨¦n le interesa?
En otra sentencia se condena a la revista ?poca por haber difundido una informaci¨®n seg¨²n la cual un importante empresario espa?ol y su esposa, una mujer muy prominente en el mundo de los negocios -Alberto Alcocer, Esther Koplovitz- hab¨ªan acabado su matrimonio porque el esposo ten¨ªa un hijo extramatrimonial. Dice la sentencia: las cosas que se cuentan en esa informaci¨®n "no interesan en absoluto para la formaci¨®n de una opini¨®n p¨²blica sana ni a los intereses generales" y "forman parte de la intimidad y el honor de las personas que en ning¨²n momento puede ser aireada sin su consentimiento, l¨ªcitamente prestado, que en autos no aparece que se haya dado, sino m¨¢s bien lo contrario". Es decir, ?y eso a qui¨¦n le interesa? Pues le interes¨® publicarlo a la revista y ahora, a?os despu¨¦s, la judicatura le hace la pregunta que todo el mundo deb¨ªa hacerse antes de sentarse ante la m¨¢quina dispuesto a decir de los otros lo que los periodistas no consentir¨ªamos que se dijera de nosotros mismos: encerrados en una redoma, nosotros no soportar¨ªamos los tres minutos de aplausos, sobre todo porque no estamos acostumbrados.
El premio de Almod¨®var. Los franceses -Le Monde lo dijo en un editorial-, los italianos, los alemanes e incluso los espa?oles han estado de acuerdo: Cannes fue mezquino con Pedro Almod¨®var y su pel¨ªcula Todo sobre mi madre, que debi¨® haber ganado ese festival; Almod¨®var fue elegido mejor director, pero eso no se juzga suficiente. El artista manchego le ech¨® galanura al asunto, recogi¨® el premio y se volvi¨® a su casa. ?ste es uno de esos nuevos espa?oles -como Guardiola, como Trueba, como Teddy Bautista o como Juan Cueto- que representan una Espa?a diversa y arriesgada, llena de genio y de sentido del humor que poco a poco va limpiando la atm¨®sfera de un siglo que acaba mejor que su grues¨ªsima mitad. Antes de Cannes, TVE emiti¨® un excelente Informe Semanal sobre la ra¨ªz de Almod¨®var. Despu¨¦s de verlo uno entiende por qu¨¦ el cineasta nunca se dej¨® cegar por el ¨¦xito; es la mejor f¨®rmula tambi¨¦n para aceptar el riesgo del fracaso. ?Eso a qui¨¦n le interesa?
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