El medio centro
Malas noticias de Vigo: dicen que, por un antiguo d¨¦ficit de calcio, a Mazinho se le ha aflojado una tuerca y que no podr¨¢ jugar hasta la pr¨®xima temporada. La primera de las conclusiones posibles es que el Celta s¨®lo ha perdido a uno de sus once titulares. La segunda es mucho m¨¢s inquietante: el Celta ha perdido a su medio centro.?Tan grave es el caso? Muchos piensan que el medio centro puede ser una figura prescindible. Para ellos no es necesario un criterio ¨²nico en la administraci¨®n del juego: si por azares del partido la maniobra empieza en el central de choque, pelotazo arriba; si empieza en un lateral, a explorar la banda; si empieza en un mamoncete, a esperar que la devuelva. Puesto que en la misma persona pueden coincidir el jugador m¨¢s h¨¢bil con la pelota y el cerebro m¨¢s obtuso para distribuirla, ese f¨²tbol asambleario, aun entreverado de acciones brillantes, conducir¨¢ irremediablemente al caos.
Por el contrario, el medio centro, siempre equidistante, siempre apostado en el nudo de comunicaciones, siempre disponible cinco metros por detr¨¢s de la l¨ªnea del bal¨®n, siempre decidido a recibir y devolver en las encrucijadas de la cancha, ofrece varias garant¨ªas: la de que el equipo ser¨¢ una orquesta gobernada por un director; la de que el juego tendr¨¢ un ritmo, un formato y un estilo, y la de que entre las cualidades dispersas habr¨¢ siempre un hilo conductor. Por eso, con la lesi¨®n de Mazinho, como el Manchester United con la ausencia de Roy Keane, o el Bar?a con la de Pep Guardiola, o el Madrid con la de Fernando Redondo, o la Juve con la de Didier Deschamps, el Celti?a tiene un agujero negro. Para expresarlo como una cuesti¨®n personal, bien podemos decir que a V¨ªctor Fern¨¢ndez, tan interesado en investigar los secretos de la orientaci¨®n, se le ha averiado la br¨²jula.
Pero adem¨¢s Mazinho no es un medio centro cualquiera. Pertenece a un rudo linaje de brasile?os en los que el exotismo se llama firmeza. Forma parte de una interminable estirpe de futbolistas fibrosos que consiguieron llegar hasta la inaccesible selecci¨®n canarinha despu¨¦s de apoderarse de la pelota a la intemperie con sus musculaturas rurales, sus heridas mal cicatrizadas y esa mirada especial que siempre ha distinguido a los supervivientes.
Aunque obsesionado por entender el juego como una cuesti¨®n de utilidad, Mazinho suele dejar sobre el campo una huella de deportista distinto. En su af¨¢n de aligerar el juego, de ganar tiempo para ganar espacio, de conseguir que cada compa?ero encuentre su propia salida, acostumbra a sorprendernos, bien a su pesar, con esos gestos tan suyos en los que la acci¨®n de recoger, tocar, recortar o disparar se integra en los movimientos del caminante. Consigue interpretar el f¨²tbol con tal naturalidad que a veces nos hace pensar en uno de esos viejos artesanos de taller que, aqu¨ª ato este cabo, aqu¨ª pongo este remache, han logrado acoplar los recursos del oficio al ritmo de la conversaci¨®n.
Noticias de Vigo confirman, pues, que este Mazinho nacido para simplificar se ha lastimado un hueso y ha dejado un poco hu¨¦rfano a Karpin, un poco perdido a Mostovoi, un poco abandonado a Jordi Cruyff y un poco ausente a Revivo. Ahora, mientras Salgado busca a un amigo y encuentra a Makelele, el irreductible Penev volver¨¢ a sus d¨ªas de n¨¢ufrago, y Juan S¨¢nchez, metido en su piel de perro, recuperar¨¢ su aire de segador.
Pero el Celta, qu¨¦ l¨¢stima, ha perdido de una vez el coraz¨®n y el marcapasos. V¨ªctor, tenemos un problema.
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