Auge y decadencia de los regionalistas
Las formaciones locales, excepto Coalici¨®n Canaria y las de las comunidades hist¨®ricas, comenzaron a perder influencia en 1995
El presidente del Gobierno y del Partido Popular (PP), Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, hace en sus m¨ªtines de campa?a una manifiesta ostentaci¨®n del papel que los populares juegan en la vertebraci¨®n de Espa?a. De este modo, trata de devolver a los socialistas sus reproches en las anteriores respecto a la similitud entre el PP y la republicana Confederaci¨®n Espa?ola de Derechas Aut¨®nomas (CEDA), una alianza de m¨²ltiples formaciones conservadoras que gobern¨® en 1934 y 1935, por su incapacidad para articular pol¨ªticamente a la derecha sociol¨®gica. Hasta las pasadas elecciones auton¨®micas, las de 1995, el PP se encontr¨® ciertamente con un serio dique en siete de las 17 comunidades. Cinco partidos regionalistas, en Arag¨®n, Comunidad Valenciana, Cantabria, Canarias y Navarra, adem¨¢s de los nacionalistas de Convergencia i Uni¨® (CiU) y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Catalu?a y Euskadi, le restaban un importante espacio en el centro-derecha. Aparte de los catalanes y los vascos, la Uni¨®n del Pueblo Navarro (UPN) obtuvo en los comicios generales de 1989 el 27,12% de los votos y releg¨® al PP a un lugar subalterno. Los otros cuatro eran la Uni¨®n para el Progreso de Cantabria (Upca), con un 33,6% en 1991; el Partido Aragon¨¦s (Par), con un 25%; Coalici¨®n Canaria (CC), con un 24%, y la Uni¨®n Valenciana (UV), con un 10,4%.Los populares trataron de afrontar este obst¨¢culo por la v¨ªa del pacto o la refundaci¨®n y lo ensayaron precisamente con la UPN. Ambos partidos ir¨ªan juntos a las urnas con la condici¨®n de que el PP retirase sus siglas en las elecciones auton¨®micas y las recuperase en las generales. El experimento dio buen resultado y el t¨¢ndem UPN-PP se convirti¨® en hegem¨®nico en Navarra desde comienzos de los a?os 90.
El PP hizo un segundo intento con el Par, pero result¨® fallido al pretender imponer los aragoneses unas condiciones que resultaron inaceptables para los populares. No obstante, en las elecciones generales de marzo de 1996, en las que todos los sondeos apuntaban hacia una victoria aplastante del PP, se produjo la excepci¨®n. As¨ª, los dos grupos se presentaron en una coalici¨®n que ya no se repetir¨¢ en estas elecciones auton¨®micas.
A partir de 1995, el PP, fortalecido y renovado internamente, jug¨® a fondo la carta de batir a los regionalistas. Su intenci¨®n fue aprovechar la corriente favorable de los comicios auton¨®micos de ese a?o para ponerlos en aprietos. La formaci¨®n m¨¢s importante, la Upca, hab¨ªa descendido bruscamente a la mitad de los votos registrados en 1991: del 33,6% al 16,62%; el segundo, el Par, bajaba del 25% al 20,46%, y UV ca¨ªa del 10,4% al 7,01%. Todo ello para beneficio del PP, que, aunque pact¨® con ellos en los Gobiernos de esa legislatura, salvo con la Upca de Juan Hormaechea, lo hizo en condiciones de hegemon¨ªa.
CC fue la excepci¨®n a la norma al ascender del 24% al 32,82%. Para ese momento, los canarios entraban en una fase de reorganizaci¨®n y adquir¨ªan cada vez m¨¢s marchamo de partido nacionalista que de regionalista. De esa manera, pues, fueron los ¨²nicos que pudieron pactar desde una posici¨®n de fuerza con los populares.
Entre los regionalistas hay otras formaciones venidas a menos. El caso m¨¢s significativo es el del Partido Andalucista (PA), que sobreviv¨ªa y sobrevive con dificultades a la capitalizaci¨®n que del andalucismo hace el PSOE en su comunidad; el Partido Socialista de Mallorca, con el que el PSOE, Izquierda Unida (IU) e incluso Ezquerra Republicana de Catalunya (ERC) cuentan en Baleares, en estas elecciones, para arrancar la mayor¨ªa a los populares, y la Uni¨®n Renovadora Asturiana (Uras), el nuevo partido de Sergio Marqu¨¦s, expulsado del PP y que, al dividir el voto del centro-derecha, pone las cosas muy dif¨ªciles para que los populares puedan ganar este pr¨®ximo envite.
El PP y el PSOE coinciden en que al fen¨®meno regionalista se le han pasado sus mejores horas. El ministro de Administraciones P¨²blicas, ?ngel Acebes, cree que est¨¢ "a la baja", aunque "con rebrotes", en clara referencia al nacimiento de la Uras.
El secretario de Pol¨ªtica Auton¨®mica del PSOE, Ram¨®n J¨¢uregui, es m¨¢s rotundo al indicar que "el regionalismo tuvo su importancia a finales de los a?os 80 y principios de los 90. Naci¨® como emulaci¨®n de los nacionalismos hist¨®ricos [el catal¨¢n, el vasco y el gallego] y germin¨® a la sombra del localismo que genera todo proceso de descentralizaci¨®n del Estado y explotando el agravio comparativo".
J¨¢uregui vincula el origen y el paulatino crecimiento de los partidos regionalistas con la descomposici¨®n de la Uni¨®n del Centro Democr¨¢tico (UCD), a principios de los a?os 80. La mayor¨ªa de ¨¦stos surgieron o se alimentaron de la UCD y, por tanto, aparecieron vinculados al centro-derecha, a?ade.
Esto explicar¨ªa la decadencia de los regionalistas en 1995, en coincidencia con el fuerte crecimiento electoral que experiment¨® el PP. Pero J¨¢uregui ofrece una causa adicional: los regionalismos asumieron reclamaciones espec¨ªficas de sus comunidades, como emulaci¨®n de los nacionalismos, pero en la medida en que el desarrollo auton¨®mico ha avanzado, y se ha dado un gran paso con la reciente reforma de los estatutos de autonom¨ªa de todas ellas, muchas de sus exigencias han quedado cubiertas. Los regionalistas, con la excepci¨®n de CC, se presentan a las elecciones del 13-J en condiciones de debilidad ante la fuerte polarizaci¨®n del voto entre un PP, todav¨ªa en fase de gracia, que pretende consolidar sus resultados de 1995 y un PSOE que trata de sacarse la espina del fracaso tanto municipal como auton¨®mico que cosech¨® entonces.
No obstante, el papel de los regionalistas como bisagras ser¨¢ clave en dos comunidades: en la ya citada de Canarias y en Arag¨®n. CC y el Par pueden ser decisivos para formar sus Gobiernos y todo apunta a que su pareja ser¨¢ el partido nacional m¨¢s votado, es decir el PP o el PSOE. Otros bloques regionalistas, de marcado car¨¢cter derechista y que tuvieron mucho peso, como la Upca o la UV, dif¨ªcilmente jugar¨¢n ahora un papel determinante en la formaci¨®n de sus Ejecutivos.
Sin embargo, por la izquierda, el ya citado Partido Socialista de Mallorca puede ser importante para que el PSOE recupere el poder en Baleares mientras que el Bloque Nacionalista Galego (BNG) tambi¨¦n puede contribuir a que los socialistas recobren, aunque sea en coalici¨®n, algunas alcald¨ªas gallegas.
De ah¨ª, que los populares atribuyan a los socialistas el problema que en el pasado tuvieron ellos mismos de tener que pactar con los regionalistas para alcanzar las mayor¨ªas en comunidades como la aragonesa, la valenciana o la canaria.
Pero en el sarcasmo que el PP dirige al PSOE sobre su "incapacidad para vertebrar Espa?a" est¨¢ latente una cuesti¨®n m¨¢s seria, la p¨¦rdida de peso de los socialistas en dos de las tres comunidades de fuerte componente nacionalista, Euskadi y Galicia. El arrollador avance del BNG en las elecciones gallegas de 1997 desplaz¨® al PSdeG al tercer puesto y el Partido Socialista de Euskadi (PSE) ha descendido desde la segunda posici¨®n -la primera en 1986- a la cuarta, detr¨¢s del PNV, Euskal Herritarrok (EH, la marca electoral de Herri Batasuna) y el PP en las vascas de octubre de 1998.
Ram¨®n J¨¢uregui admite, en definitiva, la "decadencia" de los regionalismos, pero tambi¨¦n avisa de que tendr¨¢n rebrotes "cuando el PP pierda peso". En cuanto a los nacionalismos, reconoce su "importancia y vigencia all¨¢ donde cuentan con una base hist¨®rica".
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