Una paz triste para los serbios
La sensaci¨®n de alivio por el fin de los bombardeos se mezcla con la amargura de una nueva derrota
El ambiente en la ciudad de Belgrado est¨¢ triste. A¨²n no han acabado del todo los bombardeos y los serbios ya se preparan para una posguerra que se imaginan larga y dif¨ªcil. El pa¨ªs est¨¢ quebrado por las bombas de la OTAN y ya hay quien hace sus c¨¢balas con los futuros cr¨¦ditos internacionales para la reconstrucci¨®n. Tras 73 d¨ªas de ataques continuados, Yugoslavia es un pa¨ªs aturdido que emerge de la pesadilla.El acuerdo de paz alcanzado con la comunidad internacional, la capitulaci¨®n del r¨¦gimen que se declaraba invencible, tardar¨¢ semanas en digerirse por la poblaci¨®n. Es la cuarta derrota en menos de 10 a?os. Eslovenia, Croacia, Bosnia, Kosovo... Del sue?o de la Gran Serbia a la derrota total.
La oposici¨®n democr¨¢tica, a diferencia de la calle, no ha perdido el tiempo. Exigen por un lado a la Alianza que ponga fin de inmediato a su campa?a a¨¦ra y a Milosevic que asuma la responsabilidad de la derrota, adelante las elecciones y abandone toda tentaci¨®n de caldear las tensiones en Montenegro. "El cese de los bombardeos no es el fin de nuestra desgracia porque los problemas van a comenzar cuando, en la paz, nos enfrentemos a la realidad", advirti¨® Zarko Jovanovic, diputado de Nueva Democracia, antiguo aliado de los socialistas del presidente Milosevic. ?sta es "la derrota final" del r¨¦gimen "que al fin ha destruido Serbia", sentenci¨® el alcalde liberal de Nis, Zoran Zivkovic, quien exigi¨® al Gobierno que deje de mentir a un pueblo "que ha sufrido la guerra en su propia carne". "Cada bomba que cae despu¨¦s de aceptar el plan est¨¢ al servicio de quienes desean que contin¨²e la guerra", tanto entre los "halcones de la OTAN" como entre los "extremistas" de Yugoslavia, advirtieron los monarquicos de Vuk Draskovic.
Los dos millones de habitantes de Belgrado, sin electricidad, gasolina o tabaco, vivieron su segunda noche sin sirenas, pero ya durante el d¨ªa de hoy ¨¦stas volvieron a sonar tres veces y hubo ataques en los alrededores de la ciudad. Tambi¨¦n se registraron bombardeos en el norte de Serbia, en torno a Novi Sad y Sabac, y sobre todo en la franja occidental de la provincia meridional de Kosovo.
Lo podemos aguntar
"Bueno, total son unos d¨ªas, ya lo podemos aguantar", coment¨® una mujer de mediana edad que asegura que el publeo serbio sabr¨¢ reponerse. Ella representa a un sector de la poblaci¨®n que no parece querer enterarse de las condiciones que Serbia ha tenido que aceptar para la paz y prefiere creer que ha perdido menos que si hubiese firmado en la Conferencia de Rambouillet.La respuesta general de la gente de la calle nada tiene que ver con las respuestas preparadas de los partidos pol¨ªticos, de los hombres que ahora aspiran a reemplazar a Milosevic.
En la Plaza de la Rep¨²blica, en el centro de la capital, la que sirvi¨® durante semanas como escenario contra los bombardeos, la visi¨®n era ayer un tanto pat¨¦tica: los personajes que se mec¨ªan al ritmo de cualquier rock and roll, los mismos de cada d¨ªa, ayer bailoteaban ante un grupo de int¨¦rpretes del Kolo, una versi¨®n local pr¨®xima a las sevillanas. S¨®lo ese ritmo nacional logr¨® conquistar la atenci¨®n de los pocos creyentes de que la m¨²sica puede cambiarlo todo.
Miroslav, un joven economista que pasaba por esa zona, no sab¨ªa bien qu¨¦ responder a las preguntas sobre el plan de paz y la capitulaci¨®n del r¨¦gimen. Mir¨® al periodista, se encogi¨® de hombros y dijo: "No sabemos lo que va a pasar ma?ana". Dio dos pasos y se perdi¨® por las calles.
Olivera Dimitrijevic, una sesentona de gorra blanca pronosticaba el fin del mundo. Olivera sosten¨ªa entre sus cartas que los ¨²nicos ganadores de esta guerra son los fabricantes de armas y que a ¨¦stos, tarde o temprano, les llegar¨¢ la hora.
A unos metros de distancia, a la sombra del majestuoso monumento ecuestre al duque Mijailov, el rom¨¢ntico h¨¦roe serbio que defendi¨® con pasi¨®n la soberan¨ªa de su pa¨ªs, un amable anciano llamado Miodrag Jeftic Dragce, vend¨ªa los opanak, las puntiagudas sandalias y botas serbias de cuero y color. Cuando se le pregunt¨® que pensaba del acuerdo que Milosevic ha aceptado, fue prudente y bastante gr¨¢fico. "A veces es mejor que te amputen una pierna para que sigas viviendo", dijo.
Un soldado serbio que pasaba por all¨ª parec¨ªa aliviado por el fin de la guerra. Pero asegur¨® que mientras vista de uniforme militar no pod¨ªa expresar sus sentimientos personales.
Se alej¨® silbando hacia la misma calle donde, por extra?a y curiosa coincidencia, funciona el Teatro Nacional de Belgrado. Anoche se estren¨® en la mitad del coraz¨®n de Belgrado una inmortal obra de Shakespeare: La Fierecilla Domada.
La prensa no tuvo hoy titulares triunfalistas o impactantes: el diario oficial Politika abri¨® la portada con un vago "Yugoslavia acepta el documento para la paz" (sin publicarlo) y s¨®lo el semanario Vreme fue contundente con su titular "Fin". Por debajo una dram¨¢tica fotograf¨ªa: un joven soldado que abrazaba a su mujer con el trasfondo de una casa destruida. Lloraban.
En el sector de la poblaci¨®n m¨¢s consciente e informado est¨¢ Zoran, un publicista que no pod¨ªa ocultar su depresi¨®n. "Esto ha sido una derrota militar y pol¨ªtica", dec¨ªa Zoran, para quien Serbia no disfrutar¨¢ la paz m¨¢s de tres o cinco a?os, "hasta que vengan a arrebatarle Voivodina, despu¨¦s de haber perdido Kosovo. Y soy optimista".
Mucha gente prefer¨ªa concentrarse en el futuro: "Llevaba un a?o y medio trabajando aqu¨ª, pero, como una de la familia del due?o ha perdido su empleo con la guerra, pues me ha echado de un d¨ªa para otro. ?Ya ves, la paz. Sin trabajo!", se queja una muchacha, hasta hace poco empleada de un quiosco de los muchos que hay en Belgrado.
Seg¨²n cifras oficiales, han perdido su trabajo medio mill¨®n de serbios, cuyas empresas han quedado reducidas a escombros por los proyectiles de la OTAN, y que ahora se suman al mill¨®n de desempleados que hab¨ªa antes de la guerra. El presidente de la C¨¢mara de Comercio (oficial) de Serbia, Momir Pavlicevic, reclam¨® que la paz vaya acompa?ada de "cr¨¦ditos extranjeros preferenciales" para que el pa¨ªs pueda reparar los da?os causados.
La Liga de Sindicatos de Yugoslavia (oficialista) pidi¨® tambi¨¦n el fin del aislamiento del pa¨ªs "y la m¨¢s amplia ayuda internacional" para que los trabajadores puedan levantar cabeza. El acuerdo de paz hace una vaga referencia al Pacto de Estabilidad para los Balcanes, pero muchas voces en Occidente han pedido que Yugoslavia s¨®lo sea admitida en ¨¦l si se va Milosevic. Pero esa soluci¨®n va a depender de los yugoslavos.
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