Pasodoble de aniversario M. V?ZQUEZ MONTALB?N
La ¨²nica revoluci¨®n cultural de fondo que ha aportado la democracia en Espa?a ha sido la recuperaci¨®n de la memoria del paladar, que goza de mucha mejor salud que la memoria hist¨®rica. Detr¨¢s del objetivo de salvar las se?as de identidad, la que m¨¢s se ha salvado es la gastron¨®mica, y entre aquel p¨¢ramo de cocinas esenciales que fue la Espa?a del hambre o del boom econ¨®mico de los dos o tres franquismos hasta ahora censados y la oferta gastron¨®mica actual, media la voluntad de que el placer sea cosa de este mundo. Hay restaurantes y restauradores que luchan por las estrellas de la Gu¨ªa Michelin o por las buenas puntuaciones de las gu¨ªas espa?olas, y otros consiguen la inmortalidad gracias a su condici¨®n de ser algo m¨¢s que un restaurador o un restaurante, gracias a que forman parte de un paisaje de la memoria o de un imaginario. Si el viajero no quiere alejarse demasiado del coraz¨®n m¨ªtico de Barcelona, el barrio chino, puede irse a comer a Casa Leopoldo, donde la mejor consigna es decir: "Vengo de parte de Pepe Carvalho y p¨®ngame lo que ustedes quieran". La tenacidad de Casa Leopoldo contrasta con la mudanza de un barrio en plena reforma en el que la piqueta quita las varices de sus viejas prostituciones y extermina poco a poco lo que fueron ingles de la ciudad cuando Jean Genet ejerc¨ªa por estas calles de ladr¨®n y homosexual (Le journal d"un voleur). Cliente de Casa Leopoldo, el escritor Andr¨¦ Pieyre de Mandiargues escribi¨® cerca de all¨ª Au marge y se le ha dedicado una plaza en el coraz¨®n del barrio chino, muy cerca de su restaurante de altos vuelos que fue leyenda por la cantidad y la calidad, leyenda desde el interior del propio barrio, donde siempre supimos que era un restaurante que nos representaba, pero al que s¨®lo pod¨ªamos ir una vez en la vida, hasta que los tiempos cambiaron colectiva o personalmente, dentro de lo que cabe. Heredero del se?or Leopoldo fue su hijo Germ¨¢n, torero de posguerra para no ser v¨ªctima de la propia posguerra, pero del oficio le quedaron los azulejos que decoran el comedor y una elegancia personal de pase¨ªllo y vestuario que Germ¨¢n luci¨® hasta el final. Sin haber pasado por ning¨²n master de hosteler¨ªa, Germ¨¢n ha sido el ma?tre m¨¢s elegante de Barcelona, de una elegancia no empalagosa, de la que nace de conceder al cliente la condici¨®n de ser humano inteligente y no de idiota con cartera. Verle avanzar por entre las mesas era asistir a una exhibici¨®n de faena de muleta, percibible incluso por los antitaurinos. Hered¨® el restaurante una clientela mestiza de gentes del barrio con posibles, artistas del espect¨¢culo y capadores de oraciones compuestas, es decir, escritores, esas tiernas criaturas buscadoras del octavo d¨ªa de la semana y del sexto sentido que finalmente suelen conformarse con lo que les echan el tiempo y el esp¨ªritu. Si he hablado de Pieyre de Mandiargues como comedor de fondo de Casa Leopoldo, no evitar¨¦ autocitarme junto al por tantas razones malogrado Perich (?qu¨¦ falta nos hac¨ªas en esta guerra, Jaime...!), Eduardo Mendoza, Juan Mars¨¦, Joan de Sagarra, Maruja Torres, Terenci Moix..., casi compa?eros de quinta bioespiritual que encontramos en Casa Leopoldo una de las patrias de nuestro esencial mestizaje. Y si cito a mis a veces compa?eros de mesa, no quisiera que se dieran por excluidos todos aquellos esp¨ªritus sensibles que van a Casa Leopoldo en busca de su imprescindible cocina del pescado y otros bestiarios culturalizados por la piedad e hipocres¨ªa de la cocina, esa coartada de tanto asesinato. Rosa Gil, ahora al frente de los destinos de esta peque?a patria de un barrio chino bombardeado por los misiles inteligentes de urbanistas e higienistas sociales, ha sabido heredar todas las caravanas que han pasado por Casa Leopoldo. Hija, mujer de torero, el no menos malogrado torero portugu¨¦s Jos¨¦ Falc?o para los portugueses, Falc¨®n para los de aqu¨ª, ha conseguido integrarnos incluso a los que tenemos una actitud hostil, hostil¨ªsima, ante la fiesta, que algo tendr¨¢ si personas de la solvencia de Rosa Gil la conservan en los azulejos y en el coraz¨®n. Con esta mujer, Casa Leopoldo se incorpora a un siglo venidero en el que las mujeres tal vez no se apoderen tanto de nosotros como del mundo. Y a m¨ª me da igual, con tal que creen patrias suced¨¢neas. Algo as¨ª como un restaurante que sabe a esencialidades. Algo as¨ª como Casa Leopoldo.
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